Columna de Paula Escobar: Y después se quejan
Criteriosa, digna y dialogante: así manejó Carmen Gloria Valladares lo que parecía una crisis mayor, ese 4 de julio, a las 10 am, cuando las y los convencionales tomaron posesión de sus cargos en medio de gritos y desorden.
Fue unánime el buen juicio respecto de su papel y de su impronta republicana, su concepción tan acertada y atinada respecto de lo que es ser funcionario público, y su excelencia técnica puesta al servicio de su deber. Que la presidenta Elisa Loncon le haya pedido que se quedara más allá del tiempo previsto habló de su capacidad de generar legitimidad no por cargo, sino por su modo de ejercerlo. Su foto final, Valladares caminando sola esa noche por la calle con su carpeta y su cara de deber cumplido sellaron un final feliz y republicano a un día tan tenso y tan complejo.
En un momento nacional donde pocas cosas unen, la admiración por la secretaria relatora del Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel) traspasó barreras ideológicas, generacionales y de todo tipo.
Pues bien: su nombre fue propuesto para ser ministra del Tribunal Constitucional (TC), por parte del Partido de la Gente (PDG). Las otras dos cartas compitiendo -el exdiputado Gonzalo Fuenzalida y la jurista Alejandra Precht- fueron propuestos por RN y la DC, respectivamente, para llenar los cupos vacantes de Juan José Romero y Gonzalo García.
Desde el gobierno también la contactaron para que fuese nominada directamente por el Ejecutivo al Tribunal Constitucional, según consignó Radio Biobío. Ella decline, pues habría preferido ser nominada por el Parlamento para no ser asociada con ningún color político, “manteniendo así la neutralidad pública que ha mostrado a lo largo de su trayectoria”.
Después de que las candidaturas expusieron sus visiones frente a la Cámara, por 111 votos esta dejó fuera a Valladares, sin dar ninguna explicación o fundamentar adecuadamente su insólita decisión.
La votación debía ser por duplas. Y la de Fuenzalida y Precht fue respaldada por la UDI, RN, la DC, el PS, el PC y el Frente Amplio, mientras que se abstuvieron las bancadas del PPD, Evópoli, Ecologistas e independientes.
Aún queda pendiente la ratificación de ambos por parte del Senado. Y no deja de ser significativo que le toque tomar esta decisión en los días en que se eliminó su existencia en el borrador de la nueva Constitución. Como si el problema fueran las instituciones en sí y no pesaran en su buen o mal funcionamiento la calidad de sus prácticas y, por cierto, la idoneidad de sus elencos. El Tribunal Constitucional es, justamente, otra de las instituciones cuestionadas por la Convención.
Abrirle este flanco al ningunear a Valladares y darle luz verde a Fuenzalida habla de una ceguera muy peligrosa de la Cámara en un momento clave.
Partamos por lo obvio: la calificación profesional. Valladares tiene innegables méritos por sobre el exdiputado, que no tiene trayectoria constitucional. La abogada posee más de 30 años de servicio público, justamente defendiendo los valores de la República y sus cimientos más importantes en el Tricel, además de tener un postítulo en Derecho Constitucional.
Segundo: la legitimidad y el mérito. Valladares posee ambas de sobra. Alguien dijo que el Partido de la Gente era un mal “árbol donde arrimarse” y que por eso perdió. Hablaría pésimo de la Cámara que evalúe a los “padrinos” y no a las personas en su mérito para los cargos. La derecha, que ha criticado algunas designaciones del Presidente Boric como “premios de consuelo”, parece que no ve sus propias nominaciones hechas bajo este paradigma, como esta. (Esto casi fue un tándem de premios de consuelo, pues la DC primero quería nominar a Gabriel Silber, pero lo cambió por la jurista y académica Precht, con reconocimiento y trayectoria en la materia).
Tercero: la capacidad de generar aceptación transversal y así fortalecer las instituciones, en un momento tan complejo. Fuenzalida ni siquiera posee el apoyo completo de su propio sector.
Como dijo el expresidente de RN Mario Desbordes: “Si querían dañar al TC, y llevarle agua al molino de los que buscan eliminarlo, la cámara ha hecho el mayor servicio. Dejan fuera una gran carta, y proponen a un exdiputado recién derrotado en su reelección. Ni hablar del daño a la imagen del Congreso. Y después nos quejamos”.
Parte de la derecha, de modo irresponsable, se está dando un festín con los errores del gobierno, tratando de sacar ventaja de sus problemas de gobernabilidad. Pero si quieren cuestionar la administración Boric o el actuar de la Convención, partan por medir con la misma vara la inconsistencia de sus propias decisiones, como fue proponer y ratificar en la Cámara a Fuenzalida.
Aún falta la decisión del Senado, que debe ser por 2/3. En este momento complejo de su historia bicentenaria, es de la mayor relevancia que los y las senadoras piensen y actúen en términos republicanos.
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