Columna de Ricardo Lagos: El camino del equilibrio entre dos gigantes
La frase del Presidente Gabriel Boric fue breve, pero reflejó la aspiración de muchos países en el mundo, especialmente de aquellos pertenecientes al llamado Sur Global: “Europa, América Latina y el Caribe no quieren depender de nadie. Ni de Estados Unidos ni de China”.
La idea de la no dependencia –o, mejor dicho, de la autonomía– tiene una larga historia en la narrativa política latinoamericana. Fue tema central de los estudios y aportes de la Cepal desde su origen. Ahora, en el siglo XXI, la afirmación del mandatario chileno convoca a entender las interdependencias mucho más complejas que están reconfigurando el escenario internacional. Es cierto, China y EE.UU. son hoy las dos economías más poderosas del planeta, pero eso no determina que su confrontación tenga las mismas características que llevaron a la Guerra Fría entre Washington y Moscú. Y justamente porque el escenario es complejo y multipolar, cabe tener buenos socios para avanzar en esa autonomía.
Ahí es donde corresponde valorar la III Cumbre Unión Europea - Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) que tuvo lugar recientemente en Bruselas. El encuentro volvió a realizarse después de ocho años y esa sola circunstancia da valor a la cita. Porque, más allá del debate de cómo calificar la invasión de Rusia a Ucrania –donde Chile tuvo una posición inequívoca de condena– hubo muchas otras concordancias. La visión respecto a la democracia, al multilateralismo, a los desafíos de la sociedad global, a los cambios climáticos, demostraron que es posible una asociación estratégica entre los dos continentes para profundizar sus relaciones en el futuro.
El desafío principal es cómo. Por una parte, consolidar lo propio, lo común entre ambas partes. Por otro, mirar, pensar y resolver juntos una cierta autonomía estratégica en medio de un mundo donde la geopolítica se está tomando la revancha sobre la economía. La mal llamada “Guerra Fría” entre EE.UU. y China tensiona de manera permanente el tablero global. Por eso, si cambia el ministro de Relaciones Exteriores en China, es una noticia importante para todo el mundo, sobre cuyo significado y alcances surgen diversas especulaciones. Si EE.UU. muestra mejores indicadores, donde su economía parece no caer en recesión, también es noticia global.
Hoy, las economías de EE.UU. y China concentran el 40% del PBI global y mantienen un grado de interrelación imposible de ignorar. Escapar a la tentación de una Trampa de Tucídides es la prueba de fuego permanente para sus líderes, quienes, ante estas tensiones, hasta el momento, han optado por mantener la comunicación abierta. Por eso, la Secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, fue a Beijing, y hace pocos días Wang Yi, ahora diplomático número uno de China, volvió a reunirse con el Secretario de Estado, Antony Blinken, en Indonesia. Y todo eso pensando en crear el mejor escenario para el encuentro de los presidentes Joe Biden y Xi Jinping en la cumbre de APEC en San Francisco, en noviembre. Una cita donde todos los participantes, también Chile, esperarán algunas señales positivas de los dos líderes sobre el devenir del mundo.
Los desafíos son múltiples. América Latina continúa teniendo enormes problemas de desigualdad y violencia, a los que la UE podría colaborar para hacer frente. En tanto, la UE sabe que para enfrentar al cambio climático y sus devastadoras consecuencias debe mirar a América Latina, región que posee el 90% de las reservas mundiales del litio –elemento fundamental para almacenar las energías renovables– y la mitad de la biodiversidad del planeta. Estas realidades enmarcarán la próxima reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la UE con sus pares latinoamericanos y caribeños, en septiembre, en Santiago de Compostela. Lo que desde ya es un buen paso, ya que es primera vez que ocurre. A la vez, cabe trabajar juntos en la interacción cultural porque allí subyacen las confianzas mutuas para transformar la educación, la igualdad de hombres y mujeres, la relación entre ciudadanía y poder político, los nuevos referentes de un desarrollo sustentable en la Era Digital.
Si EE.UU. y China serán potencias dominantes en el siglo 21 –una especie de G2-– Latinoamérica y la UE tienen el desafío de articular con urgencia una voz común para sus vínculos con el Sudeste Asiático. Allí, más allá de la fuerte relación con China, Japón y Corea, hay países como Singapur o Tailandia que están creciendo enormemente en términos económicos y que se perfilan como grandes socios comerciales. Pero también hay novedades como el ingreso de Reino Unido al TPP11 nación que, si bien ya no pertenece a la UE, nadie puede ignorar su peso en el antiguo continente.
En mayo del año pasado el Presidente Cortizo, de Panamá, señaló: “EE.UU. es el socio más estratégico de Panamá, pero China es el segundo principal usuario del canal”. Un dato de la realidad que a ese país como a varios en la región, incluido Chile, le obligan a buscar la autonomía para equilibrarse y defender su propio desarrollo. En esa tarea resulta prioritario tener a la UE como socio cercano dado el complejo escenario global. Es un abrazo político de beneficio mutuo. Y hacerlo con una agenda de temas concretos, con metas claras y compromisos realizables. Esas cosas que la gente entiende y ve como un avance que llega a sus vidas cotidiana. En eso, europeos y latinoamericanos pueden hacer en conjunto lo que es más difícil hacer con otros.