Columna de Ricardo Lagos: ¿Estamos más cerca de una gran guerra o de la paz?
El apoyo bélico a Ucrania surgió con fuerza en la conferencia en Múnich, pero también allí se abrió la posibilidad de un acuerdo de paz con los anuncios de China. Eso no será tarea fácil, especialmente tras los contenidos casi delirantes del presidente Putin en su cuenta anual.
El tablero internacional se está moviendo muy rápido. Mucho más allá de las reuniones bilaterales y las conferencias internacionales, las sorpresas marcan el devenir geopolítico del mundo. Por eso, cabe estar muy atentos porque, aunque no estemos directamente involucrados en la guerra, los efectos serán planetarios si la locura por la confrontación nuclear se impone. Nada puede ser más perturbador que escuchar a Vladimir Putin declarar que suspende su participación en el pacto nuclear con Estados Unidos, el llamado Nuevo Start. A su vez, Joe Biden, presidente de Estados Unidos, diciendo que el riesgo de un Armagedón nuclear está en su nivel más alto en 60 años por las amenazas de Putin.
Ocurre que estamos a la deriva y en un escenario muy frágil: Europa en guerra con migración de millones y destrucción total en escenas que suponía del pasado, mientras el gas se convierte en sinónimo de crisis; Rusia aislada, aunque aún en diálogo con China y, en cierta forma, también con India; Estados Unidos y la Unión Europea más fuertemente entrelazados y agrandando a la OTAN, cruzando a la vez amenazas con China. Esta realidad internacional nos obliga a desarrollar estrategias para actuar hábilmente en un mundo totalmente desconocido y, sobre todo, impredecible.
Hace pocos días tuvo lugar la Conferencia de Seguridad de Múnich; ese encuentro anual que se realiza desde 1963 y que aborda la política de seguridad Internacional. Durante décadas esta Conferencia, que convoca a Ministros de Relaciones Exteriores, de Seguridad, Premios Nobel, académicos y políticos de renombre internacional, se ha convertido en el foro independiente más importante para hablar cara a cara y con franqueza sobre la seguridad entre países y potencias. Este año la Conferencia de Múnich se realizó, por primera vez en décadas, con una guerra en Europa como telón de fondo y en plena escalada de tensión entre Washington y Pekín.
El Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y su homólogo chino, Wang Yi, aprovecharon esta reunión para encontrarse y analizar con crudeza el deterioro de sus relaciones, marcado por graves intercambios de acusaciones y advertencias. Mientras Antony Blinken fue muy claro en advertir a su par que no aceptarán violaciones al espacio aéreo de Estados Unidos, Wang Yi respondió que no aceptarán respuestas “histéricas” como lo fue derribar el globo sonda que China lanzó y llegó al espacio aéreo norteamericano porque “se desvió por error con el viento”. Blinken también advirtió que un envío de armas letales chinas a Rusia tendría consecuencias muy serias para los vínculos entre Washington y Beijing. Wang volvió a reiterar, como lo hizo también en la conferencia, que aquello no estaba en los planes de China.
Ese fue el relato predominante en la información internacional, pero en ese encuentro hubo novedades de mayor trascendencia. Blinken señaló que su suspendido viaje a China tendría lugar en algún momento en el futuro y que, con este encuentro, se reanudaba el diálogo entre ambos países, por duro que fuera. Wang Yi, por su parte, trajo una novedad, compleja en el escenario actual, pero muy importante: China está dispuesta a actuar en la búsqueda de una solución política a la crisis Rusia-Ucrania. “Cuanto más compleja sea la situación, mayor será la necesidad de mantener la cabeza fría y el pragmatismo”, dijo Wang, quien enfatizó que China está dispuesta a unirse a todas las partes y continuar los esfuerzos para lograr la paz en una fecha próxima. Y luego se trasladó a Rusia para entrevistarse con Putin, muy necesitado de esta visita en medio de su creciente soledad internacional. Una soledad ratificada esta semana con la nueva condena aprobada abrumadoramente en la Asamblea General de la ONU: solo seis países acompañaron a Rusia en el rechazo, por América Latina únicamente Nicaragua.
Mientras Estados Unidos y China parecieron dar un cauce a sus diferencias (siempre con el trasfondo de Taiwán latente), los participantes de la Unión Europea acordaron apoyar a Ucrania con todos los recursos que sean necesarios para que gane esta guerra y prevalezca como nación soberana e independiente. En el marco de esa declaración de principios, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sorprendió al mundo visitando Kiev durante seis horas, entregando así su total respaldo a la lucha del Presidente Zelensky y a su pueblo. Sin duda, un apoyo lleno de simbologías.
Días antes, un poco más lejos, en el Ártico, la región escandinava compuesta por los países nórdicos se reunió con el Secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, para definir estrategias en conjunto ante la amenaza expansiva de Putin. En este encuentro Stoltenberg señaló que la Unión Europea no puede estar vulnerable y depender de la conducta de países como Rusia para contar con productos de primera necesidad o combustible como el gas. Todo esto en medio de los nuevos desafíos ya identificables en la ciberseguridad.
En medio de eso, la pregunta fundamental es ésta: ¿Estamos caminando hacia tiempos de guerra o tiempos de paz? Porque el apoyo bélico a Ucrania surgió con fuerza en la conferencia en Múnich. Pero también allí, tras los fracasos previos, se abrió la posibilidad de un acuerdo de paz con los anuncios de China. Esa no será tarea fácil, especialmente cuando se conocen los contenidos insólitos del presidente Putin en su cuenta anual ante la Asamblea Federal: según él, Occidente quiere eliminar a Rusia (el país más extenso del mundo); y vive una crisis de valores, socavado por la depravación más absoluta. Y, simultáneamente, el presidente Biden se reunía en Varsovia con los nueve líderes del “Grupo de Bucarest”, los países orientales de la OTAN, antiguos aliados de lo que fue la Unión Soviética. Es al parecer, el regreso de la Guerra Fría.