Columna de Ricardo Lagos: Protección de los océanos, la única opción viable
El camino del siglo XXI no puede ser otro sino el del multilateralismo. Ahí están los avances logrados para salvar y proteger nuestros océanos, esa inmensidad que nos reclama pensar como humanidad respecto del futuro.
Detener el calentamiento global para evitar que la Tierra sea, en muy pocas décadas, un espacio inhabitable para el ser humano, es el principal desafío que tiene la humanidad. Cuando hablamos de crisis climática pensamos en la tierra, en las sequías, en la atmósfera, en la capa de ozono. Pero, ¿qué pasa con los océanos? Los océanos son esa inmensidad que cubre más del 70% de la superficie del globo y de la cual solo un 1% está protegida. Su importancia cobra aún mayor peso cuando nos enteramos de que entre un 50 % y un 80% de la vida en la Tierra se encuentra bajo el océano.
De acuerdo al Tratado Derecho del Mar, firmado en 1982 por los países miembros de las Naciones Unidas, todos los estados con costa tienen derechos de exploración y usos de los recursos marinos en la denominada “Zona económica exclusiva”, que se extiende desde la línea base hasta las 200 millas náuticas (370,4 kilómetros) de la costa del país correspondiente. De ahí en más, el océano es de todos, aunque los depredadores –allá en la alta mar– dicen que es de nadie.
Esta enorme masa acuática es actualmente explotada de manera espontánea y totalmente arbitraria por enormes barcos, que en realidad son factorías que realizan pesca ilegal, procesan los alimentos y venden los productos en alta mar, sin pagar impuestos, sin facturarle a nadie, sin dar cuenta de la forma de explotación que realizan ni mucho menos de sus ganancias. En este “mar de nadie” los buques factorías están diezmando el ecosistema marino; amenazando el manejo sostenible de los recursos y poniendo en peligro el sustento de los pescadores y sus comunidades en países en desarrollo. Se mueven sin pausa en aguas internacionales, sin leyes que restrinjan su quehacer, evitando que la flora y fauna marina se regenere y sin control de procedimientos. Sean de donde sean, es hora de decirles basta y de fijarles reglas.
Es por eso que cabe valorar los avances multilaterales logrados en el último tiempo. En junio del año pasado, de manera paralela a la Cumbre de las Américas, nueve países con costas que dan al Pacífico acordaron un plan de protección oceánica que busca crear corredores marinos protegidos desde la Patagonia hasta Alaska y trabajar en conjunto para proteger al menos el 30% del Océano Pacífico para 2030. Una verdadera “lucha por la supervivencia”, liderada por el presidente Gabriel Boric, que también tiene el respaldo de Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, Panamá, Canadá, México y Perú. Al momento de la firma, el mandatario chileno señaló la importancia de ese diálogo: “Tengo la profunda esperanza que coaliciones como ésta nos van a permitir avanzar a buen paso hacia la meta de objetivos de desarrollo sostenible. Desde el continente americano queremos alzar nuestras voces, dar el ejemplo y lanzar una iniciativa en la que se sumen más países porque somos altamente vulnerables a las crisis climáticas”.
Además, en marzo de este año, se recibió con entusiasmo la firma del histórico Tratado para la Conservación de la Biodiversidad más allá de las áreas de Jurisdicción Nacional (BBNJ por sus siglas en inglés). Detrás hubo un trabajo persistente, iniciado en 2004, y ahora más de 50 países se comprometieron a proteger aquellos océanos del mundo que se encuentran fuera de la jurisdicción de los estados nacionales. El tratado busca transformar el 30% de los océanos del planeta en áreas protegidas, con recursos específicos para la conservación marina. No es todo ni están todos, pero es un gran avance. En palabras del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, este tratado “es una victoria para el multilateralismo y para los esfuerzos globales por contrarrestar las tendencias destructivas que enfrenta la salud de los océanos”. Chile ha hecho saber su alto interés en tener aquí la Secretaría del tratado, porque ello reforzaría el compromiso histórico del país cuando se trata de avanzar en la gobernanza de los océanos.
Por otra parte, está la labor y responsabilidad de la Alianza del Pacífico. Esta unión, que nació desde este lado del Océano, la otra orilla de una gran cuenca para el desarrollo del futuro, fue concebida como un mecanismo regional innovador y visionario, coherente con el modelo de desarrollo y la política exterior de sus países miembros. Más allá de la diversidad política de sus gobiernos, Chile, Colombia, México y Perú, se propusieron trabajar para profundizar la integración y definir acciones conjuntas para la vinculación comercial con los países asiáticos de la cuenca del Pacífico. Sin embargo, en esta orilla ha surgido un problema: México, con respaldo de Colombia, y anteponiendo confrontaciones ideológicas, se ha negado a traspasar la Presidencia Pro Tempore a Perú, socavando las posibilidades de integración, como ocurrió con Unasur. Es necesario impulsar el máximo de los esfuerzos diplomáticos para superar la crisis. Se trata de un proyecto exitoso, con Ecuador y Singapur como países asociados, categoría que también desean Australia, Canadá, Corea del Sur y Costa Rica, en tanto ya se suman 55 Estados observadores. Pese a las pugnas políticas que hoy la afecta, las diversas redes de trabajo que dan sostenimiento social a la Alianza no han detenido su tarea. Es como si dijeran a sus gobernantes: por favor no perdamos esta oportunidad, el Océano Pacífico nos espera con todo su potencial.
El camino del siglo XXI no puede ser otro sino el del multilateralismo. Ahí están los avances logrados para salvar y proteger nuestros océanos, esa inmensidad que nos reclama pensar como humanidad respecto del futuro. Nuestros desarrollos regionales, las buenas políticas para explotar de manera sustentable nuestros recursos naturales, las respuestas frente al cambio climático y los avances en la economía verde, todo eso nos convoca a una sola actitud: avanzar hacia un camino común. Cualquier otro camino no es una opción viable.
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