¿Cuentos de hadas o bolsas de gatos?
La semana pasada fuimos una vez más testigos de cómo avanza el deterioro institucional de Chile. El maridaje entre política y violencia se expresó de forma nítida con la instalación de la Convención Constituyente y el inmediato intento por sobrepasar sus propias atribuciones. Ello al impulsar la impunidad para quienes eufemísticamente denominan “presos de la revuelta” pero que no son sino imputados que deben enfrentar a la justicia por graves hechos delictivos perpetrados.
La resolución adoptada no guarda relación con el cometido constitucional. Se trató de un acto patentemente nulo a la luz de la Constitución vigente, que en su artículo 7° impide a cualquiera atribuirse, “ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes”. No se puede soslayar lo anterior invocando una acción discursiva con intencionalidad política. Aquello lisa y llanamente no es el propósito de la Convención y la desviación ab initio de sus objetivos deslegitima su accionar.
A lo anterior cabe agregar un preliminar asambleísmo en el accionar de los constituyentes que evoca ciertas prácticas de los movimientos estudiantiles y universitarios que es necesario abandonar si existe el genuino deseo de avanzar a una nueva Carta Fundamental. Tal fue el arrebato inicial que incluso el ex Presidente uruguayo José “Pepe” Mujica expresó su temor a que la Convención se transforme en una “bolsa de gatos”. La nueva Constitución requiere de un proceso de deliberación, estudio y consenso sereno y racional para asegurar su éxito. Si prima el revanchismo y este espíritu confrontacional, se caerá en el embrujo de que cada uno posea una voz especial que deba ser oída ignorando las restantes voces. En palabras de Bret Easton Ellis ello es en esencia fascista y conduce a un callejón sin salida, en el que se crea una burbuja propia que refleja únicamente aquello con lo que cada uno se conecta e identifica. Se trata de “una suerte de narcisismo demente” que juzga a los demás a partir de su propia y pequeña utopía.
Por lo mismo, quienes ven con esperanza el proceso deben confrontar esta pulsión bárbara en que se desprecia la humanidad de los otros, que quedó en evidencia con el acoso a constituyentes prudentes y moderados que fueron desplazados hasta la triste irrelevancia.
Freud afirmaba que quienes “prefieren los cuentos de hadas hacen oídos sordos cuando se les habla de la tendencia innata del hombre a la “maldad”, a la agresión, a la destrucción, y por lo tanto a la crueldad”. Probablemente el optimismo chocó frontalmente con la realidad, que trizó la confianza de una enorme cantidad de ciudadanos que con su voto favorable apoyaron el proceso constituyente. La magia del proceso electoral se desvaneció como en un cuento de hadas ante la violencia e intolerancia.
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