Derechos humanos ayer, hoy y siempre
Hoy es el Día Internacional de los Derechos Humanos, en el que se conmemora la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1948.
Qué necesario e importante resulta recordar la existencia y vigencia de esta Carta, que busca que todo Estado, pueblo o nación se inspire en ella y propenda a la defensa, promoción y respeto de los derechos y libertades que consagra. Y no solo a nivel institucional, sino que nos obliga a todos como ciudadanos.
Desde el año pasado, lamentablemente en nuestro país, se han sucedido vulneraciones graves a los derechos humanos, cometidas por agentes del Estado en contra de ciudadanos, muchos de ellos heridos graves o mutilados. Los informes de los organismos internacionales unívocamente así lo constataron. Avances –en más de un año- en los problemas detectados, pocos. Solo algunos cambios en protocolos policiales, ningún esfuerzo en la reparación; jóvenes en prisión preventiva por largos periodos, transformando una medida cautelar en castigo.
Las “armas menos letales” con uso de perdigones han sido reemplazadas por el agua que lanza el carro policial, pero con el mismo resultado: jóvenes que se manifiestan y que resultan con lesiones graves, ahora quemaduras. Se vulnera el derecho a la manifestación pacífica, se violan libertades individuales y se atenta contra la vida y la integridad física de manera constante.
No podemos normalizar estos graves hechos. La Constitución garantiza derechos y todos y todas estamos llamados a ser defensores de ellos.
Y en medio de la discusión de una nueva Constitución, vemos otras vulneraciones en curso, esta vez respecto de los pueblos originarios. Seguir discriminándolos y dejándolos fuera de la discusión del país que queremos construir. Mezquindades políticas con calculadora en mano para impedir mayor participación ciudadana y la inclusión de sectores importantes de nuestra población.
Hablar de derechos humanos nos lleva a enfrentar el pasado, a honrar a las víctimas de la dictadura, a exigir verdad y justicia. A que nunca más sea realidad en nuestro país, que sea una aspiración transversal, de todo chileno y chilena. A buscar justicia y reparación para quienes han sido dañados por el Estado durante la protesta social. Y nos hace enfrentar el futuro para abordar el Chile que queremos.
Un Chile que consagre derechos sociales, económicos y culturales, donde prime la solidaridad y donde la igualdad ante la ley sea realidad; un Chile inclusivo, donde todos respetemos y defendamos el derecho a la vida, a la integridad física y síquica, sin permitir interpretaciones ni excepciones.
La pandemia nos ha mostrado el Chile real, la desigualdad cruda, la falta de oportunidades para muchos de nuestros compatriotas, donde el solo esfuerzo individual no basta.
Tenemos la posibilidad histórica de construir una nueva Constitución democrática y que nos permitirá dar total aplicación a los preceptos de la Carta de Derechos Humanos; en lo esencial, remontarnos al antiguo “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, hoy tan vigente como hace más de 200 años.
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