Electromovilidad y crisis climática

electromovilidad

Por Gonzalo Muñoz Abogabir y Daniel Vercelli Baladrón, socios co-fundadores de Manuia

La crisis ambiental y climática que hoy vivimos nos ha traído nuevos retos y también, distintos enfoques a la hora de enfrentarlos. Cómo reducir los gases contaminantes a gran escala y así evitar el sobrecalentamiento del planeta es la pregunta que ronda en las mentes de autoridades gubernamentales, investigadores, científicos, emprendedores, inversionistas y ambientalistas de todo el mundo. Dentro de las alternativas sustentables disponibles, hay una que ya es absolutamente imparable, la  electromovilidad. Y como muestra de su aceleración, está la reciente determinación de la Unión Europea: dejar de vender motores de combustión interna a contar del año 2035.

La gran ventaja de la electromovilidad es que utiliza la electricidad como fuente de energía, es decir, no incurre en el uso de combustibles fósiles en el vehículo (gasolina, diésel, gas) y por lo tanto, no produce emisiones directas de CO2, toda vez que los sistemas de producción eléctrica también están avanzando en todo el mundo hacia la descarbonización y eso se debe en gran parte gracias a la competitividad adquirida por los sistemas renovables, principalmente solares y eólicos. Además, los vehículos eléctricos pueden ser desde 5 a 7 veces más eficientes que los de combustión interna, y tienen menores costos de operación y mantención. En definitiva se trata de un costo total de propiedad (Total Cost of Ownership en inglés) muchísimo menor para el usuario, la empresa, o persona dueña de los vehículos.

Hace unos días asistimos al lanzamiento de un nuevo modelo de auto eléctrico disponible en Chile, llevado a cabo en el Museo de la Electricidad, en Santiago. Recorriendo el museo caímos en cuenta de que, contrario a lo que pudiera pensarse, en Chile este no es un concepto nuevo. De hecho, la electromovilidad empezó a impulsarse en el país hace más de un siglo a través de los tranvías que recorrían el centro de Santiago y luego se ampliaron hacia otras ciudades. En esa época, la electricidad ayudó a mejorar y optimizar el sistema de transporte y también fue útil para resolver un gran tema ambiental: los tranvías anteriores eran tirados por caballos, quienes dejaban “residuos” por las distintas calles de su recorrido, generando pestilencia e infecciones. Los tranvías eléctricos transformaron la industria y hoy, más de 100 años después, la electromovilidad reflota como una opción que nos ofrece un mejor sistema de transporte, y lo hace también desde un rol amigable con el medio ambiente.

Por eso, lo que estamos viendo en la actualidad es el aumento en la producción y disponibilidad de buses, vehículos de reparto y automóviles 100% eléctricos, todo en un contexto donde tenemos la imperiosa necesidad de dar un giro hacia un planeta más limpio y sustentable usando opciones de transporte con cero emisiones, y protagonistas de un futuro electrificado que puede estar cada vez más cerca.

Porque ese es otro factor relevante: Chile cuenta desde el año pasado con una estrategia nacional de electromovilidad que tiene por objetivo facilitar el desarrollo acelerado y sostenible del transporte eléctrico desde una perspectiva integral, global y participativa. Entre los ejes de trabajo se encuentran los medios de transporte sustentables y su respectivo financiamiento, donde figuran medidas de fomento al transporte con cero emisiones, prioridades para la economía circular y la habilitación de nuevas tecnologías en el área. Por último, cabe mencionar que a los diversos desafíos que representa esta agenda,  (infraestructura compleja para la red de carga, autonomía y durabilidad de baterías, entre otros), se abren tremendas oportunidades en materia de opciones de retrofit y digitalización en la gestión dinámica de la carga, carga inteligente según necesidad real, tarifa y origen de la electricidad.

Si tenemos como meta convertirnos en un país carbono neutral a más tardar hacia el año 2050, es fundamental que trabajemos desde ahora con herramientas que nos ayuden a conseguir este objetivo. En el caso de la electromovilidad, vemos una tremenda oportunidad de transformar nuestro sistema de transporte público y privado, y reenfocarlo hacia una ruta más sustentable desde un punto de vista económico, social y ambiental.

A veces es necesario mirar hacia el pasado para sacar lecciones y avanzar con mayor fuerza hacia adelante. El transporte eléctrico es el ejemplo más palpable de cómo la energía puede ser una solución a los problemas que alguna vez vivió el país y que hoy también podemos resolver con una propuesta adaptada a los tiempos actuales.

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