Gambito de alfiles
Ayer se realizó el octavo cambio de gabinete desde que el Presidente Sebastián Piñera asumió su segundo mandato. Ello, si sumamos los otros tres movimientos donde, tras sus respectivas renuncias, se reemplazó a Jaime Mañalich por Enrique Paris en Salud, a Marcela Cubillos por Raúl Figueroa en Educación y a Macarena Santelices por Mónica Zalaquett, en la cartera de la Mujer.
Este nuevo reacomodo de piezas busca, sin duda, resolver el complejo cuadro que, a 20 meses del fin de su gestión, muestra a un Ejecutivo en su mayor y más grave punto de debilidad política y de rechazo ciudadano y con ostensible distanciamiento del afecto y apoyo de los partidos y seguidores de su propio sector. Esto a lo menos se desprende de los cambios realizados, si se toma en consideración que los nuevos nombres expresan, entre otras cosas, que la aparición de Pérez en Interior es un guiño contundente al sector duro de la derecha y que la designación de Allamand a RR.EE. y de Desbordes a Defensa, es un intento de desactivar la disputa que amenazaba con estallar en RN entre la llamada derecha social y el sector más conservador de ese partido. Así, en el gabinete se expresa hoy de manera más clara la presencia de las personas de confianza de los partidos de Chile Vamos.
Cabe preguntarse si con este nuevo elenco, el Primer Mandatario logrará dar un vuelco a un escenario que solo suma interrogantes para el futuro y que tendrá en el plebiscito de octubre su primera gran prueba. Lo que sí está claro es que la conformación del Comité Político entrega una señal inequívoca de que el gobierno se inscribirá en la línea del Rechazo en esa consulta y de fortalecimiento de la línea más dura que el sector conservador venía demandando desde hace mucho rato.
¿Podrá esta nueva conformación del gabinete modificar la conducta de un Presidente que suele ser omnipresente en cualquier materia y que exhibe un excesivo protagonismo comunicacional? La respuesta a estas preguntas no demorará en llegar con la nutrida agenda pública de los próximos meses.
Ahora, si algo pudiese haber ayudado a generar un cambio en la relación gobierno-ciudadanía era que, frente a los complejos desafíos en ciernes, el Primer Mandatario hubiera optado por modificar el diseño. Eso obligaba a buscar un gabinete con mayor capacidad de escucha, más dialogante y con capacidad de integración de sensibilidades a favor de fortalecer el camino de la estabilidad política e institucional. Lamentablemente, el Presidente Piñera parece haber optado por efectuar un cambio orientado a resolver la crisis interna del sector, en un momento en que las principales dinámicas se darán en el ámbito de lo público. Así las cosas, no hay razones para esperar que la convergencia, los acuerdos o el diálogo nacional vayan a tener un espacio razonable en un escenario particularmente difícil en materia económica, social y política.
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