La hora de las convencionales
Miriam Henríquez es Decana de la Facultad de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado y profesora de Derecho Constitucional.
Tras el triunfo del Apruebo y la Convención Constitucional se inicia formalmente un proceso que, por primera vez en la historia de Chile y del mundo, asegurará a las mujeres sentarse a la mesa en la que se debatirá, dialogará, y consensuar las bases de nuestra convivencia futura en la misma medida que los hombres.
Es indudable que una de las principales razones que tuvo la ciudadanía para votar ampliamente por la Convención Constitucional es su integración paritaria, una representación reflejo de nuestra sociedad conformada por hombres, pero mayoritariamente por mujeres. Para honrar la voluntad expresada en las urnas, las convencionales deben tener un rol clave en el proceso y el enfoque de género debe ser considerado al delinear cada contenido constitucional.
El rol protagónico implica, por ejemplo, que las convencionales no solo integren el órgano y las comisiones temáticas de la futura Convención, sino que las dirijan; que formen parte no solo de las comisiones vinculadas con los derechos que, por sesgo, se atribuyen al conocimiento de las mujeres, sino que compongan también las vinculadas a la organización territorial y funcional del poder; que conformen no solo las instancias que escriban el texto constitucional, sino que también las que se dispongan para resolver los posibles desacuerdos. Porque si bien las mujeres pueden sentir la responsabilidad de destacar los intereses que las atañen al género, no son sus únicas preocupaciones. Además, estos asuntos deben ser abordados por todos los convencionales.
Por otro lado, todo indica que las convencionales electas serán un grupo heterogéneo, con distintas ideologías, condicionadas por alineamientos de clase, culturales, religiosos u otros. Sin embargo, esa diversidad no dificultará que las constituyentes lleven al debate sus propias experiencias de vida y sus trayectorias compartidas. Si estas experiencias no son suficientes para constituir intereses comunes de género, sí pueden transformarse en el comienzo para la elaboración de una perspectiva crítica sobre las prioridades de la agenda política.
En tal sentido, es probable que las convencionales concuerden que la Constitución establezca la igualdad sustantiva y la no discriminación, el derecho a la equidad salarial y a vivir una vida sin violencia. En cuanto a la regulación del poder, es posible que las convencionales tengan presente que su actual estructura es causa de la discriminación y, por lo tanto, que su redefinición es una vía de solución. Y así propongan mecanismos para que la futura Carta asegure la integración paritaria, fundamentalmente de los órganos de elección popular. Solo una Constitución con perspectiva de género permitirá construir una sociedad más democrática, incluyente y sostenible.
El llamado, entonces, es a que las mujeres sean candidatas a la Convención, colmen los espacios constituyentes sin sesgos de género, representen las demandas de las mujeres o al menos las prioricen. Porque hoy es la hora de las convencionales.
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