Necesidad de una mirada distinta
Por Nicolás Birrell, director ejecutivo Desafío Levantemos Chile
Definitivamente hemos perdido la capacidad de asombro. Estamos presos de slogans y fantasías que se han apoderado del debate público y se han instalado como falsas verdades a vista y paciencia de todos. Nos hemos ido dejando llevar por la corriente, aceptando y banalizando la violencia, los saqueos y el terrorismo. Existen cada vez más territorios en donde el imperio de la ley es solo ilusorio y sus habitantes están a la deriva, cual náufragos esperando un salvataje que no llega. Lo que antes era excepcional y nos conmocionaba, hoy es una triste regla general.
Nos hemos ido adormeciendo, anestesiando de a poco; llenándonos de eufemismos y frases para la galería, pero sin una pizca de sustento racional. Abundan los dueños de la verdad, vestidos de una aparente superioridad moral que solo esconde una ceguera frente a los hechos, la historia y la evidencia, que desconcierta. Pareciera que las propuestas y programas han sido reemplazadas por acusaciones cruzadas y ataques arteros en que lo único que se busca es la cuña, los 10 segundos de pantalla, la complacencia del incansable consumidor digital o el titular sensacionalista. Atrás quedaron los días en que debatíamos ideas y propuestas país, respetando las diferencias y con altura de miras. Poco y nada de eso queda en los días que corren. Y si nos ilusionamos con que ciertos procesos -anhelados por la gran mayoría de los ciudadanos- nos llevarían a espacios de mejor convivencia, a construir una sociedad de mayores oportunidades y a nivelar hacia arriba, me temo que vamos en la dirección contraria.
Dudo que alguien se atreva a negar que nuestra sociedad -y el mundo en general- padece de unas inequidades e injusticias escandalosas. Es cuestión de recorrer un par de kilómetros y lo anterior salta a la vista. Pero otra cosa es el querer destruirlo todo sin reconocer ni apreciar nuestros tremendos logros, avalando cualquier medio, la mayoría de las veces violento, con tal de conseguir un fin superior muchas veces cuestionable. Es aquí donde creo que radica la raíz de nuestro problema. Estamos confundidos por un ánimo de transformación y cambio mal encauzado. Hemos olvidado aquello que buscábamos, la causa por la cual llegamos donde estamos y nos vemos hoy estancados en soluciones parches sin visión de largo plazo. Nos hemos polarizado en extremo y la violencia en nuestros debates y manifestaciones solo invalidan una lucha que comenzó buscando justicia y ha terminado por relegarla.
Ya lo apuntaba un editorial de un diario extranjero, titulada: “La Tragedia Chilena”. Señalando que incomprensiblemente nadie, ni en la Convención Constituyente ni el proceso electoral reivindicase las tres décadas de mejor desempeño económico social y político de la historia chilena. Se infiere que, cualquier cambio de importancia y que pretenda sostenerse en el tiempo, debe necesariamente recoger, aceptar y asimilar aquello que nos hizo avanzar y, desechar y enterrar lo que nos estancó y dividió.
Así, es necesario mirar con perspectiva y a largo plazo ambas caras de la moneda, no vaya a ser cosa que los slogans, la cuña efectista y el populismo desatado se vaya a instalar para siempre en este increíble país que hemos construido y que, de a poco, por querer rearmarlo de un modo frenético terminemos por derribarlo a un paso que preocupa y muchas veces asusta. Es tarea de nuestros líderes recobrar el sentido y dejar atrás mezquinos cálculos políticos cortoplacistas y priorizar el bienestar de este extraordinario país.
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