Pertinencia de realización del Simce
Es valioso contar con información sobre qué áreas de aprendizaje se han visto resentidas producto de la suspensión de clases, pues ello orientará mejor los esfuerzos de apoyo a los estudiantes.
La semana pasada se anunció que este año, producto de la pandemia y sus secuelas en el desarrollo normal de las clases, se decidió suspender las consecuencias asociadas a las pruebas Simce. Esto significa que su aplicación no irá destinada a clasificar a los colegios en niveles de desempeño y que sus resultados no se utilizarán en lo relativo a su dimensión sancionatoria para las escuelas con mal desempeño reiterado.
En cambio, el objetivo de la prueba este año será el de realizar un diagnóstico sobre la situación en que se encuentran los aprendizajes de los alumnos. Si bien se presume que durante estos meses sin clases presenciales se ha producido un deterioro o estancamiento, es importante determinar con exactitud cuáles son las áreas y contenidos en los que hay más retraso y de qué manera se han visto afectados los distintos establecimientos, regiones, sectores y alumnos. Pues, tal como se viene señalando, es posible que la suspensión de las clases presenciales no haya impactado a todos por igual: mientras algunos han podido adaptarse de mejor manera al sistema de clases remotas, quienes poseen menos medios en el hogar han experimentado más dificultades para continuar con su proceso educativo. Asimismo, podría haber excepciones que sin una medición objetiva es imposible conocer con certeza. Ello exige tener un diagnóstico preciso, que ayude a planificar de qué manera se retomarán los contenidos y se priorizará el currículo, así como la forma en que se llevarán a cabo los planes de nivelación que el Ministerio ya ha anunciado.
El sistema escolar chileno ha tenido avances significativos en términos de cobertura en las últimas décadas. Así también, hasta el año 2012 se registraron avances en el desempeño de los alumnos en pruebas como el Simce y PISA. Sin embargo, a partir de ahí se registra un importante estancamiento en las evaluaciones, junto con un preocupante retroceso en materia de asistencia escolar. Ello quedó de manifiesto con el mes y medio de clases que perdió el sistema escolar el año pasado producto de los paros y la violencia -que se eleva a dos meses en el caso de la educación pública-. El temor a la deserción, especialmente en la enseñanza media, hoy acecha y entre las formas que hay de enfrentarla y evitarla, está precisamente el tener claridad respecto a los estudiantes que se están quedando atrás y que por lo tanto se encuentran en riesgo de abandono.
El objetivo en esta oportunidad es que la realización del Simce no sea vista como una amenaza ni como una preocupación para la escuela y los estudiantes, sino como una oportunidad para retroalimentar las decisiones que se tomen respecto al proceso de retorno a las aulas, sirviendo además como valioso insumo para saber desde ya qué áreas deberían reforzarse el próximo año. Si bien es cierto que las condiciones para su rendición no serán las ideales y que de hecho aún la Agencia de Calidad deberá definir la fecha para su realización, cabe no perder de vista que la mejor forma de tomar decisiones es con información.
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