A proteger los fiordos de Caleta Tortel

Un científico alemán sostiene que en los fiordos de Caleta Tortel está la clave para comprender los efectos del calentamiento global en la vida marina. Por mientras, en el senado se discuten las modificaciones en a la ley de pesca, que sellará el destino de estas aguas: explotación con salmoneras o conservación ambiental. La carrera por salvar los fiordos es contra el tiempo.




Matthias Gorny tiene una hipótesis.

La pequeña lancha Río Videau se zangolotea. Es el momento sublime después de cuatro viajes científicos a los fiordos de Caleta Tortel, en la XI Región, desde septiembre de 2008 hasta mayo de 2009.

No hay nadie en cientos de kilómetros a la redonda, en un estrecho canal marino cercado de montañas en esa parte de Chile entre Puerto Montt y Punta Arenas donde parece que Dios dejó las piezas del puzzle del mapa tiradas al azar.

Sólo estamos Matthias, un biólogo marino alemán; el ingeniero Cristián Gutiérrez, director de campañas de la ONG Oceana, organismo internacional dedicado a proteger los océanos que financia esta investigación; el joven capitán Abel Becerra; Yerson, su ayudante serio y silencioso, y yo.

En 1997 Matthias Gorny (52) se instaló de intercambio en la Universidad de Magallanes para estar cerca de la Antártica; se enamoró de una chilena y se quedó en Chile trabajando como consultor en biodiversidad. Desde hace poco es director de Ciencia de la Oceana.

Gorny es doctor del Instituto Polar de Alemania, una de las cuatro instituciones más importantes del mundo en estudios de vida en el hielo y de la docena más top en conocimiento de cambio climático, además de fuente de varios premios Nobel en Climatología y Biología. Y, poco antes de llegar a Chile, en 1993, Gorny hizo un hallazgo de talla mundial en microcrustáceos: descubrió que los langostinos antárticos no migran en invierno, como se creía, sino que "duermen" en burbujas debajo del hielo. Luego halló lo mismo en especies de plancton. Los científicos están rastreando en esos organismos simples el gen del frío que les permite hacer el switch invierno-verano. Podría ayudar a entender cómo las especies se adaptarán al retiro del hielo por el cambio climático.

Caigo en la cuenta de que es la primera vez que veo a un científico en el momento íntimo en que llega a la brillante idea, en que le cae la manzana en la cabeza:

Matthias Gorny comienza:

–En los aggecifes de cogal… –dice igual que Jacques Cousteau– de los fiordos de Caleta Tortel se pueden observar ¡¡ahora!! los cambios en la vida marina, los mismos que sucederán en la Antártica con el derretimiento del hielo por el cambio climático.

Los fiordos son verdaderas cordilleras submarinas de hasta 1.000 metros de profundidad (los de Caleta Tortel promedian 600 metros) producidos por el hielo al retirarse al final de la glaciación.

Como Tortel es de las últimas zonas terrestres donde esto sucedió –sólo hace 10.000 años–, en sus fiordos intactos, sin pesca ni acuicultura, aún quedan rastros que sirven de indicadores: corales fríos que viven en profundidades de más de 200 metros, cuando lo normal es 20; crustáceos que existen bajo el hielo flotante; peces de fondo marino (sedimentarios) que viven fuera de su hábitat y, prácticamente, cuelgan de las paredes del fiordo, o erizos adheridos a corales en alegre simbiosis.

Incluso parientes de especies de la Antártica conviven en los arrecifes con especies casi tropicales.

–Todo es por la superviviencia –explica Gorny–. En Tortel podemos observar las consecuencias del fenómeno adaptativo que en la Antártica está comenzando.

Matthias mira el monitor del ROV (Remote Operated Vehicle), un robot submarino equipado con cámaras e instrumentos científicos de la ONG Oceana, y con el dedo apunta a unos detalles de la imagen:

–Miga estos látigos de magg (un bello tipo de coral espiral). Chile tiene en Caleta Tortel el mejor laboratorio natural del mundo para ver los fenómenos adaptativos de la vida de aguas frías ante el retiro del hielo –dice. Ésa es la hipótesis de Gorny.

–Guau. ¿Y qué necesitarías para comprobarlo..? –pregunto.

El espacio donde estamos debe medir cuatro por cinco metros. Es la bodega de la lancha, más o menos acomodada para llevar humanos. Tomamos té de una tetera machucada, junto a una estufa a leña roñosa. Los cuatro, mojados y amontonados entre sacos de dormir, equipos científicos, un enorme rollo de cable del ROV, víveres y leña. Matthias abre los brazos, recorre con la vista el paupérrimo habitáculo y pone cara de obviedad:

–Pucha, ¡todo!

La carrera por los fiordos

Los fiordos son sistemas muy poco conocidos. Hay ocho sistemas de fiordos en el mundo: Columbia Británica (Estados Unidos-Canadá), Escocia, Alaska, Noruega, Finlandia, Nueva Zelanda, Groenlandia y la Patagonia de Chile.

Casi todos son áreas protegidas. Los fiordos de Geiranger, en Noruega, son Patrimonio de la Humanidad. En cambio los chilenos… El 13 de mayo pasado 86 diputados aprobaron casi por unanimidad una serie de modificaciones a la Ley de Pesca y Acuicultura, para salvar de la quiebra a la industria salmonera que, de paso, extendía el área de concesiones acuícolas a todo el borde costero, desde Puerto Montt hasta Magallanes, pasando, precisamente, por la zona de los fiordos chilenos.

–¡Un verdadero desastre! –dice Matthias Gorny.

–¡Es un quién llega primero! –dice Cristián Gutiérrez, el ingeniero de Oceana. Esta ONG internacional con sede en Washington pasó de la denuncia ambiental a la acción concreta: junto al municipio de Caleta Tortel, en septiembre solicitará a la Conama Aisén un área marina costera protegida de 150.000 kilómetros cuadrados en los fiordos que rodean Tortel. Sólo que la meta es dura.

–Para que aprueben un área protegida hay que hacer un levantamiento cartográfico –dice Gutiérrez–, más un estudio científico y biológico, ojalá avalado por una universidad o ente independiente. Luego, presentar todo esto a la Corema, que lo lleva a la Comisión Nacional de Uso del Borde Costero. Ésta eleva la propuesta al gobierno para que finalmente el Consejo de Ministros de Conama, integrado por los doce ministerios, decrete la protección de la zona.

Oceana ha gastado más de 30 millones en los viajes de investigación de Matthias Gorny y en el papeleo para proponerla.

–Hasta me pidieron que convalide el título de Alemania –agrega Matthias.

En cambio, para pedir concesiones marinas no se necesita aval profesional. Sólo el loteo cartográfico (para que no se superponga con otra concesión) y pagar $ 70.000 en patentes y permisos para la aprobación de Sernapesca. El proyecto de modificación a la Ley de Pesca pasó al Senado y, en la Comisión de Pesca que preside el senador por Aisén Antonio Horvath (RN), le pusieron freno. Él me dice:

–Estoy por ayudar a la industria, pero con requerimientos ecológicos mayores y dejando protegidas zonas altamente sensibles.

En la comisión de pesca el proyecto recibió más de 200 indicaciones, entre ellas, una que es clave para los fiordos.

–Hace seis años que los alrededores de Tortel están zonificados como área de turismo, y los fiordos hacia el oriente, como área de conservación –explica Horvath–. Las indicaciones al proyecto le dan rango de ley a la zonificación existente e impiden entregar concesiones acuícolas si hay incompatibilidad. Esto privilegiaría la conservación en los fiordos.

El 19 de agosto el proyecto de ley pasó a la Comisión de Hacienda del Senado, donde nuevamente puede sufrir modificaciones. Se estima que en septiembre la ley será votada en la sala: ¿Protegerá finalmente los fiordos o los dará en concesión? Si ocurriera lo último, el frente de Caleta Tortel y el paseo al ventisquero Jorge Montt y al ventisquero Stefen será entre jaulas de salmones y cultivos de choritos.

–Yo no soy chileno, pero no arrasaría con mi mar –dice Gorny. He visto el daño y la destrucción que producen las salmoneras en el fondo marino de Puerto Montt, en Quintupeu, Cochamó, Chiloé.

En los últimos años Gorny hizo un levantamiento biomarino para Pumalín en los fiordos Comau, Quintupeu, Riñihue y Vodudahue, de Douglas Thompkins: todos están dañados irremediablemente por la salmonicultura.

Contaminación con antibióticos (en Cochamó fue detectado hasta 600 veces lo permitido), sedimentos grasos de alimento que se acumulan en el fondo y destruyen la vida marina, ecosistemas completos de corales, algas y crustáceos desaparecidos bajo capas de grasa de pellet. Propagación de infecciones como el virus isa y plagas de caligus (piojos de mar); desequilibrio biológico (el salmón es carnívoro y arrasa con los peces pequeños), etc.

A Matthias le apasionan los fiordos de Tortel. Cree que estas montañas como puntas góticas que caen a pique al mar se pueden salvar.

La lancha científica

En los fiordos está todo por descubrirse. El único que ha sido estudiado a fondo en Chile es el pequeño fiordo Comau, donde la fundación Huinay, de Endesa, financió las investigaciones de los científicos alemanes Verena Häusserman y Günter Försterra. En dos años descubrieron diez nuevas especies de fitoplancton, anémonas, escleractinios, hexacorales, esponjas calcáreas, hidroides y medusas. Las bautizaron con nombres curiosos, como Halopteris enersis o Tethocyathus endesa.

Matthias Gorny calcula que de las 109 especies que divisamos en la expedición a las profundidades de Tortel, 20 son conocidas; 40 son conocidas por unos pocos taxonomistas extranjeros y el resto, 49, son desconocidas o no están descritas. Sospecha que, incluso, algunas, como una anémona roja, son parientes de especies antárticas.

Cuando recorre el fondo marino con su cámara, Matthias toma imágenes fijas. Luego las compara con un registro visual de especies en su laboratorio en Puerto Varas y en la sede de Oceana en Santiago. A las que no puede identificar les pone un vistoso signo de interrogación y las consulta con amigos taxonomistas extranjeros.

–Pueden perfectamente ser especies nuevas de estrellas de mar, corales y microcrustáceos. Sólo hay que traer a un taxonomista experto en cada género, ¡ja, ja!

Un taxonomista de estrellas de mar, por ejemplo, no podría trabajar en la lancha en la que Gorny hace las observaciones.

–Necesitaría un barco científico y Chile no tiene uno.

En estricto rigor, hay dos barcos científicos: uno es el Abate Molina, donado por Japón en 1990, que está a cargo del Instituto de Fomento Pesquero, la entidad encargada de cuantificar la pesca disponible para la industria.

–No tiene laboratorios –dice Matthias– Todo es para industria: redes, anzuelos, frigoríficos. Es un barco para la pesca, un barco anti-científico.

El otro es el Vidal Gormaz, de la Armada. Es el más antiguo de la flota, después de la Esmeralda y el Huáscar. Una chatarra flotante de 1965. La mayoría de sus equipos están obsoletos.

–El testigo de paleocenografía (un sistema para sacar muestras del subsuelo marino) se extravió, dos laboratorios fueron convertidos en casinos y no tiene ROV –dice Matthias. Sirve para medir la temperatura del fenómeno de El Niño y para estudiar biomasas, pero no para hacer ciencia-ciencia. A través de un comunicado, la Armada respondió que el Vidal Gormaz será reemplazado en 2010 por un nuevo barco científico que se construye en Asmar.

Llamada a Tortel

En julio pasado, Matthias viajó a Alemania a identificar con taxonomistas del Instituto Polar algunas de las especies raras de Caleta Tortel, como las variedades de coral rojo antártico. Fue tanto el revuelo de sus hallazgos, que invitaron a Gorny y Oceana a participar en el modernísimo crucero científico que el Instituto Polar realizará por las costas de Madre de Dios, en Aisén, en noviembre próximo, para investigar el impacto del cambio climático en los frágiles corales de Tortel y alrededores.

Para rematar el asunto, llamó a Tortel y habló con el alcalde Bernardo López (PPD), ex guardaparques de Laguna San Rafael.

–¡Queremos que el mar de Tortel sea una zona protegida! ¡No con salmoneraaaaaas! –dice López a gritos. El teléfono satelital se oye como si llamara desde el siglo pasado –¡Que se instalen lejosssss! ¡El mar es bien grande por acáaaa!

No es la única amenaza sobre Tortel.

Recientemente, la Dirección General de Aguas concedió derechos de aguas a la empresa norteamericana Patagonia-Waters en los desagües y arroyos que se forman en el ventisquero Jorge Montt. La empresa exportará el agua a Europa y Estados Unidos y la usará para fabricar vodka en Finlandia. Todavía no empiezan las obras, pero los tortelinos dicen que será bien raro llevar turistas a un ventisquero con chimeneas.

Les temen, además, a las tres sucesivas represas que pretende construir Hidroaisén sobre el caudal del río Baker, que desemboca a un costado de Tortel.

–¡La embotelladora, las represas y ahora las salmoneras! Todo lo que hemos hecho en esta zona se puede ir a la …piiiii –grita López–. Ayú…nos por…vor.

Y se corta la llamada.

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