Carolina Morgado, la mujer detrás de la conservación de la Patagonia
En los años 90, una veinteañera Carolina Morgado daba un giro en su carrera para tomar las riendas de una agencia de turismo aventura recién formada en Santiago. Años antes, había estudiado para ser profesora de educación diferencial y luego tuvo trabajos ligados al inglés, idioma que aprendió al vivir en Canadá por un año y medio cuando era adolescente. Se dedicó, por ejemplo, a recorrer el mundo siendo auxiliar de vuelo; un día estaba en España y a la semana siguiente en Nueva York. Así, seguir con el turismo le hizo sentido.
Lo que no pudo anticipar al empezar su nuevo trabajo fue que el primer cliente en cruzar el umbral de su oficina en el barrio Bellavista iba a cambiarle la vida. Esa persona, que buscaba una agencia para bajar el río Biobío en kayak, era el empresario y ecologista estadounidense Douglas Tompkins.
En ese entonces, Tompkins ya había comenzado a adquirir tierras en el sur de Chile para convertirlas en parques nacionales y reconoció en Carolina una veta activista que ella no había logrado expresar en algo concreto. Siguieron en contacto. Un día él le habló del Grupo de Acción por el Biobío, que se negaba a la instalación de la central hidroeléctrica Pangue y Carolina se unió. Dejó su trabajo paulatinamente hasta que se vio dedicada por completo al activismo medioambiental.
En 1995 Tompkins le ofreció a Carolina ser su asistente personal y ella no lo pensó dos veces: armó sus maletas y se instaló en Puerto Varas. “Apenas me encontré con la oportunidad tuve que tomarla, tener un trabajo que tuviera un sentido para mí y un impacto positivo me cautivó”, comenta.
Ser su asistente personal la convirtió en testigo de una visión personal y ambiciosa. Un proyecto que se fue materializando ante sus ojos y que, de cierta forma, tuvo su punto álgido en 2016, cuando se inició la donación de más de 400.000 hectáreas de terreno al Estado chileno, tras la muerte del estadounidense.
Carolina participó del equipo estratégico para el desarrollo de los parques, pero también se encargó de las comunicaciones, de las reservas y las traducciones, de escribir cartas. De las relaciones con la comunidad local y el turismo.
“Yo entré a trabajar porque él necesitaba una asistente, pero yo no tenía techo. Me empecé a hacer cargo de todo lo que para mí era motivante porque no quería quedarme desocupada. Fue una época de mucho aprendizaje”, cuenta.
La tarea fue titánica. No solo por la gran cantidad de trabajo que implica realizar una conservación adecuada, sino porque la visión de los Tompkins, a principios de los noventa, era vista con escepticismo y desconfianza entre la sociedad chilena.
De eso ya han pasado 29 años. Hoy Carolina es la directora ejecutiva de Rewilding Chile –ex Tompkins Conservation–, una fundación sin fines de lucro que gestiona el legado de Douglas y su esposa Kristine para contrarrestar la crisis de extinción de especies y el cambio climático.
En estos 29 años, Carolina ha participado de la creación de siete nuevos parques nacionales, de la expansión de otros tres, de la donación de 500.000 hectáreas, de la protección de 4,5 millones de hectáreas y del monitoreo de ocho especies amenazadas entre ellos el huemul, el ñandú y el puma.
Un giro a los 57
Rewilding Chile sigue la visión de sus fundadores: se necesitan ecosistemas saludables con sus complejidades, especies, relaciones y procesos, para que la naturaleza sobreviva. De ahí el cambio de nombre –Rewilding– un concepto que significa ayudar a la naturaleza a sanar a través de la restauración a gran escala de los ecosistemas.
“Nuestra estrategia fue hacer una conservación a gran escala porque es sabido que de esta forma se permite que se sigan sucediendo los procesos evolutivos. Y en la Patagonia chilena se dio la oportunidad de comprar grandes predios donde hemos podido conservar a través de donaciones de la familia Tompkins y la colaboración de una extensa red de filántropos”, cuenta.
El cambio de marca comenzó en 2015 después de la repentina muerte de Douglas Tompkins en un accidente de kayak. Junto con Kristine Tompkins, Carolina se centró en forjar un futuro independiente de la fundación, en donde se lograra asegurar su legado a largo plazo. El cambio definitivo de Tompkins Conservation Chile a Rewilding Chile se dio en 2021.
“Nunca pensé que me iba a tocar este rol porque nunca pensé que Doug se iba a morir. A pesar de que fui presidenta de las fundaciones asociadas a ellos y que hubo un voto de confianza, no lo pensé. Él dirigía todo”, detalla.
Pero además, este nuevo liderazgo llegó en un momento de su vida en donde pensó que su trayectoria, su camino, ya estaba trazado. “A esa edad, a los 57, no te planteas que va a haber un giro en tu vida. Llevaba 25 años trabajando con ellos, ya lo tenía todo resuelto. Fue un gran cambio. Fue súper duro pero súper interesante”, dice.
Describe la sensación así: es como apagar y volver a prender un computador para darle un reboot, un nuevo lanzamiento. “Así lo sentí, porque yo tenía una vida bien armada, súper energética y con millones de proyectos. Pero el hecho de lanzar la fundación de manera independiente implica que hay una enorme cantidad de cosas por resolver. Desde el financiamiento al equipo, además de seguir con el legado de Tompkins Conservation. Me tiene muy contenta”, cuenta.
Carolina fue parte de la ejecución y entrega de los cinco parques nacionales y la ampliación de otros tres, lo que se conoce como la mayor donación privada de tierras de la historia.
La fundación desde sus inicios motivó el liderazgo femenino, cuenta. Y a pesar de que Douglas Tompkins fue quien tuvo e impulsó una visión de conservación filantrópica que en su momento fue única, su esposa Kristine tuvo un rol fundamental para lograr que esas ideas se concretaran.
“Doug era una persona que se rodeaba de mujeres en el trabajo. Hay roles de campos y en terreno donde por supuesto se necesita la fuerza y los hombres son importantes en nuestra fundación. Pero sin querer ofender a nadie, siento que las mujeres somos muy versátiles y eso en este trabajo es esencial, porque si uno realmente quiere echar a andar la máquina, hay que hacer de todo”, dice. “Es por el rol que nos ha tocado jugar en la sociedad. Me encanta la energía femenina, soy de carácter fuerte y me rodeo de mujeres fuertes y eso en el trabajo es muy entretenido, muy creativo”, agrega.
Un destino sostenible
A principios de mes, la guía turística Lonely Planet destacó al Parque Nacional Patagonia como uno de los destinos más sostenibles del planeta. Entre las razones, destacaron las nuevas rutas y los ambiciosos proyectos de resilvestración.
“Yo creo que sí, que es uno de los lugares más hermosos y bien protegidos que quedan en el planeta. Además por la historia que tiene, de haber sido una estancia ganadera que ya no estaba rindiendo frutos a un parque nacional con todo el rewilding que se continuó haciendo para que sea un ecosistema completo”, dice Carolina.
Está orgullosa del reconocimiento, lo siente suyo pero también de los esfuerzos que se hicieron desde distintos sectores. “Qué bueno que lo escogieron porque realmente es un tremendo proyecto. No solo el Parque Nacional Patagonia, sino también los 17 parques que están en la ruta merecen reconocimiento. Hemos promovido la idea de que esto es lo que sucede cuando uno invierte en estos parques nacionales, y el Estado chileno debería mirar su patrimonio natural con la mayor altura de miras y seguir invirtiendo en ellos”, dice.
La inversión en infraestructura para garantizar el acceso público, asegura, logra transformar estos lugares en motores de economía locales que generan trabajo y apoyo. Por eso invita a todo el mundo a conocerlos. “Los parques brindan espacios de renovación espiritual, aire puro, aguas cristalinas, uno sale contento”, cuenta.
Pero ¿cómo lograr preservar estas tierras y al mismo tiempo fomentar el turismo? “Creo que el turismo que nosotros promovemos es un turismo de intereses especiales, no es un turismo masivo. Caminar no es masivo, tampoco acampar. Está en el rol de los parques controlar su capacidad de acogida, pero estamos lejos de tener ese problema”, detalla.
Tener estos parques abiertos al público, explica Carolina, tiene un impacto mucho mayor en las personas. “Es como tener una obra de arte. En vez de tenerla en tu casa, está en un museo. Tiene más impacto porque mucha más gente puede vivir esta experiencia”, dice.
Esa es la estrategia de la que estará encargada de potenciar en los próximos años: visibilizar los parques para que se transformen en un aporte en la economía local.
Recientemente, la Fundación compró 93.000 hectáreas y está trabajando para crear el primer Parque Nacional de Punta Arenas, en Cabo Froward. La tierra fue adquirida con los fondos de Kristine Tompkins, pero también con el de otros ocho donantes, entre ellos algunos chilenos. También se buscará crear una área marina protegida en los casi 40 kilómetros de costa que tendrá el parque.
El mar está en la mira de Rewilding Chile, cuenta Carolina. Uno de los desafíos para el futuro es crear una red de parques marinos, una “deuda pendiente” que esperan poder concretar en los próximos años. “La vida no termina en la orilla del mar, al contrario. Necesitamos una protección que vaya de la mano entre mar y tierra”, dice.
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