Cineterapia: cuando las películas son mucho más que entretención

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Si con el cine nos emocionamos, sufrimos e identificamos; si odiamos o amamos a un personaje; si conocemos nuevas realidades ¿Es posible que este arte, tradicionalmente visto solo como una entretención, sea una forma de terapia?

Cada vez han surgido más investigaciones sobre el tema. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista científica Counseling and Psychotherapy Research buscó identificar el rol de intervenciones terapéuticas vinculadas a la creatividad y a las relaciones entre pares en el desarrollo de la identidad y de fortalezas de jóvenes pertenecientes al espectro autista. La conclusión fue que, viendo cine, estos pueden desarrollar resiliencia, herramientas socioemocionales y vincularse de mejor manera con su entorno. Asimismo, señaló, “el proceso de identidad y autoconciencia experimentó un cambio positivo a partir de la construcción del storyboard, herramienta que permitió a los participantes experimentarse como agentes activos de su historia”.

De manera similar, otra investigación, publicada en la revista Frontiers in Psychology mostró que el cine tiene un efecto positivo en el bienestar de los pacientes y los ayuda a enfrentar distintos desafíos de la vida. Asimismo, planteó la necesidad de seguir averiguando sobre la intersección entre el arte y la psicología.

Algunos textos sobre el tema han sugerido que el uso de películas en sesiones de psicoterapia de grupo puede incentivar a personas con trastornos psiquiátricos a hablar de sus creencias, pensamientos y sentimientos mientras discuten sobre personajes e historias. Y otros mostraron el potencial del cine para reducir el conflicto entre padres y adolescentes en términos escolares, reducir la ansiedad y hacer de las terapias actividades más atractivas.

Esas acciones tienen nombre: cineterapia, una técnica terapéutica artística mediante la cual los individuos se exponen a sus dificultades psíquicas y/o físicas a través de las historias de los personajes de películas, los cuales se enfrentan a situaciones similares. Este enfoque anima a los pacientes a considerar sus dificultades desde una perspectiva diferente.

Los estudios sobre el tema defienden la cineterapia como un buen complemento a la ayuda psicológica, no obstante se ha criticado que todavía hay poca estandarización respecto a qué películas se puede usar, lo que ha llevado a que las recomendaciones varíen según las creencias, gustos y experiencia de los terapeutas.

Aun considerando lo anterior, para Leonie Kausel, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales, la cineterapia “podría ayudar a que los espectadores puedan aprender a través de las historias expuestas, logrando trabajar sobre las emociones y vivencias propias, lo que podría ser utilizado para tratamientos psicoterapéuticos”.

“Creo que esta práctica parece tener un gran potencial de poder apoyar procesos psicoterapéuticos, pero hace falta estudiarla más en profundidad y con estudios randomizados controlados, ojalá adaptados a contextos locales –por ejemplo usando también películas chilenas– para entender bien cómo y a quién este tipo de terapia puede apoyar mejor”, añade.

“El cine salvó mi vida”

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Independientemente de lo que dicen los estudios, muchas personas alrededor de todo el mundo han contado cómo el cine o las series las han ayudado de distintas maneras a lidiar con sus procesos emocionales.

Es el caso del brasileño Nico Garófalo. Según ha relatado, en 2015 vivía uno de los momentos más difíciles de su vida: estaba de duelo por la muerte de su abuelo y estaba realizando la práctica profesional en un lugar de trabajo tóxico. Trabajaba hasta cinco horas más de lo establecido en su contrato y llegaba a su casa después de las dos de la mañana. La falta de sueño, el echar de menos y la presión que sufría en el trabajo y en la universidad lo llevaron a tener ataques de pánico.

Los estigmas sobre temas de salud mental eran muy fuertes en su familia, lo que le dificultaba hablarles sobre su situación. Por eso, para él fue fundamental descubrir Doctor Who. “En esos 40 minutos me distraía y me conectaba con los personajes. Me daba fuerzas para seguir mi rutina aunque no estuviera bien”, relató.

En 2020, tras haber pasado por tratamiento psicológico, Nico Garófalo se sintió más preparado para lidiar con la pandemia del Coronavirus. Su terapeuta le recomendó ver ciertas series y películas durante el encierro para evitar algunos pensamientos autodestructivos. “El cine me salvó la vida”, ha declarado. “No sé decir si fue la mantención de una rutina, el solo hecho de haber creado momentos para entretenerme o la suma de los dos factores, pero la realidad es que mi cabeza quedó más liviana. Dentro de lo que era posible, mi mente trabajaba de manera sana”.

Para el periodista, crítico de cine y novelista Ernesto Garratt, eso hace mucho sentido: “A través del cine sin duda nos podemos evadir y podemos huir de nuestros problemas como pasaba en la crisis de hace casi un siglo en 1929, cuando frente al desconcierto económico y social las multitudes se refugiaban en los cines rotativos de las grandes ciudades para paliar no solo el mal clima, las lluvias y el hambre, sino para olvidar además que estaban sufriendo mientras seguían y coreaban musicales de Fred Asteire”.

En su caso particular, dice, “el cine no solo representa una alegre fuga sino que una explicación y sentido de lo que significa vivir en el mundo y, por ende, aceptar de mejor manera los sufrimientos que ello implica. Sumergirse a veces en relatos desagradables, en relatos que pueden ser oscuros inclusive, de alguna manera sirve para explorar de manera segura y amortiguada por la ficción los mismos rincones oscuros que pueden dañar nuestra salud mental”.

Lo ejemplifica: “Si el miedo es parte constitutiva de mi vida –como lo ha sido siempre–, mirar y hacerme adicto a las películas de terror de adolescente creo que fue una manera de sublimar y mantener el control en situaciones, claro, ficcionadas, pero altamente tensas. De alguna manera mirando películas de John Carpenter, Lucio Fulci, la Casa Hammer, de Freddy Francis, de George Romero y un eterno listado de autores de películas de terror, creo que pude aprender a domesticar o manejarme mejor frente a mis propios miedos”.

Algo se activa y sirve mucho porque el cine como herramienta de terapia, intuitiva o conscientemente, puede sin duda ser muy eficaz y beneficiosa”, concluye.

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