¿Cómo acompañar un diagnóstico de cáncer?
“Voy a decir algo súper básico, pero lo primero es estar”, dice de manera enfática la psicooncóloga Daniela Rojas. Y es que –aclara– vivimos en la sociedad del ‘no molestar’: no llamamos para no molestar, no vamos a ver a las personas para no molestarlas, no las invitamos a ciertas actividades para no molestarlas, etc. Y eso puede llevar a las mujeres a vivir esta enfermedad muy solas.
Según la especialista, estamos acostumbrados a que el sufrimiento y la enfermedad sean parte de la esfera privada de las personas; este recelo por cuidar la intimidad y la privacidad puede ser un arma de doble filo porque termina aislando a las personas.
“En el caso de las pacientes se les exige que sean ellas las que busquen ayuda y está bien, ellas tienen que aprender a buscar ayuda, a decir cuando necesitan algo, pero también podemos hacer algo nosotros que estamos en el entorno. El mensaje ‘si necesitas cualquier cosa, llámame’, es muy difuso para sus necesidades que son más bien concretas”, agrega.
La escucha activa
“La escucha es un componente importante porque tenemos la idea de que cuando una persona está sufriendo, lo que hay que hacer es sacarla del sufrimiento, y para lograrlo, le damos consejos; le decimos lo que tiene que hacer, lo que tiene que sentir y en qué tiene que pensar”, explica la psicooncóloga.
Y no se trata de que la escucha sea pasiva, la escucha tiene que ser activa, pero en el sentido de estar conectados con esa mujer y con sus temores, permitir que sus emociones salgan, no bloquearlas.
“El cáncer de mama no es igual a muerte, pero la idea de muerte puede pasar por la cabeza de las pacientes aun en los casos de mejor pronóstico, y por lo tanto necesitan al frente a alguien que sea capaz de sostener esa conversación en términos de poder tolerarla: escuchar cuáles son sus temores y compartir los propios, y todo esto sin que les digan no hables de eso, no pienses en eso, o las típicas frases como ‘tú nos vas a enterrar a todos’, ‘la yerba mala nunca muere’, entre otras que se usan para evitar esa conversación”, dice Daniela.
Por eso, cuando se habla de escucha activa, se refiere a entender las necesidades de esa persona y que éstas pueden ir cambiando; un día puede querer hablar de la enfermedad y otro día del reality de moda, porque lo único que quiere es distraerse. Ambas son importantes.
No olvidar la logística
Hay una parte de la ayuda que es súper relevante y que tiene que ver con el apoyo logístico, que según la experta, solemos dejarlo siempre en manos de la paciente. “Podemos cambiar la frase ‘si necesitas ayuda, avísame’, por ‘voy saliendo al supermercado, ¿qué te falta?’, o ‘voy con mis niños a la plaza, paso a buscar a los tuyos para que puedas dormir’ o si estás pensando en un regalo, en vez de flores o chocolates, pagar para que le hagan aseo en la casa si no tiene ayuda”, dice Daniela.
Y es importante porque a veces las mujeres están más preocupadas de toda esta logística doméstica y no se dan el tiempo de descansar.
Acompañar cada emoción
“De partida, esto no se gana ni se pierde, ni uno se rinde ni clava la bandera; esto es una enfermedad, por lo tanto, no estamos en una competencia ni en una guerra”, responde enfática Daniela a la pregunta ¿qué hacer si nuestra amiga, hermana, mamá o cualquier persona cercana se rinde ante la enfermedad? Y sigue: “Es distinto una persona que está bajoneada, asustada o enrabiada, a una persona que está deprimida. En este último caso, se necesita un tratamiento para la depresión”.
Sin embargo, también es normal que una persona se sienta bajoneada o incluso que se conecte con la idea de que el tratamiento para el cáncer no va a funcionar, o que le va a volver la enfermedad. “Ni las pacientes ni uno como red de apoyo quiere que las mujeres se hundan en esa idea ni en esa emoción, pero es parte del proceso y es importante que uno esté ahí para hablar de esos temores. Sobre todo porque los miedos cuando están sólo en la cabeza, tienen un efecto bola de nieve y se pueden transformar en una avalancha difícil de controlar”, explica.
Sin embargo, aclara que hundirse en el pesimismo puede ser casi tan nocivo como el riesgo de la exigencia del sobre optimismo. “Hacer como que no pasara nada, como si la enfermedad no existiera o como si fuera un simple resfrío, no ayuda en nada a elaborar la experiencia de la enfermedad y a poder estar mejor en cuanto a salud mental. Entonces hay que tener cuidado, encontrar el justo medio; entender de que pueden convivir en determinados momentos una perspectiva mucho más esperanzadora y en otros, una menos esperanzadora”.
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