Natalia Rojas trabaja en Hospital San Borja, en la unidad de paciente crítico adulto. Hace 15 años que ejerce como enfermera y, aunque desde el 3 de abril no ve a sus dos hijos producto del distanciamiento social, que decidió tomar por resguardo ante la crisis sanitaria, no se arrepiente de haber elegido lo que estudió. “El preocuparse por el cuidado, el saber que uno puede ser de ayuda al otro. La enfermería es una mezcla super linda, porque uno tiene que saber por qué está haciendo las cosas, y preocuparse por la humanidad”, relata.
A 8 kilómetros hacia el sur, Margarita Navarro, quien trabaja en la misma profesión en el Hospital Exequiel González Cortés, en la unidad UCI Pediátrica, va a cumplir dos décadas ligada a la salud. Al igual que Natalia o Katerine Quintana, quien se vino de su Punta Arenas natal a trabajar en la unidad de Medicina del Hospital Dr. Luis Tisné, el 12 de abril lo pasarán en sus respectivas unidades; una fecha simbólica que en esta ocasión toma más fuerza con la contingencia.
Los motivos por los que estudiaron son distintos, pero todas comparten un punto en común: entregar la confianza para que el enfermo se recupere. Quintana recuerda que a los 10 años estuvo hospitalizada por apendicitis y fue una enfermera quien la ayudó con especial atención durante su paso por el recinto: “Me entregó los cuidados que yo necesitaba con todo su cariño y decidí desde ese día ser como ella”.
Hoy, ellas son una de las tantas profesionales de la salud que pagan el costo de dedicarse a la atención. Desde marzo debieron comenzar a aprender nuevos protocolos e investigar cómo enfrentarse ante un virus desconocido. Rojas califica estas semanas como “meses de prueba y aprendizaje”, a la espera de que cuando se saturen los servicios de salud estén preparadas: “Se implementó todo un cambio, se han cambiado las normas, todos los días nos dicen algo nuevo, todo con tal para hacer las cosas mejor, al punto de que aún no tenemos ningún contagiado en la unidad, pero si tenemos la UCI llena desde el 8 de abril pero con otra UCI a la espera de pacientes covid-19”.
Por su parte, en la unidad de Navarro han descartado los casos entre los menores hospitalizados, siempre atentas a capacitaciones y preparándose “para lo peor”. Pese a que a veces está cansada, ella tiene un motivo para seguir trabajando: “Si mis hijos estuviesen en una situación similar, me gustaría que los atendieran de la mejor forma, porque yo he vivido ese proceso”.
Para Katerine, la situación quizás es más compleja. Acostumbrada a viajar un par de ocasiones a Magallanes para celebrar fechas especiales con su familia, estas semanas ha estado sola y solo comparte con sus compañeros de trabajo, donde se atienden adultos con enfermedades crónicas.
“Este año tenía planificado un viaje en abril para el cumpleaños de mi mamá, no pude viajar y tampoco sé cuando podré ir. Prácticamente, casi toda mi familia vive en el sur, la pandemia ha hecho que la distancia sea aún más difícil de llevar”. Desde marzo, su unidad ha sufrido cambios, y en su hospital ya atienden pacientes con covid-19 en el área no respiratoria, lo que para ella hace que “todo sea aún más caótico”.
Una profesión reivindicada
El 2020 es el año de la enfermería, en conmemoración por los 200 años del nacimiento de Florence Nightingale, quien fue la precursora de la enfermería moderna. Para todas las entrevistadas, la fecha llega a honrar su trabajo en un contexto parecido en el que se forjó la profesión: “La enfermería partió en la guerra de Crimea, Florence fue la que pensó en separar las áreas limpias, dándose cuenta que se podía hacer aislamiento y que el paciente podría estar mejor”, describe Rojas.
Luego agrega: “Creo que estar en pandemia permite visibilizar lo que es la enfermería, una como enfermera pone en primer lugar su profesión antes que a su familia, quizás alguien lo puede ver así, pero en este momento mis manos van a ser más útiles, y no solo con el paciente crítico que está por recuperarse, sino que uno está en todo el ciclo de la vida”.
Frente al panorama del coronavirus y enfrentar una situación sin precedentes, Quintana reconoce que la situación no es fácil: “Ha sido complejo, agotador, estresante y cada día más difícil. ¿De dónde sacó energías? No lo sé, debe ser porque me gusta ayudar a las personas. Para mi ser enfermera significa amor y perseverancia, es un honor estar al pie del cañón luchando contra el coronavirus, por más complejo que sea el escenario”.
Ante la evolución de las cifras de contagios, que desde la última semana han sobrepasado la barrera de los mil casos diarios, el comportamiento de la población genera rabia y descontento entre ellas: “Nosotros estamos sacándonos la mugre como profesionales de la salud y es súper triste salir de turno muy cansado, viendo que los pacientes están graves y no avanzan, que van a quedar con secuelas, y ver a la gente en la calle haciendo como si no pasara nada. Es super frustrante”.
Navarro es más enfática y ella afirma que “lamentablemente pasó esto para que se reinvindicara nuestra carrera”. Pese a las críticas, ella sabe que “si volviera a estudiar, estudiaría lo mismo, a ojos cerrados. Yo estudié por esto, estoy con las pilas puestas, con ganas de ayudar y hacer lo mejor posible”.