Hace unos días yo estaba haciendo la fila en una farmacia para comprar un jarabe para la tos. Adelante mío una mujer se agarraba la cabeza y le explicaba a la vendedora que esta era la cuarta farmacia que visitaba, que estaba desesperada, que no encontraba su ansiolítico en ninguna parte y que lo necesitaba para seguir con su vida. La clienta salió minutos después bastante derrotada, pero algo más tranquila con un frasco de remedios florales que prometen apaciguar la angustia. Esa misma tarde conversé con Daniela Morel, una ingeniera comercial de la Universidad Católica que acaba de lanzar un libro que poco tiene que ver con números: ‘Meditar en medio del caos’ (Planeta). Aprovecho de preguntarle, quizás con algo de ansiedad también, qué hay que hacer para sentirse bien, cuánto hay que hacerlo y cómo.
Ella tiene tres hijos, es trabajadora independiente, autora y aún así destina veinte minutos al día, cinco veces por semana a observar su cuerpo y sus emociones. “He probado muchas cosas, pero el mindfulness, que es la atención plena y una invitación a observar lo que está pasando, es la que me parece más beneficiosa. No hay una técnica que esté bien o que esté mal. Meditar formalmente es como ir al gimnasio, si quieres estar sano, fortalecer el cuerpo, debes ir y te planteas la misma pregunta ‘bueno, ¿ahora qué hago?’, puedes ir a una clase guiada, a otra de zumba o puedes ir a las máquinas. Pero observar tu respiración, mirar tus pensamientos de manera neutra y tus sensaciones corporales para que te traigan a tiempo presente es lo que empieza a generar el cambio”, dice.
Un estudio publicado en la revista JAMA Internal Medicine postuló que la práctica del mindfulness puede disminuir significativamente los síntomas de ansiedad y depresión. Otro estudio publicado en la revista Psychosomatic Medicine dijo que esta misma práctica puede reducir la inflamación corporal, lo que potencialmente contribuye a la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes y las enfermedades cardíacas.
Pero antes que todo, ¿qué hace una ingeniera hablando de salud mental? Su currículo en esa área demuestra su interés en el tema: ha hecho cursos en meditación, mindfulness, yoga y en 2021 se recibió del The Whole Person Health Course del Institute for Integrative Nutrition de Nueva York. “Mi mamá me enseñaba sobre estos temas, en mi familia esto no era raro, se hablaba en la sobremesa. Estando en el colegio ella me pasó un libro de meditación que hablaba sobre la conciencia. Más tarde ella falleció y yo creo que esas herramientas me ayudaron muchísimo a sobreponerme al duelo. Yo siendo ingeniera full time, tenía la curiosidad siempre de encontrar el equilibrio, sobre todo en esos entornos donde estos temas no se hablan”
¿El bienestar se podría considerar un privilegio si alcanzar este estado requiere tiempo, energía y abrirse espacio en una rutina ya ocupada por el trabajo y las tareas domésticas?
“Muchas veces se piensa que el bienestar demanda una gran cantidad de tiempo y recursos, asociándolo con imágenes de meditar en la playa, acudir a un spa o tomar vacaciones fuera de Chile. Sin embargo, el mindfulness ofrece herramientas accesibles para todos, de manera gratuita, y hoy en día internet está repleto de información disponible al respecto. Además, surge la opción de la meditación informal, que no requiere interrumpir la rutina diaria para incorporarla. La clave está en observar la mente de forma deliberada y sin juicio. Por ejemplo, durante la hora del almuerzo, centrarse plenamente en la experiencia de comer puede ser una práctica de atención plena muy efectiva. Esta atención consciente a las pequeñas acciones cotidianas puede aportar numerosos beneficios emocionales y físicos a largo plazo”.
Si es una recompensa a largo plazo, ¿cuáles son las expectativas que debería tener al empezar una práctica de meditación?
“A veces puede sonar tan simplista que parece poco creíble qué puede hacer diferencias significativas, pero sí, tiene un impacto probado y poderoso. Sin embargo, todo requiere práctica y el compromiso interno de querer llevar a cabo esta reprogramación mental. Si es tan simple, ¿por qué no lo hacemos? No hemos sido educados para estar en el presente, sino que estamos constantemente preocupados por lo que pasó en el pasado o ansiosos por las obligaciones que vendrán. Es una capacidad nueva que debemos cultivar. El beneficio más inmediato que experimenté fue la reducción del estrés. Y lo respalda la ciencia, sin caer en lo esotérico, quitándole la caricatura. Hoy en día sabemos que existe la neuroplasticidad y que nuestro cerebro puede cambiar. Aunque no es un proceso inmediato, pero por algún punto tiene que empezar”.
¿Por qué leerte a ti, una ingeniera hablando de salud mental?
“Creo que justamente ahí está mi sello personal. Que entrego esta información desde una perspectiva aplicada. Recuerdo haber estado trabajando en una oficina y haber recibido a un equipo de personas que enseñaban mindfulness. El taller duraba medio día y se explicaron cosas que tenían que ver con la forma: que la postura, que la posición de las manos, la respiración. Y no se hizo hincapié en que hay fórmulas que funcionan para ciertas personas y para otras no. Yo en el libro hago un recorrido súper didáctico para que cada uno encuentre el formato que le haga bien. Creo también que me instalo desde un lugar en el que entrego esta información, no sólo como alguien que ha estudiado el tema, que lo conoce más que tú, sino como una mujer con curiosidad que ha buscado estas herramientas justamente porque le parecen importantes de incorporar a su vida”.
Fundaste un emprendimiento de terapias alternativas, muchas que no están validadas por la ciencia, y más allá de preguntarte si funcionan o no, ¿por qué crees que la gente se acerca a este tipo de alternativas?
“Hay muchas cosas que para mí, por mi formación de ingeniera, no me parece que tienen explicación lógica, pero efectivamente he visto el impacto positivo que tiene en algunas personas. Incluso en mí. Yo creo que es porque a veces otorga una mirada holística que considera el cuerpo, la mente y el alma, algo que la medicina tradicional deja de lado. También genera estos espacios donde la persona se detiene para repararse, encuentra contención y genuinamente se sienten vistos y escuchados. Quizá esa es la lógica, que da el espacio para que las personas comiencen un camino hacia el autoconocimiento y por consecuencia, empiezan a tomar mejores decisiones en pos de su bienestar”.