El día en que murió Fidel
El viernes 25 de noviembre Ernesto salió por primera vez de Cuba. Cuando dejó su país, Fidel Castro aún estaba con vida. Cuando llegó a Chile y salió del aeropuerto, rumbo a un departamento de Santiago, el líder de la revolución había muerto. Este es el tránsito de un cubano hacia su nueva vida, que no quiere cambiar aunque haya muerto Castro. "Su muerte fue simbólica porque hace tiempo no era el presidente", dice.
Paula.cl
El jueves 24 de noviembre, Ernesto (28) hizo su maleta. Echó un pantalón, tres poleras, un calzoncillo, un par de zapatos, cuatro pares de calcetines, un paquete de café para regalarle a su hermano, otro para un amigo, unas cremas de pelo para la mujer de un cubano en Chile, y sus documentos. Aunque quedaban ocho horas para su vuelo, salió a las 23 horas de su casa en La Habana junto con sus padres rumbo al aeropuerto. Allá lo esperaba su novia, 20 años mayor que él, para despedirse.
Ernesto mide más de 1,80 m, es afrodescendiente y tiene la cabeza con varias canas que poco se notan por el corte de menos de un centímetro de largo de su pelo. No mostrará su cara, tampoco su dirá su apellido, porque no quiere que su plan de quedarse en Chile salga mal. Bajo esas condiciones sigue contando su historia. "Ella llegó a las 6 de la tarde porque cogió la guagua (micro) de las 4. Vive en el campo y el bus de esa hora era la única opción para que llegara a despedirme. Si lo hubiera perdido, no nos hubiéramos visto", dice. "Nos quedamos hasta casi las 7 de la mañana hablando. Ella, mis papás y una amiga de ellos. Esa es la gente de Cuba en la que yo confío. La despedida fue muy dura", recuerda.
Era la primera vez que salía del país. Nunca había viajado en avión y estaba muy nervioso. Hizo escala en Panamá, donde estuvo cinco horas con cincuenta minutos. "Era todo muy lindo. Grande. Me comí una hamburguesa y creo que por los nervios me cayó mal. Después, en el vuelo hacia Chile ya estuve más tranquilo". Se vino conversando con un chileno que andaba de vacaciones en Cuba, también con un haitiano y con una colombiana que venían a probar suerte. Cuando llegó a Chile, a las 0:19 de la madrugada del sábado 26 de noviembre Fidel Castro aún estaba con vida. Cuando salió de Policía Internacional, el líder de la revolución de su país, según la información oficial, ya había muerto. Ernesto no lo supo.
En el aeropuerto lo esperaba su hermano 13 años mayor que él, Karel, un doctor en Físicoquímica Molecular que llegó hace cinco años, cuando salir de Cuba era aún más difícil. Ernesto recuerda: "Nos abrazamos. Me dijo 'no vayas a llorar. No me hagas hacer un papelazo acá'". Lloró igual y le dijo: "Gracias por traerme". Ninguno de los dos sabía de la muerte de Castro. No tenían cómo, ya que el anuncio oficial de su hermano Raúl en la televisión aún no se hacía.
Se fueron a un departamento recién arrendado cerca del Metro Rondizzoni en la comuna de Santiago. Ahí vivirá Ernesto, y su hermano, que trabaja en Valparaíso, estará yendo y viniendo para acompañarlo. Se tomaron unos tragos, no encendieron ni la radio, ni el televisor. Tampoco Karel miró su teléfono. Un amigo y la polola chilena de Karel los acompañaban. Se quedaron dormidos a las cuatro de la madrugada. "Me levanté como a las 9 de la mañana. Tomé mi celular. Tenía 16 mensajes de Whatsapp y tres llamadas perdidas. Eso nunca pasa. Leo el primer mensaje: 'Fidel falleció'. Era de un grupo de cubanos en Chile. No lo creí. Pensé que era una broma más. Puse la CNN y estaban dando la noticia. Desperté a Ernesto y le dije 'Oye, se murió Fidel'. Nos quedamos sorprendidos", dice Karel.
La noticia ya estaba en todas las radios, canales y redes sociales. Un buen grupo de simpatizantes figuraba en la Embajada de Cuba en Chile y las imágenes de celebraciones y de los homenajes a lo largo del mundo se veían por todos los medios. No se quedaron pegados en el televisor. Salieron a pasear. Hacía tres años que no se veían. Ese sábado Ernesto conoció tiendas de ropa y fueron a almorzar a un restorán de comida peruana en la calle San Antonio. "Comí muy bien, como nunca antes en mi vida", dice. Un lomo a lo pobre fue el plato elegido.
La visa, los recuerdos de Cuba y la soledad
Hace 43 horas que llegó a Chile y Ernesto –que se llama así porque nació un 14 de junio igual que el Che Guevara– está con un grupo de cubanos que le está dando la bienvenida. Acaban de almorzar enchilada de camarón, carne de cerdo al horno con longaniza (esta última es el aporte chileno al banquete) y arroz congrí.
El grupo está formado por un hombre que acaba de traer a su señora y a su hijo a Chile. Otro, que vive hace más de 20 años acá. Y uno que está solo y que espera que su mujer e hijos lleguen pronto al país, donde el más reciente registro de Extranjería señala que en los últimos 10 años se han entregado 2.599 visas de permanencia definitiva a cubanos. Otras 4.553 corresponden a visas de estudio, temporarias y sujetas a un contrato. A esta última aspira Ernesto. Entró a Chile como turista con una visa que tiene vigencia por 15 días. Era la única opción que tuvo y la tomó. Ya tiene cuenta regresiva y su opción es prorrogarla por 90 días para luego, con una carta de oferta de trabajo de una empresa, optar a la visa sujeta a contrato. No se quiere ir, por eso no entrega su identidad completa. Nada puede entorpecer su nueva vida en Chile, un plan que comenzó a gestarse hace siete meses.
"En junio decidí venir porque tuve que dejar mi trabajo en una imprenta, cuando los productos químicos que se usaban en el proceso de impresión me hicieron mal. Me dio alergia. Me pagaban bien en comparación con otros salarios en Cuba", cuenta en uno de los dormitorios del departamento mientras sus amigos cubanos siguen con la bienvenida. Según lo que relata, ganaba 3,25 pesos cubanos al mes, que son alrededor de US$15 a los que se agregaban US$10 si se cumplían las metas.
"La libra de carne de puerco está a 45 pesos cubanos. En mi casa vivíamos con la jubilación de mis papás, con mi salario y con la ayuda de mi hermano, que nos mandaba dinero. Cuando no alcanzaba la plata había que inventar. Comprábamos cosas y las revendíamos a un precio más alto. Nos apretábamos para tratar de llegar a fin de mes. Era difícil. En muchas ocasiones nos pasó que no teníamos para comer en el día. Es muy difícil adquirir los alimentos", asegura.
Con la ayuda de Karel pudo costear los trámites para salir. Si bien la flexibilidad migratoria que comenzó en 2013 en el gobierno de Raúl Castro eliminó el restrictivo permiso de salida para un cubano promedio es imposible salir de la isla: US$100 por el pasaporte; US$ 28 para pedir la visa; US$ 60 para sacar papel de antecedentes penales; US$ 60 por un certificado de nacimiento y US$ 660 por el pasaje.
"Le mandaba la plata por Correos de Chile. Él iba en Cuba con una clave y sacaba el dinero. Cuando me dijo que quería conocer el lugar donde yo vivía, no lo pensé dos veces. Yo sé que le va a ir bien", dice Karel. Ahora se tendrá que adaptar. Primero, aprender a usar internet. Allá solo lo ocupaba para enviar mails y conectarse por video llamada. Pero "navegar, navegar" solo lo ha hecho en Chile. En 2009, cuando Cuba liberó el acceso a internet a todos los ciudadanos, lo hizo con un costo altísimo. "Conectarse cuesta US$ 2 la hora. Yo tenía una tarjeta y cuando podía la cargaba. Allá usaba la cuenta solo para hablar con mi hermano. Ahora él me quiere comprar un celular. El mío se lo dejé a mis padres. También, la cuenta de mail que yo ocupaba", dice Ernesto. Solo así se pueden comunicar con ellos. "Me gustaría traer a mis papás algún día. Es como un sueño, por qué no. Para que vean cosas que no han visto nunca. Para que vean lo que es vivir decentemente", dice mientras entre los amigos que están en el living comienza una fuerte discusión a raíz de la muerte de Castro. Unos lo atacan, otros los defienden. Igual que los que celebran en Miami y los que lloran en Cuba, la división del pueblo cubano se respira en un departamento de Santiago, donde al final, todo se calma.
Los amigos están por irse y Karel partirá el lunes a trabajar a Valparaíso. Ernesto no tendrá compañía en este departamento que él califica como un palacio. Entonces, reflexiona: "No estoy acostumbrado a estar solo en una casa. Allá siempre estaba con mi papá o con mi mamá. Le tengo miedo a la soledad. No la resisto". Y concluye: "la muerte de Fidel Castro fue simbólica. El futuro de Cuba es complejo. Si sigue como está va a ser muy malo. Yo en Chile solo quiero trabajar, trabajar y trabajar".
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