El comer emocional no es del todo emocional

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Para algunas personas la relación con la comida es compleja. O mejor dicho difícil y dura. Escucho frases como; “no sé cómo hacerlo, lo intento, trato de ordenarme y no puedo”, “siempre la comida ha sido un tema en mi vida”, “he ido a doctores, nutricionistas y he probado todo”. Algunas y algunos han llegado a recurrir a tratamientos invasivos como intervenir el estómago reduciendo su tamaño, o insertando el “balón” para ocupar espacio en el estómago y así reducir la cantidad de comida. Esa incansable búsqueda de reducir o callar el hambre.

Pero antes de continuar, tenemos que considerar la cultura imperante, aquella que habla e insiste en que perdiendo peso nos sentiremos mejor con nosotros, que la delgadez es sinónimo de éxito. Que hacer dieta es celebrado si tienes un cuerpo amplio. Que las mujeres serán más aceptadas si viven en un cuerpo delgado. Y así, una serie de creencias que nos impone la cultura de dieta.

Siguiendo con lo anterior, quisiera con esto agregar más ingredientes a lo que significa y a cómo valoramos al hambre. Esclarecer y quitarle culpa al hambre emocional ya que una vez más, la cultura de la dieta ha tomado a un nuevo enemigo a “controlar”: el hambre emocional.

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Creemos que solo existe el hambre física o el hambre emocional. Esa dualidad de que si no estoy comiendo porque mi cuerpo y mi estómago lo necesita, estoy comiendo por ansiedad. Es tan común ver cómo hemos reducido el acto de comer a estas dos sensaciones contrastadas, culpando de todo a la ansiedad y, paralelamente, viviendo en una cultura que te dice que sentir hambre es malo, que ojalá pudieras evitarlo. Cuando el hambre nos habla de que estamos vivos, que nuestro cuerpo funciona, que existe un impulso interno a la vida.

Como he escrito en post anteriores, el acto de comer es un conjunto de interacciones físicas, emocionales, mentales y culturales complejas que cambian, se modifican y se amoldan según nuestra biología, experiencias y entorno.

El hambre muchas veces nos habla de nuestro estado nutricional. Si somos personas menstruantes, sabemos que hay ciertos minerales que decaen durante esos días y eso a veces se manifiesta sintiendo hambre; si dormimos menos horas de las que necesitamos. Nuestras hormonas responden con un impulso de buscar energía y así vemos que no todo es emocional o ansiedad, sin embargo no lo percibimos así.

Mientras más vamos aprendiendo de nuestras hambres, más nos conocemos también. Nuestra hambre puede ser nuestra mejor maestra si logramos ir integrando más conceptos a este acto que nos da vida.

Camila Truan Quevedo es Nutricionista y Health Coach. Instagram: @camilaquevedot.

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