Mujer que parió con Covid-19 positivo: "Saber que mi hijo me estaba esperando me dio fuerzas para vivir"
"El 8 de marzo fui a la marcha del Día de la Mujer. Nunca antes había ido a una, pero como era solo de mujeres decidí ir con un grupo de amigas. En ese momento estaba por cumplir las 31 semanas de embarazo así que no nos quedamos mucho rato.
No podría asegurar que me contagie allí, pero al día siguiente empecé con un resfrío. Al comienzo era como cualquier gripe; tenía tos, fiebre y dolor en el cuerpo. Pero con el paso de los días, el dolor muscular fue tan fuerte que no me pude levantar de la cama. Lo único que podía tomar por mi embarazo era paracetamol, así que partí con eso cada 8 horas. Como pasaron los días y no se me quitaba, decidí ir al Hospital de Peñaflor, comuna donde vivo.
Ese día nadie me atendió. Es más, tuve que esperar 6 horas, y cuando ya me empezó a subir la fiebre porque el efecto del paracetamol se me estaba quitando, fui a pedir que me examinaran. Me dijeron que me quedaban por lo menos dos horas de espera. Así que me fui. No solo porque me sentía pésimo, sino que también porque -sin imaginar que tenía el virus- creía que estando allí me podría pegar más bichos. Lo cierto es que en todas esas horas nadie me preguntó por los síntomas. Tampoco me aislaron. No tomaron ninguna medida de seguridad ante algún posible contagio.
En esos días empezaron a aparecer en la tele noticias sobre el coronavirus. No se sabía tanto, pero tuve un presentimiento porque los síntomas eran muy parecidos. Por eso, al día siguiente que traté de ir al hospital, me fui a una consulta particular en Talagante, donde me dijeron que tenía una gripe y me mandaron a la casa con reposo.
Justo me tocaba control con el matrón en el consultorio, así que, a pesar de que me sentía muy, muy mal, fui porque estaba un poco asustada. Allí me hicieron el control del embarazo y le comenté al matrón que llevaba muchos días enferma y que en vez de mejorar, cada día me sentía peor. Me derivaron con la doctora de medicina general y, sin hacerme un chequeo, ella me dio una licencia por 11 días y me dijo que me quedara en la casa en cuarentena, porque podría ser el coronavirus. De esta manera preveníamos cualquier contagio.
Esa noche, cuando llegué del consultorio, lo pasé pésimo. Empecé de nuevo con los dolores -que me habían bajado un poco con los remedios que me dieron- y además me sentía agitada y me costaba respirar. En la madrugada, decidí irme a Santiago a la urgencia de la Clínica Dávila. Cuando iba en el auto, me vino un ataque de tos que no paraba con nada. Fue tanto, que empecé con vómitos y no podía respirar. No sé como lo hizo mi pareja, pero llegamos muy rápido y me ingresaron a la Urgencia.
Lo primero que hicieron fue ponerme oxígeno, que fue lo único que me calmó la tos. Después, me sacaron sangre y me hicieron el examen del Covid-19. Aunque salió negativo, me dejaron hospitalizada por sospecha de coronavirus. Me pasaron a la UTI, porque me seguía costando mucho respirar, y me hicieron un segundo examen, que otra vez marcó negativo. Hasta ese momento, Agustín -mi hijo- estaba bien, pero como yo empeoraba cada vez más, me empezaron a inyectar corticoides para que sus pulmones maduraran más rápido por si era necesario sacarlo antes de tiempo.
Y así fue. Me anestesiaron y me aspiraron un líquido de los pulmones, y al analizar ese líquido resultó positivo el examen Covid-19. Estaba con una neumonía que avanzó rápidamente hasta dejarme en riesgo vital. Frente a ese escenario, y con el objetivo de salvarme a mí y a mi guagua, me hicieron una cesárea de urgencia a las 31 semanas de embarazo. Tengo vagos recuerdos de ese momento, solo tengo patente la sensación de ahogo. Me costaba muchísimo respirar.
Me llevaron en camilla al pabellón y en el camino vi a lo lejos a mi mamá y a mi pareja. Sentí que me gritaban que tuviera fuerza, que iba a salir de esta. En el pabellón habían muchos doctores y todos estaban vestidos como se muestra en la tele; totalmente protegidos con mascarillas, trajes y antiparras.
Todos me dijeron que estuviera tranquila, que iban a hacer lo que estuviera en sus manos para salvar a mi hijo. Les dije medio en broma que mi deseo era tener un parto natural. Porque en realidad era lo que siempre imaginé. Antes de los primeros síntomas de este virus, mi embarazo era totalmente normal y yo una mujer completamente sana. Mientras me hacía efecto la anestesia, sentí que gritaban: "¡Hay que sacar ahora al Agustín! ¡Es urgente!". Ahí fue cuando me dormí.
Después de la cesárea, me entubaron y quedé conectada a un ventilador mecánico. Y llevo casi 3 semanas en la clínica. En la UCI estuve una semana completa. Cuando desperté ahí, pregunté por mi hijo, pero como no podía hablar me comunicaba escribiendo en un papel. Así me enteré que Agustín había nacido bien y estaba recuperándose en la neo. Sentí la felicidad más grande de mi vida. Esa noticia fue la luz que me dio fuerzas para salir adelante. Porque mi hijo me estaba esperando.
De a poco comencé a sentirme mejor. Las enfermeras me ayudaron mucho, y aunque no recuerdo todas sus caras, sí tengo grabadas sus voces. El turno de la señora Verónica, por ejemplo, fue increíble conmigo. Cada vez que necesitaba algo me ayudaban. El día que salí de la UCI hice un cartelito y lo llevé en la silla de ruedas. Decía: "yo vencí el coronavirus". Todos me aplaudían en el camino.
Cuando me dieron de alta y me pasaron a la UTI, me entregaron el celular para comunicarme con mi familia y ahí pude ver, por primera vez, una foto de mi hijo. Me emociona recordar ese momento. Siento que ya falta poco para que estemos juntos, que es mi mayor deseo. A él ayer lo sacaron de la incubadora y lo pasaron a una cuna, mismo día en que a mí me trasladaron a una pieza. Si todo sigue así, mañana sábado ya nos conoceremos por fin en persona. Podré abrazarlo y no soltarlo más.
Por ahora me sale poquita leche, porque si nada de esto hubiese pasado, Agustín aún estaría en mi guatita. Así que me baja, pero muy poco. Quizás cuando lo vea me salga más.
En la clínica todos me dicen que, después de todo lo que viví, voy a tener una gran historia que contarle a mi hijo. Siempre he escuchado a gente hablar de esa luz al final del túnel, cuando están cerca de la muerte. Para mí esa luz fue Agustín, quien se convirtió en mi esperanza de vida.
Es importante que todos se cuiden, que sean responsables. Yo soy una mujer joven, toda la vida he sido deportista y aun así me pasó. Este virus puede atacar a cualquiera. No es un chiste".
Caroline López, 26 años.
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