Jheimmy Díaz, científica: “los pacientes por salud mental luchan con la culpa de estar enfermos”
La doctora en Ciencias Biológicas de la Universidad Católica ha tomado una cruzada por demostrar el impacto que tiene el estrés postraumático en la salud física de los pacientes más allá del malestar psicológico: enfermedades asociadas a la inflamación como la hipertensión, la diabetes, la artritis y hasta el cáncer, aparecen en su radar. En palabras simples, el estrés prolongado mata. “Hay un prejuicio de que la salud mental está en la cabeza y aquí ponemos al cuerpo en la escena también. Es un trastorno muy común, pero que se está invisibilizando”, dice la experta.
No existen cifras actualizadas en Chile sobre cuántas personas padecen estrés postraumático (TEPT). Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud dice que entre el 40 y el 80% de los seres humanos experimenta algún trauma a lo largo de su vida y que el 8,8% de ese universo desarrollaría TEPT, caracterizado por la imposibilidad de recuperarse después de experimentar o presenciar un evento atemorizante.
La misma organización señala que dentro de los traumas más comunes se encuentran la agresión sexual, el ser testigo de un hecho violento, los accidentes y finalmente la exposición a la guerra. En nuestro país, eso sí, según un trabajo publicado en 2013 por el investigador Marcelo Leiva-Bianchi, que analizaba el efecto del terremoto y el tsunami del 27F en la población, se registró que la prevalencia del TEPT fue del 22% en Concepción, mientras que aún no existen números sobre el estado de los chilenos post estallido social y pandemia.
La bioquímica y doctora en Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, Jhemmy Díaz Muñoz, forma parte de la Unidad de Trauma y Disociación del Departamento de Psiquiatría de esa casa de estudios, y también, junto a la doctora Isabel Yusseff, el psiquiatra Félix Bacigalupo, y las psicólogas Elda Rodríguez y Paula Pizarro, están trabajando en un innovador proyecto para Chile y el mundo.
Se trata de FIRST, llamado así por su nombre en inglés: Focused Intervention for the Recovery of Survivors of Trauma (Intervención enfocada en la recuperación de sobrevivientes al trauma), un proyecto de exploración financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), el cual hará un seguimiento durante tres años a 30 pacientes de estrés postraumático grave en el que, a partir de la terapia y el acompañamiento interdisciplinario, observarán cómo responden las células inmunes B y los mecanismos neuronales de hipervigilancia. “Las cicatrices emocionales cruzan los límites de la mente y empiezan a afectar nuestro cuerpo, alterando la calidad de vida de una manera profunda”, dice la experta.
Este proyecto es innovador porque es la primera investigación integral, donde se evalúa la gravedad de los pacientes, pero también se traza un camino de recuperación. La idea es generar un protocolo de trabajo nacional que sea aplicable en la salud pública. “El enfoque actual está basado en técnicas desarrolladas en el extranjero, en poblaciones como los veteranos de guerra, que no se vinculan con nuestro contexto”, agrega Díaz, “vamos a registrar parámetros clínicos, inmunológicos y neurofisiológicos que tienen que ver con la salud mental, y esperamos que en el futuro, así como la depresión está en el AUGE, el TEPT sea ampliamente reconocido”.
Se ha observado clínicamente que el estrés afecta negativamente la producción de linfocitos B y la eficacia de la respuesta inmunológica en general. “En soldados en retiro se identifica una deficiencia de linfocitos B en la sangre y surgen una serie de preguntas: ¿cómo es que las células productoras bajan pero los anticuerpos suben? Y es un patrón parecido en las personas que luchan con enfermedades autoinmunes. Sin embargo, no tenemos en Chile y en la región ningún registro de esto. Por lo tanto, sabemos que nos enfrentamos a una extensa población que sufre de TEPT, pero que no está siendo tratada”
Uno de los motores que la mueve a estudiar este campo, que podría ser ajeno a ella, es su propia historia. “Mi papá falleció hace dieciocho años y allí experimenté un problema importante en materia de salud mental. Pasé por un cuadro depresivo y eso afectó mi conexión con el trabajo, la familia y el entorno completo, y por lo mismo, empecé a buscar herramientas para sobrellevar los síntomas. Incluso me hice instructora en Mindfulness, porque culturalmente carecemos de herramientas de contención con nosotros mismos y el resto. Tengo 45 años y por primera vez me siento muy feliz con lo que estoy haciendo. Yo no trabajo directamente escuchando a los pacientes, pero desde mi profesión como científica, les ayudo a sentirse mejor”
Para este proyecto se eligió el TEPT porque es un nivel extremo de estrés. “Desde el punto de vista físico, quienes sufren de TEPT presentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles con un alto componente inflamatorio, dentro de las que se incluyen problemas cardiovasculares, autoinmunes y cáncer. De este modo, los eventos traumáticos tienen un efecto tanto en lo psíquico y físico, llegándose a considerar como un factor de riesgo para muerte prematura”, explica Díaz.
Es decir, un paciente TEPT que no disminuya sus síntomas de malestar, tendría una peor calidad de vida y esta sería más corta. Por eso es que esta es justamente una terapia enfocada en la reducción de síntomas. “Si estos bajan en un 30%, ya estaríamos hablando de una mejora significativa”, dice.
“De manera general, los pacientes enfrentan flashbacks donde viven de manera repetida e involuntaria el evento traumático, pueden también tener pesadillas, pensamientos intrusivos, aislamiento social y por supuesto sintomatología ansiosa y de ánimo. Además de irritabilidad, dificultades para concentrarse, entre otras. Por eso apuntamos a que los síntomas, a través de este abordaje, disminuyan. Porque padecer estos es como tener un ruido en la cabeza que dificulta la vida en general”, agrega la experta.
Ella será quien monitorice a través de exámenes de sangre la respuesta de sus organismos y si estos responden ante una terapia apropiada, es decir, aquella que combina la medicación, la psicoterapia focalizada en trauma, la psicoeducación, técnicas de EMDR, terapias de crisis, entre otras.
En el laboratorio, Díaz observa en las muestras de sangre los marcadores inflamatorios, inmunológicos, cardiovasculares y los niveles de distintos tipos de linfocitos B, además de moléculas como el cortisol y la adrenalina, las que se traducen en estrés en nuestro cuerpo.
La mayor cantidad de pacientes que llegan a consultar son mujeres, los hombres, según la especialista, tienen una resistencia cultural, pero también generacional: los adultos arriba de 46 años no ven como una alternativa ir al psiquiatra o al psicólogo. “Hay un porcentaje de abuso en la infancia y la adolescencia donde la mujer desafortunadamente ocupa el primer lugar”, agrega.
Gurús de redes sociales y páginas de autoayuda han levantado polémicas al enunciar que “manifestamos” nuestras enfermedades, por lo que habría cierto control en esto, sin embargo, la experta dice que “hay una cultura de la culpa de la que hay que despojarse. Muchos pacientes, que se sienten mal, además cargan con la lucha contra la culpa. El daño pasa por algo que te causó alguien o algo del entorno, pero que tienen que ver con la contingencia, no contigo. Claro que dicen que uno es el culpable de sus enfermedades y eso es un error gigante. La verdad es que hay consecuencias de lo que uno vive, pero desgraciadamente no tenemos control sobre eso”.
Tras el fin del estudio, se espera que las conclusiones tengan una repercusión en los tratamientos de salud mental en Chile. “En la Estrategia Nacional de Salud 2022 se plantea que para el 2030 se reduzca un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante la medicación y el tratamiento, promoviendo la salud mental y el bienestar. Dentro de este punto nuestro proyecto se enmarca perfectamente, porque ponemos énfasis en la sintomatología física, esperando que la manera en la que se aborden los problemas de salud mental, sea multidisciplinaria. Pero antes de eso, hay que visibilizar a una población de la que no se está hablando”.
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