La gestora contracultural
Desde hace 21 años Roser Fort dirige el Centro de Arte Alameda, que funciona como la principal plataforma del cine chileno independiente, de las editoriales alternativas, de las nuevas bandas y de toda clase de minorías que lo ocupan de sede para sus eventos: veganos, animalistas, feministas, mapuches y gays. Pese a que el financiamiento es un desafío de cada día, no piensa transar su independencia.
Paula 1151. Sábado 5 de julio de 2014.
"Todo comenzó a principios de los 90: yo era una joven profesora jefa de un colegio particular y me di cuenta de que se me estaban empezando a olvidar los nombres de los alumnos. Aterrada pensé: 'en 20 años más no me voy a acordar de ninguno'. Coincidió con que unos amigos me contaron de la editorial Hachette y la Librería Francesa necesitaban una relacionadora pública y, dada mis características de parlanchina, les parecía que podía cumplir con el rol. Me quedé con el cargo y ahí conocí buena parte del medio literario, del cine, del teatro. En 1993 me hice cargo de este lugar, que es el ex cine Normandie, un ícono de la resistencia cultural y del cine de calidad durante los años 80 y que convertimos en un centro para la expresión cultural".
"Este centro es un lugar vivo atento a las pulsiones de los tiempos. Acá se han debatido temas como la legalización de la marihuana y del aborto. El problema es que entre esos grupos se da harta pelea; algunos son un poco neuróticos en la defensa de sus causas. Entre los gays pelean harto, entre los mapuches también. Surgen conflictos porque les cuesta conseguir plataformas y, cuando las tienen, aparecen demasiadas cabezas al servicio de lo mismo".
"Hemos sido audaces. Rompimos con la censura al ser los primeros en dar La última tentación de Cristo en Chile, con un éxito tremendo de taquilla. Con algunas películas nacionales nos ha ido bien y con otras mal. Ahora estamos dando Soy mucho mejor que vos de Ché Sandoval, también realizador de Te creís la más linda, (pero erís la más puta) que tuvo 8 mil espectadores acá. Los ciclos de cine gay también han sido muy vistos: cuando dimos No se lo digas a nadie, del peruano Francisco Lombardi, la cola para verla daba vuelta la manzana".
"Vivo tapando un hoyo por aquí mientras se abre otro por allá. Para financiarnos necesitamos vender alrededor de 1.500 entradas semanales pero llegamos, con suerte, a 700. Hemos subsistido gracias a algunos apoyos internacionales para la exhibición y con los eventos. Aún así, tenemos películas chilenas por más tiempo de lo que están en las multisalas. Por eso me cuesta entender la obsesión de algunos directores por estrenar en esos lugares donde no existe verdadero interés y los programan a regañadientes. En Chile hay mucho cineasta frustrado que no tiene dónde exhibir su trabajo".
"No hay un boom del cine chileno. El Consejo de la Cultura se ha dedicado a apoyar mucho las producciones y las distribuciones, pero no la exhibición. No puede haber un boom con películas que no se ven. Solo se salvan unas pocas que han tenido una estrategia desde la empresa que las desarrolló, traspasaron fronteras y generaron un negocio. La fórmula es hacer menos películas y tener más lugares de exhibición, sobre todo si consideramos que las cifras generales de espectadores han decaído muchísimo; hoy el negocio real de los cines Hoyts es la venta de cabritas".
"Creo que la gestión cultural de los últimos gobiernos ha tenido altos y bajos: con Piñera tuve la sensación de que había una inquietud de la derecha por un mundo que no conocían mucho y les pareció interesante. En el caso de nuestros pares de la Concertación, me sentí muy acompañada con las gestiones de los ministros Claudio di Girolamo y José Weinstein. Después, en vez de copiar los modelos internacionales, se acabaron los financiamientos, a sabiendas de que la gran queja desde el mundo del arte es por la falta de audiencias y de espacios para los contenidos de calidad".
"Del gobierno de Bachelet espero una política cultural concreta y clara que apoye los espacios independientes y logre generar contenidos diversos y multiculturales para el país. Que se entienda la necesidad de hacer aportes significativos si desean que permanezcan espacios como el nuestro".
"He visto envejecer a buena parte de los artistas chilenos de los 80 y yo he envejecido con ellos. En los inicios del centro asumía todas las jornadas y todos los horarios. Pero hoy, a mi edad (55), ya no me da el pellejo. Sin embargo, sigo con las botas puestas, apostando por la diversidad. Eso no lo transo".
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