La violencia contra la mujer también es edadista
La violencia contra la mujer sigue siendo una realidad en nuestra sociedad que se basa principalmente en el género, en los estereotipos y en las normas sociales que aceptan y normalizan esta violencia. Son muchos los movimientos que luchan para combatir la violencia hacia las niñas, hacia mujeres víctimas de violencia física, psicológica y sexual por sus parejas, violencia en el trabajo o en la política, entre muchas otras. Sin embargo, poco se habla de la violencia hacia las mujeres mayores y que hoy, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer, vale la pena visibilizar.
La vejez es femenina. En Chile, el 56,6% de las personas mayores son mujeres, esto porque tenemos mayor esperanza de vida y porque llegamos en más proporción que los hombres a la adultez mayor. La discriminación por edad o viejismos es la tercera causa de mayor discriminación en el mundo y es aún peor en contra de las mujeres mayores.
Resulta relevante revisar cómo se ha descrito el maltrato que viven las personas mayores y cuánto de este maltrato corresponde en realidad a mecanismos silenciosos de violencia contra la mujer mayor. De acuerdo con el Servicio Nacional del Adulto Mayor, además del maltrato físico y psicológico que se ejerce contra las personas mayores, son frecuentes el abuso patrimonial, la negligencia, el abandono y también el maltrato estructural. Este último, es aquel que ocurre “desde y en las estructuras de la sociedad mediante normas legales, sociales, culturales y económicas que actúan como trasfondo de todas las otras formas de maltrato existente” y conduce, inevitablemente, a situaciones de desigualdad y pobreza que se van sumando y agravando con la acumulación de años vividos.
Ejemplos de ese maltrato estructural son las brechas salariales y las oportunidades de empleo limitadas para las mujeres. También lo son las bajas pensiones provocadas -en parte- por lagunas previsionales que inevitablemente se producen cuando no existen sistemas integrales de apoyo al cuidado de niños y niñas y personas enfermas o dependientes dentro de nuestra sociedad. Incluso es maltrato estructural el desconocimiento de los múltiples aportes con que las mujeres mayores contribuyen al desarrollo de nuestro país.
De acuerdo con datos del INE, más del 95% de las personas que cuidan a otros son mujeres (muchas de ellas mayores). Estas mujeres cuidadoras son clasificadas como inactivas desde la perspectiva del empleo, y como tal, “improductivas”. Sin embargo, un estudio reciente del PNUD confirmó que el aporte económico de las personas mayores al PIB ampliado a través de su trabajo no remunerado, equivale al 4.5%, superando actividades económicas tan importantes como el transporte (3,9%) y los servicios financieros (3,8%). Esto quiere decir que si todas las mujeres mayores de Chile decidieran dejar de cuidar, atender, alimentar y sanar a quienes dependen de ellas, el Estado tendría que invertir el equivalente a un 4,5% de su PIB para solventar esas tareas.
La feminización de la vejez en Chile hace más urgente que nunca promover la creación de políticas públicas integrales de apoyo a la cuidadora y no sólo con enfoque de género, sino que también interseccional y antiedadista. Continuar desconociendo el aporte social que supone el trabajo informal de mujeres y mujeres mayores es también una forma de violencia. Hoy, y sobre todo en este día, no se puede ni se deben ignorar las condiciones estructurales que limitan su desarrollo personal y su libertad.
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