La violencia obstétrica en madres no primerizas
“Tienes hasta las 22:00 horas para dar a luz o se va a morir tu guagua”, dijo el ginecólogo con una voz monótona mientras su mano se movía bruscamente entre las piernas de Verónica Aguilera. Madre por quinta vez, Verónica veía con horror el reloj en la pared de la sala médica marcar las 21:30.
En Chile, el 79,3% de las mujeres cree haber sufrido violencia obstétrica, según un artículo de la revista de Salud Panamericana del 2021. Definida como la apropiación del cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, este tipo de violencia se expresa en un trato deshumanizador, abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía e incapacidad de decidir libremente.
Pero, como aclara Daniela Díaz, matrona del hospital Parroquial de San Bernardo, hay muchos tipos de violencia, lo que hace que deba ser entendida de una manera más amplia: “Yo considero que el que no te dejen comer durante el parto es violento, el tener el parto acostada es violento, el no poder moverte cuando estás con contracciones es violento”, dice.
Según el MINSAL, hay intervenciones obstétricas que no son aptas para este proceso debido al nivel de riesgo que puede sufrir la madre y/o el bebé. Dentro de estas se destacan la cesárea sin una clara justificación médica, la rotura de la membrana, el monitoreo fetal constante, el uso de oxitocina sintética para producir y acelerar las contracciones uterinas, los tactos vaginales reiterados y la administración de anestesia sin el consentimiento de la paciente.
Verónica Aguilera se atendía de forma particular hasta que a las 28 semanas descubrió que tenía diabetes gestacional y fue derivada al hospital. Ahí, un lunes de 2014 por la noche, estaba siendo atendida cuando se le realizó un cambio de ginecólogo y matrona. El encargado asignado para el parto decidió darle suero dilatador nuevamente y comenzó a realizarle tacto más seguido. El dolor en su abdomen era agudo y no conseguía pasar de los cuatro centímetros de dilatación, por lo que fue llevada a la sala de preparto para poder romper membrana.
Fue en ese instante cuando el ginecólogo le dijo a Verónica que el bebé iba a estar afuera a las 21.00 horas, pero la realidad era otra: eran las 20:30 y no había señales de que su bebé naciera. En ese minuto llegó el médico, le realizó tacto nuevamente y le dijo que iba a ir a verla a las 21:00 horas.
Verónica, al estar con siete centímetros de dilatación y con una mayor frecuencia de contracciones, le pidió a la matrona que le diera la epidural para calmar el dolor. Su pedido fue negado bajo el argumento de que le faltaba mucho para eso, algo que nunca le pasó en sus partos anteriores. Muy por el contrario, le habían dado el sedante cuando tenía cuatro centímetros de dilatación y nunca tuvo problemas.
“El ambiente en ese hospital era horrible”, recuerda. El dolor que sentía era “insoportable”, cada vez que llamaba a los enfermeros para que la ayudaran a reducir el dolor con algún analgésico, no solo no se acercaban, se quedaban en una esquina conversando. Por esa situación, Juan, su marido, tuvo que acercarse a hablarles directamente pidiéndoles que asistieran a su esposa.
Eran las 21:30 y el nacimiento de su hija se había transformado en una gran tormenta. El médico llegó a la camilla de Verónica para realizarle nuevamente tacto, pero esta vez fue distinta la posición, ya que le pidió que pusiera una almohada debajo de su espalda baja y le introdujo la mano casi completa. “No fueron dos dedos los que sentí, el dolor era insoportable, sentía que me giraba el útero desgarrándome todo mi interior. Llorando de dolor le suplicaba al doctor que parara”, dice Verónica.
El médico no paró a pesar de las lágrimas y los ruegos. Y le respondió con firmeza: “Tienes hasta las 22 horas para dar a luz o se va a morir tu guagua”.
Todo empeoró después de dar a luz. De tanto pujar Verónica sufrió hemorroides, pero la matrona pensó que eran desgarros, cometiendo un error crucial: cuando la cosió, le sujetó todas estas supuestas roturas. Al salir del hospital, Verónica dice que sentía un dolor insoportable, lo que la imposibilitó de realizar muchas actividades como darle pecho a su bebé o hacer sus necesidades.
Luego de cuatro días, Verónica recurrió a otra matrona, quien, cuando la revisó, no pudo creer el daño que le habían hecho.
Violencia en cifras
La Primera Encuesta Nacional de Violencia Ginecológica y Obstétrica en Chile (GINOBS 2020) destacó que 2.105 mujeres encuestadas consideraban haber experimentado violencia obstétrica durante el parto.
La matrona Daniela Díaz comenta que la falta de comunicación por parte del profesional a cargo es la principal razón por la que se realiza la violencia obstétrica ya que no se le comentan los procedimientos a realizar a las pacientes ni se considera el ámbito emocional y físico en el que se pueda encontrar la madre.
Algo similar le pasó a Isabel Hidalgo cuando se encontraba en la sala médica para ser llevada al pabellón y realizarse la cesárea acordada.
Cuando su guagua nació, los doctores se dieron cuenta de que la placenta se encontraba adherida a las paredes del útero –acretismo placentario–, por lo que decidieron raspar los residuos. En ese momento, Isabel sufrió una hemorragia, necesitando una transfusión de sangre donada por sus familiares. No obstante, el procedimiento le fue negado por, supuestamente no tener donadores. Lo cierto es que sus parientes sí habían realizado tal procedimiento. Al no optar por la transfusión, la doctora le controló el sangramiento cauterizando las paredes del útero.
Al despertar de la cirugía la doctora le dijo a Isabel: “Olvídate de tener hijos, ya no podrás volver a ser mamá”. “En ese momento me sentí súper vulnerable, no entendía qué me habían hecho”, recuerda. Después de siete días, tras mucho dolor, pidió una segunda opinión a otra matrona quien le entregó toda la información de lo que había pasado.
Las evidencias indican que la violencia obstétrica genera un profundo impacto tanto en la salud física como emocional de las mujeres. Estas malas prácticas pueden llegar, por ejemplo, a causar incisiones y cortes en el cuerpo que generan alteraciones en la pelvis como marcas o cicatrices que llevan a tener relaciones sexuales dolorosas, incontinencia urinaria, problemas de autoestima y/o depresión.
“En Chile, la violencia está muy normalizada, especialmente en ámbitos fuera de relaciones de pareja o física, ya que existe una gran posición de poder del profesional médico sobre los pacientes”, comenta la psicóloga Katherin Maturrana. Es por esta razón que la Ley Adriana -que sigue en trámite-, tiene el propósito de acompañar, ayudar y proteger a aquellas mujeres que han sido violentadas por manos de profesionales médicos del área natal. Y es que como las instituciones no han podido responder ante tal situación, esto ayudaría a resguardar, apoyar, y resolver las negligencias con el fin de que cada vez vayan disminuyendo los casos.
Orientar el estado psicológico de las pacientes
“Los psicólogos clínicos dicen que lo primero que deben hacer es ayudar a las pacientes a darse cuenta de lo ocurrido, ya que siempre surge la duda de si en verdad fueron víctimas de violencia. En estos casos, con madres no primerizas, se puede ayudar a comparar experiencias pasadas de otros partos sin violencia”, dice Katherin Maturrana, psicóloga clínica de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
El impacto psicológico se puede visualizar de múltiples maneras. Y es que al no tener control en el proceso, el sistema nervioso se pone a actuar por su cuenta, dando como resultado un estrés postraumático o depresión postparto, explica.
Según el centro de psicología Canvis, las mujeres víctimas de violencia obstétrica pueden sufrir variadas sintomatologías asociadas al estrés postraumático: pesadillas vinculadas con el trauma, dificultades en el periodo del sueño, miedo, desesperanza, irritabilidad, cambios de humor, ansiedad, así como alertas continuas ante amenazas, flashbacks o recuerdos que les hacen recordar el perturbador acontecimiento vivido en el parto.
Es importante que por medio de estas vivencias las madres cuenten con apoyo psicológico. Una buena alternativa es acudir a grupos de apoyo compuestos por diversas mujeres que han pasado por experiencias traumáticas similares para poder compartir experiencias y sentirse escuchadas y representadas por la afinidad de vivencias, estableciendo una mayor empatía y unión.
Con las madres no primerizas está la opción de ver la experiencia traumática del parto “desde afuera” para compararla con un parto anterior que haya estado “libre de esta violencia”, indica la psicóloga Katherin Maturrana.
La ayuda de los seres queridos también es primordial cuando ocurre la violencia, ya que es necesario que exista un apoyo emocional, permitiendo la presencia de la familia cercana para reducir el estrés y la ansiedad de las mujeres durante el proceso de parto. “A pesar de no estar viviendo la situación en sí, sentía su dolor. La fui a visitar todos los días que estuvo en el hospital y le llevaba chocolates para aminorar lo que sentía”, dice Juan Pérez, marido de Verónica.
Además, el autocuidado es uno de los aspectos más importantes al haber vivido algún evento traumático. Hay que vincularlo con el autoconocimiento que cada mujer tenga de sí misma, conocer sus deseos o voluntades y alinearlos con las conductas de bienestar y confort propios.
Expresar aquello que han experimentado de la manera más cómoda es lo más importante para mostrar lo sucedido. “Si no cuentan lo que les pasó, esto quedará como que todo proceso se hizo de buena manera y esto no ayuda a la visibilización de la violencia obstétrica”, dice Carolina González, coordinadora de la fundación OVO (Observatorio de Violencia Obstétrica).
Salud chilena
“El sistema en el que vivimos está extremadamente estresado por el nivel de demanda, es por esto que en algunos casos ocurren estas negligencias médicas, ya que los profesionales no tienen el tiempo suficiente para poder responder a la demanda existente”, comenta Carolina González, matrona y coordinadora de la fundación OVO.
Si bien la salud chilena se divide entre pública y privada, ambos sectores enfrentan problemas como la falta de profesionales en algunos sectores. Esta ausencia es más notoria en la salud pública, ya que su demanda supera a la cantidad de profesionales que hay.
De acuerdo con la Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología, y el Ministerio de Salud de Chile, a la fecha hay un estimado de 2 mil ginecólogos ejerciendo, equivaliendo a 0.76 por cada 10 mil habitantes. Del total, un 43.6% está situado solamente en la región Metropolitana.
Los resultados indican que el 86,5% se encuentran en los hospitales públicos, contando con la cifra más alta de mujeres que se sienten invalidadas o anuladas por parte del equipo médico. La dificultad de manifestar las emociones durante el trabajo de parto y la exposición en la que se encuentran hace que se sientan vulnerables ante la situación.
Las prácticas más frecuentes en los casos de violencia obstétrica son el impedimento de estar acompañadas durante el proceso de dar a luz, generando una mayor inseguridad, ya que están solas y más vulnerables en esos momentos, la realización de procedimientos en ausencia de un consentimiento debidamente informado, el uso de sobrenombres o diminutivos como si fueran incapaces de comprender lo que le irán a realizar.
¿Qué hacer en estos casos?
Al haber vivido una vulneración de carácter médico antes, durante y después del parto, existe la opción de carácter civil que es vigente y actual, donde se puede ejercer una acción de denuncia o demanda por el daño generado.
El abogado Marcelo Carrera señala que la denuncia consiste en que la persona que se vio afectada se acerque al persecutor o al Ministerio de Salud. Se puede realizar la indemnización de perjuicios o una denuncia al mismo ministerio, afectando completamente al funcionario asignado. Luego de la denuncia, se iniciará el proceso de investigación.
Al realizar una demanda, esta dependerá del contexto de la vulneración de carácter médico que sufre la mujer en el parto, teniendo una acción de carácter civil. En Chile existe un contemplado vigente y actual, lo que se denomina una acción, que ayuda a hacer posible iniciar una demanda cuando se genera daño a una persona, explica.
Además, la indemnización de perjuicios se puede llevar en estos casos al juzgado civil: aquí se necesitará contar con un abogado que represente legalmente a la persona afectada que haya querido demandar o denunciar.
Las pruebas necesarias que se pedirán son: una ficha clínica, quien esté tratando al paciente, las enfermedades base y elementos documentales de suma importancia para usarlos al momento de aprobar hechos, como pruebas testimoniales, periciales, participación de personas que sean especialistas o información de otras instituciones.
El derecho a la información es la principal vulneración que ejerce el personal médico, independiente de si se ejerce por medio de un hospital público o privado. La diferencia se encuentra “al momento de demandar o denunciar, ya que es probable que la institución pública alargue o desista, mientras que, el municipio privado sustenta una respuesta más rápida para no ostentar una mala imagen”, dice el abogado Marcelo Carrera.
Hoy, Verónica vive con su familia tratando de dejar esta experiencia atrás. A pesar del tiempo transcurrido, quedó con una gran secuela que recordará toda la vida. Mientras Isabel, teniendo solo 29 años, al arrebatarle la oportunidad de poder ser madre, hoy se cuestiona si existe una posibilidad de volver a tener un hijo o hija, aunque sabe que la respuesta es nula, al menos de forma natural.
“Yo no soy la única que quiere comunicar esta violencia, estos hechos ocurren en muchos lugares y tanto las madres como las familias quieren contar sus relatos”, menciona Verónica Aguilera esperando que con su relato se puedan visibilizar los daños causados y demostrar que existen muchas mujeres que son violentadas en los procesos de parto.
“Sean siempre valientes y confíen en su intuición cuando sienten que algo no está bien. Ante cualquier duda o inquietud, asegúrense de no estar solas durante el proceso de parto, así alguien las puede orientar o aconsejar de lo que está pasando”, dice Isabel Hidalgo. Y es que, a pesar de lo vivido, quiere que las madres puedan informarse sobre sus propios derechos al momento de dar a luz para tratar de evitar que más médicos del área tengan la capacidad de violentar.
Si te sientes identificada con estas historias y has vivido violencia obstétrica en algún hospital público, puedes contactar al siguiente correo y número. Ahí te entregarán un apoyo psicológico y jurídico para que no vivas tu proceso en soledad. fundacionovochile@gmail.com +56981658871
*Este reportaje fue realizado durante el curso de Fuentes y Documentación impartido por la periodista y docente Amanda Marton en la Universidad de Santiago de Chile (USACH).
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