Los aforismos de Hopenhayn

Esta forma de escritura, que supuestamente renace en twitter, es sumamente difícil: jamás solemne o banal, como dijo Kafka, los aforismos son un destilado corrosivo para decir algo cierto. Tras quince años, el filósofo chileno argentino Martín Hopenhayn vuelve a este trabajo con Atajos para no llegar.




Paula 1150. Sábado 21 de junio de 2014.

Esta forma de escritura, que supuestamente renace en twitter, es sumamente difícil: jamás solemne o banal, como dijo Kafka, los aforismos son un destilado corrosivo para decir algo cierto. Tras quince años, el filósofo chileno-argentino Martín Hopenhayn vuelve a este trabajo con Atajos para no llegar.

La lectura de aforismos, sean los clásicos del francés François de La Rochefoucauld o del alemán Lichtenberg, los modernos del inglés W.H. Auden o del portugués Fernando Pessoa, tiene en común producir un destello de sentido, de reconocimiento y de reflexión de algún modo feliz sobre la vida, gracias a la unión de la sentencia con el despliegue de los muchos sentidos que guardan las palabras. Forma de escritura poco cultivada, mezcla la investigación filosófica con deleite literario, y la fustigación moral con la observación paciente de la relación entre las cosas, se caracteriza por la elegancia sintáctica y la multiplicación reflexiva.

El filósofo y ensayista Martín Hopenhayn (1955), de ascendencia argentina y vida chilena, graduado en Francia bajo la tutela de Gilles Deleuze y experto en desarrollo social de América Latina, despliega este arte en un nuevo libro, tras quince años de la publicación de sus primeros textos (Así de frágil es la cosa, 1999). Estos nuevos aforismos "arrancan sentido", según sus palabras, para compartirlo al "ir a lo aparentemente banal, lo que se comunica al pasar, cuya emergencia algo parece decir sin que sepamos bien qué, y que se empecina en refugiarse en el plano del sentido común o la intuición, pero todavía no interpretado. Allí, a veces, y solo mirando de reojo, el aforista da en el clavo". Son estas nuevas interpretaciones, que llevan a ese dulce estado de pensamiento que acierta y divaga, los que cautivan en su generosa nueva producción Atajos para no llegar (Tajamar). Van de la paradoja cotidiana a la metafísica de alto vuelo: la libertad, el amor, la mirada y el oficio de vivir son algunos de los temas claves.

Algunos aforismos de Martín Hopenhayn:

"Nuevo modismo en boga para cuando la realidad no está a la altura de las expectativas: 'es lo que hay'. La conciencia bascula entre la estrechez del conformismo y la lucidez de la conformidad".

"¿Qué sería de nosotros sin el trabajo que nos encadena? ¿Una soltura suplicando riendas, un regusto a desgaste al empezar, un exilio en la holgazanería? Lo que avergüenza a más de uno no es estar libre mientras los demás siguen atareados, sino sostener ante ellos la ilusión de la libertad".

"La familia como tinglado. Un juego de equilibrios, siempre. No es que lo haga a uno desgraciado, nada de eso. Pero la espontaneidad que se reivindica como privilegio del hogar, ¿hasta dónde relaja su cuerda sin llegar a soltar alguno de los cristales que cuelga del tinglado?".

"La reputación, ese no-ser que somos. Resaca del espejo que nos increpa a seguir siendo lo que ya fuimos".

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