Somerville v/s Lobsang

Son agua y aceite. Uno defiende a brazo partido las ventajas del liberalismo económico, tiene dos Jaguar y habla fuerte. El otro vive al margen del sistema en una casa tomada, usa un mohicano y habla bajito. Éste es un diálogo acerca de la libertad, el dinero y el más allá entre Hernán Somerville, líder económico y presidente de la Asociación de Bancos, y Lobsang Palacios, intérprete de danza butoh y okupa




Un okupa con un candado en la oreja camina por pleno Sanhattan con las manos dentro de su polerón negro. Los ejecutivos terneados y pecho de paloma que regresan a sus oficinas encumbradas en el cielo después de almuerzo, lo miran de reojo al pasar.

El chico con pinta semi punky está en territorio enemigo, pero su cabeza está en otra parte. Lobsang Palacios (30), bailarín de butoh y vocero de la casa tomada de República 550, se quedó pegado con la imagen de la señora desdentada que se puso a llorar de vergüenza cuando le pidió un cigarro un par de cuadras atrás. No deja de pensar en ella hasta que entra al feroz edificio de vidrios polarizados adonde se dirige. Catorce pisos más arriba, Hernán Somerville (65), el rey de los ternos a rayas, líder del empresariado chileno y presidente de la Asociación de Bancos, lo espera intrigado en su oficina adornada con muebles de madera bien lustrados y fotografías donde figura en distintas partes del mundo con los jerarcas más importantes del planeta. "Qué tal, pos hombre", lo recibe Somerville con un apretón de manos. "Bien, gracias", le contesta Lobsang con una voz casi imperceptible. Ambos polos quedan sentados frente a frente. Lobsang, en un sofá de cuero negro y Somerville, en uno blanco. Lobsang, de jeans, polerón y zapatillas y su candado dorado tintineando en la oreja y Somerville, con mocasines de gamuza, pantalón con pinzas y chaqueta con pañuelo de seda en la solapa. El primero, sin un peso en los bolsillos y el otro, con un dineral que ha acumulado en base a un trabajo de doce horas diarias y una trayectoria profesional impecable. Lobsang, firme en su posición de vivir a través de la autogestión en una casa que legalmente le pertenece al Serviu; Somerville, inamovible en la convicción de que el sistema neoliberal es de lo mejorcito que hemos tenido hasta ahora. Lobsang Palacios y Hernán Somerville están a centímetros uno del otro, pero separados por una vida de ideas y maneras de enfrentarla.

Butoh a la chilena

Somerville: No alcancé a entender muy bien sobre esta danza japonesa que enseñas.

Lobsang: El butoh nace en el término de la época del Meiji en Japón como una protesta radical a la entrada de Occidente en Oriente. La base del butoh es La Argentinita, un espectáculo de flamenco que vio Katsubono, el maestro, quien se sintió cautivado con esa energía visceral. El butoh va contando una historia desde el propio cuerpo que habla solo. Y trabaja en base a cuerpos muertos levantados como marionetas y dirigidos por el gran fantasma que es Dios. El butoh es grosero, desgarrador, son cuerpos pintados de blanco…

S: ¿Y es muy físico?

L: Muy físico, porque uno mueve todo el cuerpo.

S: Me imagino que este baile ha variado.

L: Sí. Yo hago butoh clásico y estoy estudiando nuestra cultura para ver cómo lo hago más chileno. Le estoy poniendo cueca, canciones de Violeta Parra y de Víctor Jara.

S: Cada país tiene su tradición y su cultura, pero nuestras angustias y alegrías son parecidas. Cómo se relacionan las abuelas con sus nietos en todas partes es parecido. El otro día los iraquíes ganaron en el fútbol y salieron a la calle igual que como salen acá: el padre de la mano con su hijo, con la bandera, la camiseta. Esas características son universales.

L: Sí, pero yo voy a cómo los chilenos hacemos copias de. Si veo un show de creadores chilenos y me ponen una música incidental alemana, no entiendo ni huevas qué está diciendo.

S: Esas cosas son universales. Es como si no apreciaras un Leonardo da Vinci porque es italiano. Algunas obras son Patrimonio de la humanidad.

L: Pero igual hay que acercarlas a la gente. Yo intento acercar mi arte a mi realidad, a mi pueblo. Prefiero no usar el tema alemán, sino a la Violeta Parra. Capaz que si llevo un espectáculo con música alemana de la Plaza Italia para arriba digan: "qué excéntrico, qué bonito". Pero si eso lo llevo a la realidad de una población, la gente no entendería nada.

S: Sí, pero te digo que en las poblaciones conocen el rocanrol mejor que nadie. La cultura americana, te guste o no, entró con tutti porque el mundo es cada día más una aldea. Te aseguro que estos Bonos y Rolling Stones son más conocidos que cualquiera. Mucho más que yo.

La casa propia

Somerville se entera que la casa de República donde Lobsang enseña butoh gratuitamente lunes y miércoles es propiedad del Serviu. Que los okupas artistas se la tomaron hace dos años porque estaba abandonada y allí fundaron el Centro Cultural Akí. Somerville mueve la cabeza en señal de desaprobación.

S: Yo no puedo justificar algo así. Si en una sociedad no hay un Estado de Derecho estamos jodidos, porque protege al más débil, no al más rico. El rico se protege solo porque tiene plata, abogados, relaciones públicas. Ustedes deberían pedir una regularización si allí han creado una expresión cultural legítima y no

causan desorden.

L: Bueno, se pidió ayuda al Estado, pero el Estado la negó. Como la negó, la usamos igual porque es un bien del fisco, por lo tanto, un bien público. Y el gobierno se aterra con nosotros porque ven que no es una casa okupa donde la gente se droga o se alcoholiza, sino donde hay muchos talleres funcionando bajo la autonomía y la autogestión. No queremos nada del Estado, solamente el espacio para trabajar.

S: Pero, ¿no tienen medios para arrendar otra casa? O sea, la gente que va allá, tiene que pagar algo. No puedo aceptar ocupaciones porque así no se progresa socialmente. Hay un estado democrático y creo que el diálogo no puede ser sustituido por situaciones de fuerza. Soy categórico en eso: la libertad de expresión tiene que hacerse dentro del respeto a las normas de la sociedad, porque si no después viene la anarquía y el caos que después acarrean reacciones totalitarias y dictatoriales. La libertad es dentro de ciertas reglas: si mañana yo fuera un pistolero, mi felicidad de salir disparando y matando gente no puede ser, ¿me entiendes? Para que a uno lo respeten, tiene que respetar ciertas normas básicas.

L: Pero déjame hablar: bajo este estado de derecho nos hemos portado súper bien. El único pero es la toma de una casa que lleva diez años abandonada. Y eso no lo encuentro tan grave. Llevamos dos años resistiendo. Yo me he tenido que poner a estudiar, salirme de lo que amo, para entender nuestras opciones judiciales. Soy un creador y lo que quiero es trabajar en eso, nada más. Y siento que es realmente injusto que este Estado nos trate como delincuentes, que el Ministerio de Vivienda no quiera hablar con nosotros. Entonces por qué hablamos de democracia si estamos en estado de sitio: La Moneda está tras las rejas y se nos niega el acceso. Y hay toque de queda radical: a las 10 de la noche, nadie que no tenga auto puede moverse. El pueblo se tiene que ir para la casa, no puede trasladarse, porque el Transantiago le niega el paso. Estamos en la dictadura perfecta: la democracia.

S: Te entiendo el español, pero no lo comparto en absoluto. Estamos en una democracia más transparente y más participativa, aunque reconozco que quedan cosas por hacer. La Moneda tiene menos resguardo que la Casa Blanca y que el Buckingham Palace, el nuestro es el palacio de gobierno más accesible que he visto en mi vida. Reconozco que el Transantiago ha sido un problema, pero no podemos mezclar peras con manzanas. Creo que tú tienes que buscar una solución, aunque no sé cuál sea.

L: Que sea real la libre expresión.

S: Pero mañana con el pretexto de la libre expresión no puedes llegar y ocupar mi casa porque consideras que tengo una terraza con una estupenda vista a Santiago.

L: No ocuparíamos jamás el espacio de un privado. Eso sería insolente.

El color del dinero

S: Tú vives con pocos bienes materiales, ¿no te interesan?

L: No es que no me interesen, simplemente no los tengo.

S: Pero ¿qué harías si te ganaras el Kino?

L: ¡Ah!, me compraría una casa.

S: Pero por qué no ahorras. Con un ahorro básico te dan un subsidio y un crédito.

L: Sí, pero me darían una caja de fósforos que se cae a pedazos y se llueve.

S: Ya, ¿pero tú quieres una casa porque te molesta andar de un lado a otro?

L: No es que me moleste, pero intento tener la capacidad de hacer mis cosas solo. Lo que pasa es que el sistema quiere que seamos un objeto, que estemos estructurados de tal forma y nada más. Por eso, lo que hacemos es mover a la gente para que deje de ser objeto y vuelvan a ser sujetos sociales porque ya no lo somos: estamos insertos en una sociedad en la que no pensamos.

S: A mí igual me carga la uniformidad. Soy distinto: uso el pelo largo, me visto diferente, hago cosas que otra gente no hace, soy medio loco según algunos porque creo en la libertad.

L: Claro, tú eres Hernán y yo soy Lobsang. Eso es ponerle nombre a los sujetos.

S: Este país lamentablemente tiende a uniformar la gente y eso a mí me carga.

L: Y eso es lo que te coarta. Tú me dices que es fácil ganar un subsidio y tener un crédito, pero yo no puedo por la forma en la que vivo y en la que trabajo.

S: Pero, ¿lo has intentado?

L: He ido a los bancos y no puedo hacerlo porque soy independiente, porque mis boletas no dan lo que deberían, porque no tengo estudios universitarios, porque hice mi carrera como independiente gracias a lo cual me gané un espacio dentro de la cultura de este país.

S: Entonces el crédito da lo mismo, porque has logrado otras cosas: conseguir que cuarenta señores aparezcan todos los lunes y miércoles para tomar tu taller en esta casa es algo. Pero acuérdate de mí que eso va a crecer y en algún momento tendrás que organizarte mejor para que sea un poco más eficiente. No es para que te metan cartones de la burguesía, pero tú mismo te vas a dar cuenta de que necesitas un espacio mayor porque vas a tener más alumnos. Eso no tiene nada de malo. ¿Y quiénes son los que van a tu taller de butoh? ¿Van de la Plaza Italia para arriba, como decía mi abuela?

L: También bajan a República. Les cuesta, se pierden, pero llegan. El cuento es que se puede hacer, pero este sistema, este Estado, el capitalismo, el neoliberalismo, la globalización, son las cosas que me coartan. Lobsang no puede dar clases en las universidades porque es delincuente, terrorista, okupa y anarquista y se olvidan que soy un buen intérprete de butoh.

S: Es que hay dos formas de mirar la vida: el vaso medio vacío o medio lleno. Yo prefiero verlo medio lleno. Partí en condiciones económicas muy malas, algunos parientes me pagaron los estudios, otros nos dieron comida y otros la casa donde viví. Tú me miras ahora y dices: "puta, este huevón nació millonario", pero yo no tenía ningún peso. Nunca tuve casa propia, una vez nos echaron de la casa porque no podíamos pagarla, me compré mi primer auto a los 30 años y con crédito. Me saqué la cresta estudiando y por eso salí adelante. Nadie le garantizó a uno que iba a ser feliz sin poner de su parte. Por eso te digo que aunque aún existe mucha desigualdad, nadie me va a decir que el chileno está peor que años atrás, perdóname. En democracia te puedes expresar y nadie te lleva a la cárcel por eso.

L: A mí me han metido preso dos veces por expresarme en la calle, por mostrar mi arte. Si estamos en dictadura, no en democracia.

S: No, no, no, tú tienes que haber ido a la cárcel por una infracción mayor.

L: Por bailar, por bailar butoh en la calle.

S: ¡Cómo van a meter a la gente a la cárcel por bailar! ¡Si en Chile no meten a la cárcel ni a un señor que le pega a la Julita Astaburuaga de ochenta, por favor! Por eso no puedo entender que a ti, por ir a bailar sin causarle daño a nadie, sin pegarle a ninguna vieja, te lleven detenido. ¿Y qué pasa si me pongo a bailar tango con mi mujer en la calle? ¿Me van a llevar preso?

L: A ti no, poh.

S: Pero, ¿por qué no?

L: Porque tú eres rubio, tiene los ojos azules y eres Hernán Somerville. Punto.

Porotos en el paraíso

S: Otra cosa sobre la que te quería preguntar es acerca del sentido de la vida. Siempre me he preguntado para qué estamos acá. Personalmente, creo que tenemos dos misiones: uno es un propósito personal que es ser feliz. Y lo segundo, se refiere a la dimensión social del ser humano para tratar de crear un mundo mejor.

L: Bueno, yo vine simplemente a vivirla. No tengo muchas estructuras y por eso no sé si algún día voy a tener claro cuál es mi misión. También creo en Dios y en esas cosas, pero hay una lección que nunca he olvidado: Una vez el hombre primitivo estaba muy deprimido y se sentó en una piedra. A las horas, se dio cuenta de que estaba muy bien. Entonces el hombre pescó unas piedras y empezó a hacer altares, pero no le bastó. Y así sintió la necesidad de crear un Dios.

S: Yo creo igual. El hombre primitivo vivía sometido a unos desafíos formidables. Imagínate lo que significaba convivir con dinosaurios, pelear con animales para poder comer, sufrir de enfermedades sin medicinas. Frente a esa tremenda inseguridad, el hombre necesitó de Dios, una especie de seguro para protegerse e invocarse frente al terror. El susto que uno le tiene a la altura es producto del miedo histórico del hombre cuando estaba arriba de los árboles y tenía temor de caerse.

L: Todos los terrores son así. El temor de las mujeres a los ratones también proviene de esa época.

S: Bueno, yo también le tengo miedo a los ratones (risas). Entonces tú me dices que crees en Dios…

L: Pero el Dios que nos creamos nosotros mismos.

S: Y en tu vida mundana, ¿en qué crees?

L: En ustedes, en las personas.

S: Yo me imagino que si uno es feliz y además ayuda en lo que pueda, después va a un paraíso, a un lugar mejor. Se supone que allá no hay injusticia, pena ni dolor, sino fraternidad, gentileza, cordialidad.

–¿Y cómo sería un paraíso a su medida?

S: Ojalá que para mí tenga música, lectura, mujeres buenas mozas, una trotadora, pero no dólares ni una oficina. Lo que sí quisiera es que exista buena comida china e italiana y buenos vinos también.Cómo va a haber paraíso sin vino.

L: Mi paraíso es más simple: quiero que allá el hombre realmente se pueda expresar con libertad, que seamos capaces de mirarnos a los ojos y poder hablar sin gritar.

S: Yo he dicho lo mismo…

L: Bueno, dijo que no iba a haber dólares lo cual es muy bueno. Pero para mí, más que comida china, el paraíso debiera tener porotos.

S: ¡A mí también me gustan los porotos con riendas! ¡No sabes tú lo que me gustan los porotos con riendas!

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