María Dolores de la Puerta, doctora experta en microbiota: “En nuestro intestino podemos encontrar muchas respuestas”

un intestino feliz Paula

Hace 24 años la doctora De La Puerta comenzó con el estudio de la microbiota intestinal, esos millones de microorganismos que viven en nuestro aparato digestivo. Su objetivo inicial era comprender la relación microbiota-intestino-cerebro, ya que, aunque se trataba de un área de investigación escasamente explorada, ella intuía que en esa conexión había algo importante. Y tenía razón. Recientemente se publicó la séptima edición de su libro 'Un intestino feliz', en el que, con una gran base científica, explica la estrecha relación entre las bacterias de nuestro intestino y nuestra salud física y mental




“Nunca me gustó conformarme con los dictámenes impuestos sin cuestionarlos y entenderlos. Mi espíritu curioso, rebelde e incansable, buscando aprender cada día y nunca dando nada por sabido, es el que me ha traído a este libro”. Con esas palabras la doctora española María Dolores De la Puerta, experta en el estudio de la microbiota intestinal –los millones de microorganismos que viven en nuestro aparato digestivo– comienza el prólogo de su libro Un intestino feliz, a estas alturas un best seller que en España ya va en su séptima edición.

No es casualidad que María Dolores haya elegido esa cita. Da cuenta del camino recorrido. Y es que hace 24 años, cuando partió estudiando la microbiota, eran muy pocos los que lo hacían, casi no había información científica. “En ese momento estaba haciendo un máster en el que la temática era la medicina de las preguntas. Lo que pasa es que muchas veces cuando alguien tiene una inflamación, le das un antiinflamatorio, o si tiene un dolor, le das un analgésico. Pero no siempre nos preguntamos qué está generando esa inflamación. Ahí surgió la microbiota y a mí se me encendieron todas las ampolletas. Aquello me enamoró desde el minuto cero porque empecé a ver que había respuestas a situaciones clínicas que hasta ese momento lo único que tenían era una puerta cerrada, como el colon irritable, que por mucho tiempo no tuvo tratamiento, pero ahora, desde el estudio de la microbiota, sí lo tiene”, dice.

Dos años después la doctora dejó la cirugía que era su especialidad y volcó su carrera al estudio de la microbiota, a pesar de que cuando daba las primeras conferencias, recibía constantes ataques. “En el turno de preguntas los médicos eran despiadados, me decían que lo que hablaba era una tontería, que era paramedicina. Llegó un momento, al principio sobre todo, que al pie de cada diapositiva ponía una cita de alguna investigación para decirles ‘tú no me estás tosiendo a mí, le estás tosiendo a tal y tal investigador’”, cuenta Dolores. Pero ella no se venció y hoy está convencida de que la investigación en microbiota y la constatación clínica de la importancia de la microbiota es un cambio de paradigma absoluto en la medicina.

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Cuerpo y microbiota, una unidad funcional

Que existe una estrecha relación entre la felicidad y las bacterias de nuestro intestino; que un buen tránsito intestinal ayuda a tener una buena salud mental; y que la microbiota tiene un papel fundamental en nuestra salud, en la prevención de enfermedades y que refuerza nuestro sistema inmunitario, son algunas de las afirmaciones de la doctora De la Puerta hace en su libro.

Esto ocurre porque –según dice– cuerpo y microbiota son una unidad funcional que explica, por ejemplo, por qué tenemos dolor de guata cuando estamos muy nerviosos o por qué sentimos ‘mariposas en el estómago’ cuando nos enamoramos. “La microbiota está desestabilizando el enfoque clásico que tradicionalmente conectaba la salud mental exclusivamente con el cerebro. Hoy sabemos que la cabeza no es nuestro único órgano cognitivo. A día de hoy, hay evidencias que indican que el intestino está permanentemente almacenando información, recordando, sintiendo y pensando por sí mismo”, explica Dolores.

¿Cómo explicar en palabras simples qué es la microbiota?

La microbiota son los millones de microorganismos que viven en nuestro cuerpo, en todo nuestro cuerpo, menos la conjuntiva del ojo que es el único sitio estéril. El resto del cuerpo está completamente colonizado por microorganismos. Por defecto, cuando hablamos de microbiota nos referimos a la microbiota intestinal porque es el ecosistema más rico, diverso e importante de todos, pero todo nuestro cuerpo por dentro y por fuera, tanto la piel como todas las mucosas por dentro, están cubiertos por microorganismos que interactúan absolutamente con nosotros. En nuestro cuerpo hay más microorganismos que células. Uno podría preguntarse ¿quién transporta qué?

¿A eso te refieres cuando hablas de una “unidad funcional”?

En la naturaleza, cuando especies diferentes conviven entre ellas, como es el caso de los seres humanos y la microbiota que nos habita, se llama simbiosis. Y hay muchos tipos de simbiosis. Están los parásitos, por ejemplo, en esa simbiosis solo se aprovecha una parte y el otro pierde. Sin embargo, con nuestra microbiota tenemos una simbiosis que se llama mutualista, que significa que ambos nos necesitamos para vivir, o sea, ambos obtenemos beneficios de la interacción: nuestra microbiota nos necesita, necesita nuestro cuerpo como alojamiento y necesita nuestra alimentación como sustrato, y nosotros no podríamos vivir sin la microbiota.

En el libro hablas del intestino como un segundo cerebro, ¿por qué?

De hecho, apunto la idea de que en algunos aspectos no es el segundo cerebro, sino el primero. Tenemos tantas neuronas en el intestino como en toda la médula intestinal, eso le confiere un potencial de actividad neurológica muy importante. Pongo el ejemplo de la serotonina, conocida como la hormona de la felicidad; pues el 90% de su producción es dependiente de las neuronas que tenemos en la tripa. ¿Eso implica que nuestra felicidad depende de la salud intestinal? Bueno sin duda hay multitud de factores personales, profesionales, económicos, etc. que están implicados. Más allá de dichos condicionantes, la microbiota tiene la capacidad de comunicarse con el cerebro, y condicionar nuestra capacidad de sentirnos felices. Lo mismo pasa con la dopamina, que es el responsable de la motivación, de las ganas, del retorno de placer cuando hemos conseguido algo bien hecho; o el ácido gamma amino butírico (GABA) que es el que nos da la paz, la sensación de serenidad, de sosiego. O sea, cada neurotransmisor, cada palabra, cada molécula que se que se genera de ese diálogo entre las bacterias y el sistema nervioso, genera una serie de sensaciones, de sentimientos. Es la bioquímica de la felicidad.

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En la práctica, ¿cómo se manifiesta esa comunicación?

Hay gente que tiene miedo, un golpe de miedo y le da diarrea, o hay gente que de los nervios se le cierra el estómago. Todo eso es conexión cerebro-intestino. En nuestro intestino podemos encontrar muchas respuestas. Hay un montón de ejemplos, porque el intestino siente gracias a esas neuronas.

Si nuestra microbiota es tan importante, ¿cómo la cuidamos?

Muchas cosas en nuestro estilo de vida condicionan nuestra microbiota. Son cosas muy sencillas, básicamente cuatro: la alimentación, el ejercicio, el sueño y el control del estrés. En el libro lo detallo bien, pero a modo general, cuidar una alimentación completa, variada, rotacional, sin grandes restricciones; en la que haya fibra, polifenoles, fruta, alimentos fermentados, y que se eviten las grasas saturadas trans, los ultraprocesados, aditivos, conservantes, colorantes. Respecto del ejercicio, hay mucha bibliografía sobre la diferencia de la microbiota de un paciente físicamente activo con otros más sedentarios. El sueño también es fundamental, el respeto por los ritmos circadianos. Pongo el ejemplo de un paciente que trabajaba por turnos y venía con una patología crónica que no mejoró hasta que fuimos capaces de que cambiara de trabajo. Y finalmente el estrés, que es el disruptor más importante que tenemos para la microbiota, porque es el determinante más pro inflamatorio que existe, afecta muchísimo.

En el libro incluso hablas de una relación no solo con el estrés sino que también con la ansiedad, e incluso la depresión.

Una microbiota desordenada (disbiosis) hace que las bacterias produzcan menos sustancias estabilizadoras y beneficiosas (neurotransmisores, ácidos grasos de cadena corta, etc.), favoreciendo un predominio de sustancias más proinflamatorias(aminas biógenas, indol, amoniaco, etc.). Este desequilibrio en el rendimiento metabólico de la microbiota y la inflamación asociada, afectan a los diferentes canales de comunicación del eje microbiota-intestino-cerebro, dificultando su actividad. Como consecuencia, bajará nuestro umbral de tolerancia al estrés y puede aumentar nuestro nivel de ansiedad o depresión. Ojo que no estoy diciendo que es la única causa, eso es importante, no todas las depresiones se generan por la microbiota, pero en un estado depresivo, si la microbiota está mal, eso contribuye negativamente.

¿Esto afecta a todas las personas de la misma manera?

No necesariamente. En los niños, por ejemplo, la disbiosis puede afectar al neurodesarrollo, lo que compromete su implicación en patologías como el autismo o la hiperactividad (TDAH). En los ancianos, puede afectar en patologías neurodegenerativas. En los adultos, la inflamación y la disbiosis impactan negativamente en nuestra salud general y también, por supuesto, en nuestros sentimientos,personalidad, sueño, etc.

¿De qué otras maneras se manifiesta el desequilibrio en la microbiota?

La microbiota alcanza todo, pero los síntomas más habituales en el aparato digestivo pueden ser digestiones pesadas, gases, distensión abdominal, diarrea, o diarrea y estreñimiento, o alternancia de ciclos de diarrea y estreñimiento. En la piel pueden aparecer eccemas inespecíficos, puede haber excesiva sequedad o picores. Otros síntomas pueden ser la cefalea o el dolor de cabeza, dolores músculo-articulares inespecíficos o calambres, también cansancio. Hay un gran paquete de síntomas funcionales que están detrás de los desórdenes de la microbiota.

¿Cómo se puede diagnosticar la microbiota?

La mejor forma de diagnosticar la microbiota es hablando con el paciente, escuchándolo, preguntándole con detalle cómo se alimenta, cómo duerme, su nivel de estrés, cómo maneja el estrés, si hace deporte, sus antecedentes personales, síntomas, fármacos, toda la sintomatología por órganos y sistemas. Y luego es verdad que hay analíticas, hay estudios específicos de microbiota que nos permiten ver matices más concretos de qué está pasando en ese desorden de microbiota.

¿Esas personas que han vivido toda su vida con hinchazón, con colon irritable, que han normalizado esos síntomas, pueden por fin encontrar una respuesta en la microbiota?

Sin promesas, porque ya soy muy mayor para hacer promesas, la respuesta es sí. ¿Sabes lo que sí es sin duda? Una ventana de oportunidad que, por ejemplo en el caso del colon irritable, no había antes. Antes lo que había era una puerta cerrada, y ahora lo que hay es una ventana de oportunidad. O sea, la invitación es a no conformarse, es a buscar la causa de sus síntomas y no solo el tratamiento.

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