Generación dopada
Siete de la mañana y, sin comer nada antes, Sonia Ojeda (78), quien tiene que andar con marcapasos por una deficiencia del corazón, ya está tomando Eutirox, medicamento para la tiroides. Luego de treinta minutos, recién puede tomar desayuno. Corodin-D para la presión; Fexurix para nivelar el ácido úrico en la sangre; aspirina para evitar coágulos; Ginko Max para el cerebro y colágeno para los huesos, forman parte de su menú. Como si esa cantidad de píldoras no fuesen suficiente, antes de dormir toma Glicenex para controlar la glicemia y rusovastatina para disminuir la cantidad de colesterol. Ocho fármacos todos los días. 40 a la semana. 160 al mes. 1920 al año.
La polifarmacia, término que se ocupa para llamar al uso concurrente de fármacos, tiene serias consecuencias. Sin embargo, el ministro de Salud Jaime Mañalich, reconoció en 2019 que como Gobierno se trataba de una causa pendiente a la que no se le ha prestado mayor atención. El problema es que, además de generarle un daño evidente al organismo, podría convertirse en un círculo sin salida. "Uno de los principales riesgos del consumo excesivo de medicamentos es la cascada de prescripción inapropiada que ocurre cuando se receta un nuevo fármaco para tratar el efecto adverso de otro fármaco, con la creencia errónea de que es una nueva condición médica. Finalmente, cada síntoma se trata por medio de químicos y el paciente termina postrado en una cama", dice la geriatra Carolina Tanco, jefa de rehabilitación de la Mutual de Seguridad y secretaria de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile. Para ejemplificarlo, la doctora lo explica así: "Si tengo dolor de cabeza y voy al servicio de Urgencias de alguna clínica u hospital y al tomarme la presión me la encuentra alta, podrían pensar que la jaqueca es por eso, entonces, además de darme un medicamento para el dolor, me entregarán uno para la hipertensión. Después tomo ese fármaco durante un tiempo y me siento mareada, entonces voy a una consulta particular y, si es que no hay una correcta información sobre lo que estaba consumiendo previamente, podrían creer que se trata de vértigo y me vuelven a dar remedios, los que se terminan sumando y sumando".
A la reacción adversa a medicamentos se le conoce como RAM y, aunque la situación sea preocupante en todas las edades, en el caso de los adultos mayores es aún más grave, ya que estos presentan síntomas diferentes al resto y son más difíciles de detectar. Según una presentación publicada por el Ministerio de Salud y creada por el farmacéutico clínico Leonardo Arriagada de la Universidad Andres Bello, un 25% de los ancianos internados presentan problemas con algún fármaco, lo que corresponde a 3 veces más que los menores de 30 años. Además, las RAM son una causa común de discapacidad y responsables del 50% de las complicaciones hospitalarias. Según explica Tanco, como los adultos mayores tienen un riesgo mayor de caídas, hay medicamentos que al provocarles somnolencia, mareos o vahído, lo aumentan. Y esto podría ocurrir incluso con el consumo de un solo fármaco.
Historias como las de Sonia se repiten alrededor el mundo. Según la Sociedad Estadounidense de Farmacéuticos Consultores, las personas de 65 a 69 años reciben, en promedio, 15 prescripciones médicas al año, y las de 80 a 84, 18. A esto se suman los innumerables fármacos de venta libre, suplementos vitamínicos y minerales. Entre las personas mayores de 65 años, el 44% de los hombres y el 57% de las mujeres toman cinco o más medicamentos por semana y el 12% 10 o más. En Chile, las cifras son igual de alarmantes. Sonia no solo no es un caso excepcional, sino que representa al promedio de su generación, quienes, según el Ministerio de Salud, incluyen hasta ocho fármacos diarios en sus pastilleros. Esta cifra convierte a la tercera edad en el grupo etario que más abusa del consumo de píldoras.
¿Quién es el responsable?
Carolina Tanco asegura que la polifarmacia en la tercera edad es responsabilidad de tres sujetos: el doctor, el paciente y su apoderado. "El problema es que estos tres actores no logran entenderse. Por un lado, suele pasar que no hay un médico de cabecera que comande y el adulto mayor es tratado por diferentes especialistas, los que no están al tanto de la cantidad de fármacos que está tomando el paciente. Además, aunque exista la obligación de preguntar, siempre a los ancianos se les olvida mencionar alguno. Y también está el apoderado o la persona a su cargo, quien impulsa la polifarmacia porque compra remedios que otra persona recomendó. Al final, estas mezclas de medicamentos terminan deteriorando más al paciente que ayudándolo", cuenta.
Para revertir esta situación, una de las estrategias que hacen los geriatras es analizar fármaco por fármaco y suspender los que no tienen un diagnóstico real. Esto se conoce como des prescripción, sin embargo, Tanco reconoce que no debería ser la solución. "Hay un montón de cosas de las que se debería hacer cargo el Estado, como tener un registro nacional de los diagnósticos de los pacientes y que todos los centros de salud tengan acceso. O tener sistemas de apoyo respecto a sus medicamentos. Hay miles de ancianos que no reciben el consejo de nadie y sería súper bueno tener un call center, por ejemplo, en el que pudiesen llamar para saber qué pueden hacer si se equivocaron en las dosis, los horarios o combinaciones", explica. Y agrega: "Una mala prescripción puede terminar matando a un paciente, no obstante, también es importante que los doctores cambiemos la mentalidad y nos atrevamos a enfrentar algunas patologías de diferente manera. Existen personas que están tratando alguna enfermedad, como la diabetes, con pastillas cuando se sabe que una correcta dieta funciona para combatirla. Es momento de reflexionar sobre el por qué se está solucionando todo con un químico y no con un cambio real en la rutina".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.