Mi mascota y yo: la heroína de los gatos callejeros

Mi mascota y yo: La heroína de los gatos callejeros

Toda su vida, Dominga González ha tenido una conexión especial con los animales. Pero hace un par de años, ese vínculo la llevó a dedicar buena parte de su tiempo al rescate y cuidado de gatos callejeros. Hoy su casa es el hogar de cuatro felinos consentidos y, no conforme con eso, se encarga de alimentar y proteger a una colonia de 14 gatos que viven en una construcción al lado de su departamento. Sin capa ni superpoderes, Dominga se ha convertido en la guardiana de los gatitos.




Desde su infancia en Buin, Dominga siempre sintió una conexión especial con los animales. “Cuando chica, vivía rodeada de gallinas y perros. Siempre sentí que tenía una conexión profunda con los animales, incluso más que con los humanos”, reconoce.

Cuando se mudó a Santiago, sus mascotas se quedaron en Buin con su familia. Sin embargo, su amor por los animales se mantuvo y la primera vez que se fue a vivir sola, a los 25 años, se llevó a uno de sus perros: Cacho, quien se convirtió en su fiel compañero. “Con Cacho éramos partners, lo cuidaba como a un hijo”, recuerda con nostalgia.

Tras la trágica pérdida de Cacho, y como una señal, apareció la gata Bjork en su vida. “Cacho se murió el 18 de agosto y el 11 de septiembre apareció esta gata, mi gorda. La publicó en redes sociales una amiga porque estaba lista para ser adoptada, así que me quedé con ella. Desde ese momento empezaron a llegar los gatos a mí”, cuenta.

Dominga y su gata Bjork

Y es que en paralelo, Dominga se empezó a involucrar en el rescate de gatos callejeros. “Cuando paseaba a mi perro, llegaba hasta unas canchas cercanas y allí empecé a ver muchos gatos. Me acercaba a darles comida y conocí gente que hacía lo mismo. Partimos esterilizando a algunos y buscándoles casa. De hecho, a uno que estaba un poco cojo lo adoptó mi mamá, y nunca más cogió”, cuenta.

Un día, Dominga recibió el llamado del guardia de las canchas. Le avisaba que habían llegado cinco gatitos nuevos, recién nacidos. “Me hice conocida por esto y me empezaron a llamar, así que formamos un grupo de rescate de gatos callejeros. Se llama Puente Viejo. Somos pura gente motivada. De hecho, en el cyber day, en vez de comprarnos cosas para nosotros, compramos jaulas trampa para rescatar más gatos”, cuenta.

En uno de esos rescates llegó Benito Silvestre. “Lo había atacado un perro, así que estaba muy traumado. Me lo traje al departamento y costó un mundo que se diera conmigo, así que pensé que volver a moverlo o darlo en adopción, sería difícil para él. Así que me lo dejé. De a poco se fueron haciendo amigos con Bjork.

Dominga con dos de sus gatos adoptados.

Pero esta historia no terminó ahí y la familia siguió creciendo. “Un día me trajeron tres gatitos chicos. Los dimos rápido en adopción, pero después llegó la mamá. Venía muy traumada también. Es Aurora. Estuvo dos semanas debajo de la cama sin salir, dos semanas que le tuve que meter la comida debajo de la cama. Le puse una cámara para asegurarme de que estuviera bien. Y al final se acostumbró. Pero es desconfiada, cuando alguien viene se esconde y no sale hasta que se vaya, así que no creo que pose para las fotos”, dice.

Y efectivamente, mientras hacíamos esta entrevista, nunca salió. Tampoco lo hizo Félix, el último gato que se sumó a esta familia. “Es el negrito chico, también es tímido. Lo traje como hogar temporal, se suponía que se quedaría una semana, pero lleva tres meses. No sé qué va a pasar porque ya me encariñé con él y mis gatos también”.

La construcción

Al lado del departamento de Dominga, en la comuna de Vitacura, hay una construcción. Un día, cuando llegaba a su casa, vio que había un gato. Se acercó pero era esquivo, así que lo siguió. Y sorpresa, no era uno sino que 25 gatos. “Fue impresionante y obviamente no me pude quedar tranquila, no pude no hacerme cargo”, cuenta.

Contactó a la municipalidad para que la ayudaran con la esterilización. “Me enteré que existe esto del TNR, que es una técnica de captura de gatos ferales. La sigla es en inglés, pero significa: capturar, esterilizar y devolver. Los devuelven porque estas colonias ferales funcionan así, en grupo, si la desarmas, lo más probable es que llegue otra después a ocupar ese lugar”, explica.

En la primera ronda pudieron agarrar a 14. Algunos que estaban recién nacidos o de un par de meses, fueron dados en adopción. Otros se escaparon o los atropellaron. Actualmente, los que quedan están con chip, todos con la vacuna antirrábica y esterilizados. Y Dominga los alimenta todos los días, sagradamente. “Ahí voy pidiendo ayuda en distintas partes para comprar la comida. No salgo de vacaciones y muevo mi agenda para estar a las 18:00 o cerca de esa hora todos los días acá, porque si no, no comen. Además que se han puesto mañosos. Les cambié la comida y ahora, como no les gusta, la tengo que mezclar con alimento húmedo o con agua hervida”, cuenta.

Esas semanas que llovió mucho, Dominga se consiguió unas casas grandes de perro y plásticos para que los gatos no se mojaran. Y también les deja mantas para el frío. “Me he peleado con vecinos de acá porque creen que es una comunidad que está descontrolada, pero si no fuera por mí, no habría 14 sino que 150. Esto se hubiese salido de control”, dice.

“Para mí esto ha sido un aprendizaje, porque en la ciudad hay muchas de estas colonias ferales. Estos ya no son tan ferales, porque yo voy todos los días, ya los tengo más domesticados. Pero siguen siendo animales abandonados y es importante que nos hagamos cargo. Reconozco que a ratos es agotador, a muchas personas les podría parecer que estoy loca por hacer esto, pero no puedo abandonarlos”, concluye.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.