Mi mascota y yo: Miel, la perrita que nos acompañó en el duelo por nuestro hijo

MI mascota y yo - Paula

Yenny y Freddy pasaron los últimos meses de vida de su hijo Gaspar en Casa Luz, un hospice pediátrico donde diversos especialistas en cuidados paliativos los acompañaron. Allí conocieron la terapia con perros y también a Miel, una perrita bichón que, tras la partida de su hijo, se convirtió en una fuente inesperada de consuelo. 'Ella tiene una sensibilidad especial para detectar nuestra tristeza; si nos ve llorar o tristes, se nos tira encima', dice Yenny.




En diciembre del año pasado publicamos la historia de Yenny Medrano, su marido Freddy y su hijo Gaspar. El Gaspi, como le decían sus papás, fue prematuro y, a los dos días de nacer, sufrió un infarto hemorrágico que le dejó muchas secuelas: parálisis cerebral, epilepsia refractaria, encefalopatía epiléptica, entre otras. Todas estas condiciones no le permitieron tener una infancia “normal”. Durante sus ocho años de vida, Yenny y Freddy hicieron lo imposible para que él estuviera médicamente bien, lo que incluyó largos períodos de hospitalización y múltiples exámenes y tratamientos invasivos. A pesar de sus esfuerzos, a comienzos de 2023 su cuadro neurológico empeoró. Gaspi tuvo un largo y difícil paso por la UCI del Hospital Calvo Mackenna, desde donde lo derivaron a Casa de Luz, donde pasó sus últimos meses de vida.

Casa de Luz es parte de la Fundación Casa Familia. Es el primer hospice pediátrico de Sudamérica, un espacio luminoso que cuenta con nueve minidepartamentos a los que llegan familias cuyos hijos tienen diagnósticos que amenazan y/o limitan su vida. Allí, especialistas en cuidados paliativos pediátricos acompañan, apoyan, educan y entrenan a las familias para el cuidado a lo largo de todo el proceso de la enfermedad, incluyendo el final de la vida y el duelo.

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Entre los diversos profesionales que acompañaron al Gaspi en su estadía en Casa de Luz, estaban las especialistas de la Fundación Tregua, que realizan terapias y actividades asistidas con perros. Estos perritos iban una vez por semana a Casa de Luz para acompañar a los niños, niñas y sus familias. En particular, al Gaspi lo visitaba Canela, una perrita de color café. Un día, apareció un cachorro de bichón que recién comenzaba su entrenamiento para ser perro de compañía. Se llamaba Benito. “¡Lo encontré tan lindo! Fue como amor a primera vista, pero no con el Gaspi, sino conmigo”, cuenta Yenny. Como Benito todavía era muy cachorro, no participaba mucho en las terapias, así que ella se ofrecía a tenerlo en brazos durante la actividad. “Para mí fue una contención, me sirvió mucho estar con él”, confiesa.

Después del fallecimiento de Gaspar, la mujer que entrena a los bichones para la canoterapia y para acompañar a mamás en duelo se enteró de la historia de Yenny, especialmente del vínculo que había generado con Benito, y decidió regalarle uno. “Al principio, recién con el Gaspi fallecido, dudamos si podíamos hacernos cargo de un perrito, aunque la idea me hacía ilusión. Pero pasó un tiempo, volvimos a hablar del tema y nos abrimos a la posibilidad. Llamamos a la fundación y nos mandaron una foto de la perrita disponible. Y era la Miel”, relata Yenny.

Al igual que con Benito, fue un flechazo. “La encontré tan bonita que altiro dije: la quiero. Tuvimos que esperar un mes para que llegara porque le estaban haciendo un tratamiento por un problema en la mandíbula. Llegó el 20 de abril de este año, nunca olvidaré esa fecha”, añade Yenny. Y es que la Miel ha sido parte importante de su proceso de duelo. “Venía con una especie de sensor para la tristeza. Fue impresionante cómo llegó, nos invadió y nos ha ayudado a sanar. Si nos ve llorar o tristes, se nos tira encima”, cuenta.

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También ocurre que cuando Freddy o Yenny tienen una explosión de llanto a causa de su duelo, Miel empieza a ladrar como diciendo “sal de ahí”. “El otro día estaba llorando y ella lamió mis lágrimas, me limpió la cara. Por eso ha sido tan significativo tenerla a ella, es bien especial”, dice Yenny. Freddy coincide: “Tiene algo con la gente que anda media estresada por la vida. Cuando vienen de visita algunas personas que están así, ella las detecta y se les tira encima para que la abracen. Presta su lomo para que la acaricien, como si entendiera que eso las va a relajar”.

Yenny dice que su vida con Gaspi la mantenía siempre ocupada por los cuidados que requería. “La Miel jamás va a llenar su espacio, pero sí me mantiene ocupada: tengo que darle comida, bañarla, es como mi muñeca. Antes andaba con el Gaspar en el auto todo el tiempo, y ahora la Miel me acompaña”, agrega Yenny.

Otro de los momentos especiales ha sido al dormir. “Yo dormía con el Gaspi, y cuando volvimos a casa, el no tenerlo para dormir fue muy difícil. Ahora, la Miel duerme conmigo, espera que me acueste y se acomoda a mi lado. A veces amanezco con ella encima. En ocasiones siento la respiración o el peso del Gaspi encima mío, y es la Miel. Sé que no es mi hijo el que está, lo tengo claro, pero es bonito sentir de nueva esa conexión”, agrega. Y concluye: “Entre todas las cosas que uno trata de hacer para salvarse durante un duelo, la decisión de traer a la Miel ha sido clave. Ha apaleado parte de la depresión que viene naturalmente después de que fallece un hijo, ha combatido conmigo esa pena. Y de alguna manera también, me ha vuelto a conectar con Gaspar”.

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