Mi mascota y yo: una compañera de vida hace más de 14 años

mi mascota y yo - Paula

Lara llegó a la vida de Fernanda tras la separación de sus padres, en una época complicada y llena de emociones reprimidas. Desde el principio, esta perra la ayudó a liberar sus sentimientos y se convirtió en su compañera de vida, siendo, como dice Fernanda, su relación más duradera. 'La amo y me cuesta mucho imaginar mi vida sin ella', confiesa. Un temor natural, dado su edad y los problemas de salud que comenzaron este año. Aceptar que Lara está en sus últimos años ha sido difícil, pero Fernanda lo enfrenta con el mismo amor y dedicación de siempre.




“Creo que nunca les había contado esto, pero Lara llegó a la familia después de la separación de mis papás, en una época complicada y triste, llena de emociones reprimidas. Para mí, ella ha sido (y sigue siendo) un apoyo emocional fundamental. Me ayudó a volver a demostrar cariño y a preocuparme por un otro”, escribió hace unos días Fernanda Prieto (35) en su cuenta de Instagram (@lalocadelcerro). Esta ha sido una de las pocas veces en que ha usado su cuenta, dedicada principalmente a su pasión por el running, para algo más personal e íntimo. Lo hizo como un homenaje a su compañera de 14 años. “Este año ha sido difícil, con un montón de exámenes, visitas al veterinario y tratamientos. Pero mientras siga siendo una perrita feliz, todo estará bien”, añadió.

Su historia comenzó hace más de una década, cuando Fernanda, su mamá y sus hermanos pensaron que tener un perro en la casa les daría mayor seguridad. Recibieron el dato de una camada de cachorros recién nacidos y fueron a verlos. Allí estaba Lara, la más tranquila de todos, y Fernanda sintió una profunda ternura por ella. “La llevamos a casa y estábamos encantados, pero una semana después se enfermó gravemente. El veterinario nos dijo que no iba a sobrevivir. Por eso siempre hemos dicho que esta perra es un milagro”, cuenta Fernanda. Lara estuvo internada dos veces, y como secuela, quedó más pequeña, con las patas más cortas. Fernanda cree que eso la unió aún más a ella. “La cuidaba y la llevaba al veterinario, así que Lara empezó a pasar mucho tiempo en mi habitación: mientras estudiaba, cuando me acostaba a ver televisión, cuando comía”, recuerda.

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Después de cinco años, los hermanos de Fernanda se mudaron, y a ella y su mamá la casa les quedó grande, así que decidieron mudarse a departamentos separados en el mismo edificio. “Ahí fue cuando mi mamá me dijo que Lara era mía, que tenía que hacerme cargo”, dice. No lo había contemplado y fue un gran cambio; tuvo que asumir la responsabilidad de los paseos y adaptar su hogar para ella. Pronto, se convirtieron en compañeras inseparables. “Lara, mi roomie, es mi compañera de vida; la que me llena de amor y también de pelos. Me da alegría y alergia a la vez, pero es imposible resistirse a su ternura, las ganas de abrazarla siempre ganan”, dice.

Así, esta tierna perrita se ha convertido, como dice Fernanda, en su relación más larga. “La amo y me cuesta mucho imaginar mi vida sin ella”. Este temor es natural debido a la edad de Lara, pero también porque en enero de este año, comenzaron todos los achaques. “Estuvo sin poder caminar; pensaron que tenía algo neuronal, luego que era síndrome de Cushing por los mareos. La tuve un mes internada, y al final me dijeron que era artrosis. Ahora está con kinesiólogo y toma varios remedios al día”, cuenta.

Aceptar que Lara está en sus últimos años ha sido un proceso difícil. “He celebrado los últimos tres cumpleaños como si fueran los últimos, para prepararme. Aunque no me imagino bien cómo será mi vida sin ella, solo he pensado en que tendré que mudarme porque todo en este departamento fue pensado por ella”, asegura. De hecho, sus rutinas giran en torno a Lara: en la oficina le permiten horarios flexibles para administrar sus medicamentos, y nunca sale antes de las 19:00, para no perderse el último paseo del día.

“Creo que nunca encontraré otro perro como Lara, es demasiado especial. Ella ha sido mi apoyo en momentos difíciles, y ahora me toca a mí cuidarla a ella. Antes de que llegara, me había cerrado mucho a mostrar mis emociones. Con los humanos siempre fui más fría y distante, pero con ella todo cambió: hablarle como a una bebé, acariciarla y preocuparme por ella me ayudó a liberar mis emociones. Cada vez que la abrazo, siento que todo está bien.”

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