Tengo muchas mejores amigas para no tener amantes
Columna de María Paz Rodríguez (@soylaro), autora de la novela Mala Madre y El gran hotel.
Paula.cl.
El otro día conversé con una autora que, esa mañana, en ese café en que nos juntamos, se comportó más como mi terapeuta que como la persona a la que voy a publicar. De pronto y mientras yo hablaba, me comentó: "tienes tantas mejores amigas". A lo que yo le contesté que tengo muchas mejores amigas para no tener amantes. Ella me dijo que debería escribir sobre esto y mi confesión quedó dando vuelta en mi cabeza varios días, como una especie de mantra que he analizado sacando en limpio algunas ideas que comparto aquí.
¿Tengo muchas mejores amigas para no tener amantes? Sí y no. Creo que convivir con una pareja saca una identidad nueva que no sabíamos, teníamos guardada por ahí; ¿un yo más convencional? ¿Un yo más estable? ¿Un yo parecido a lo que tenían mis padres? Supongo que no es novedad decir que en el matrimonio el deseo cambia. No en un mal sentido, pero sí cambia, se moldea a las comodidades y problemas de tener que compartir TODO con alguien. Se acaba el desafío, se acaba la fantasía, y el deseo se transforma en algo de fines de semana y feriados. En este sentido, es fácil buscar que ese deseo reaparezca con distintos juegos y juguetes. Con el porno. Y sí, con otros amantes. Y así, construir nuevas intimidades con nuevas personas. Pero el deseo es móvil; siempre se está corriendo un poco de donde lo imaginamos. Nada es tan fijo ni tan estable, dicen por ahí, entonces, qué se hace. He escuchado hablar del poli amor: parejas que incorporan a otras personas en su relación. He escuchado de tríos y de parejas abiertas que tienen la libertad de tener otras relaciones amorosas, puertas afuera. Y todo bien si el deseo sexual logra resolverse por ahí. Cada cual es responsable de diseñar su relación a la medida de sus necesidades.
A mí me cuesta imaginarme con otros; más aún, pensar a mi marido con otras. No creo que podría. Pienso que me convertiría en una versión psicótica y paranoica de mí misma; detective de cada salida, llamada y mensaje de texto de mi marido. Además de que me cuesta pensar en tener gimnasia sexual sin una conexión previa. Entonces vuelvo al principio, sí, tengo varias mejores amigas para no tener amantes, para ser partícipe —activa e intensamente— de sus vidas. Y también, para no perder espacios de la mía.
Y hay algo como de espejeo. Escuchar a mis mejores amigas hablar —sobre todo las solteras— es recordar cómo era yo antes de casarme, y sentirme ahí, viviendo un poco en sus vidas. Es como tener una brújula imaginaria y perderme en los deseos ajenos para convertirlos en propios. Ser un poco desde ellas para recuperar algo que se pierde con la estabilidad amorosa. Es una ecuación rara, lo sé, pero acaso, ¿tener amantes no busca despertar a ese "yo" que queda relegado en el matrimonio? ¿Tener otra vida en paralelo? ¿Ser otra persona, tal vez? Lo secreto, lo que me avergüenza confesar, lo que no me atrevo a decir en casa, es la materia prima de lo que escribo y de lo que comparto con esas mejores amigas. Ahí sale esa otra yo más oscura; la soltera que aún vive en su departamento antiguo, sola con un gato gordo y ese lugar imaginario, no se cede.
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