Nelly Díaz sin uniforme
La dura dirigente del Registro Civil no tiene el corazón blindado. Se emociona recordando su infancia difícil, se pone picarona hablando de su marido diez años menor y se ríe al reconocer que les corretea las pololas a sus hijos. No quiso que sus compañeros la vieran con muletas cuando sufrió un accidente vascular. "Antes muerta que sencilla", dice. Y agrega: "A mí me dijeron que nunca confesara mi talón de Aquiles, porque por ahí me iban a dar".
Paula 1188. Sábado 5 de diciembre de 2015.
Cuando traspasa el umbral de su casa en San Bernardo, Nelly Díaz (58) cambia de piel. La poderosa dirigente que golpea la mesa de negociaciones sin titubeos y arenga a multitudes megáfono en mano, deposita sobre una silla su característico uniforme azul del Registro Civil y se viste con un pijama cómodo, que no se quita en todo el fin de semana. "Me puedo reír a carcajadas, es el único lugar donde realmente descanso. Es mi refugio", dice.
¿En la casa mandas como en el Registro Civil?
Nooo. En mi casa me dedico a regalonear a mi familia. Con mis hijos soy hostigosa, les digo todo el día que los amo, los besuqueo, los apapacho, los abrazo. Con mi marido igual. En el invierno, me gusta llevarles el desayuno a la cama. Ellos viven pendientes de mí, me cuidan mucho y me encanta regalonearlos cuando puedo. El fin de semana hago de todo: lavo, cocino rico –lasaña, carne al jugo, cazuela– y guardo en porciones congeladas la comida para toda la semana, así ellos no notan que falta la mamá cuando llegan a comer.
¿Quién asumió ese rol mientras duró el paro de 39 días en el Registro Civil?
Tengo un marido excepcional, siempre digo que tengo el mejor marido. Él se hizo cargo de la casa, de las compras, de ayudar a los niños, y lo hizo ¡súper bien! No supe de supermercado ni de nada. Cuando llegaba tarde a la casa y preguntaba por las tareas de mi hijo menor en el colegio, él me decía: "despreocúpese, yo me encargo. Cuando esto termine, le voy a contar todo lo que ha pasado". Menos mal que no hubo nada grave…
"No soy tan dura como parezco. A mí la gente me quiere harto y soy bien querendona. Tengo sobrinas que son amigas mías y cuando necesitan consejo vienen adonde la tía Nelly. No soy pesada, para nada".
Nelly no permite que nadie traspase las paredes de su celosa intimidad, que ha protegido en los 22 años de matrimonio junto a su marido –diez años menor que ella– y sus dos hijos de 23 y 17 años. Ni siquiera nos deja fotografiarla en familia o en su casa. No quiere exponerlos, menos ahora que recibió amenazas –a través de terceros– que comprometían a sus hijos. Y, aunque intenta bajarle el perfil al tema, se ve que el asunto la desasosiega.
"Han llegado cartas, mensajes con datos muy concretos sobre ellos, y eso me duele, me preocupa naturalmente. Son unos cobardes los que amenazan y no pienso tenerles miedo", dice.
Cuando tocan a tus hijos, ¿no te dan ganas de abandonar este rol que te ha generado adversarios y enemigos?
Creo que lo hacen precisamente para sacarme de esto y no les voy a dar el gusto. Además, ya estoy en retirada. En dos años más no voy a estar aquí, voy a estar jubilada y nadie se va a acordar de mí.
QUERENDONA
La presidenta de la Asociación de Funcionarios del Registro Civil cumplió 58 años, 35 de los cuales ha trabajado en el servicio que, según ella, lleva "tatuado" en la camiseta. Todos los días la viene a recoger su marido al terminar la jornada, pasadas las 20 horas. Cuando el resto de los funcionarios se retira a las seis de la tarde, ella recién se sienta frente a su computador a cumplir las tareas propias de su trabajo en internet, respondiendo sugerencias, reclamos o consultas de los usuarios del Registro Civil. Durante el día, se viste con su traje de dirigente sindical. En la noche, el ritual de comer en familia es sagrado para ella. "Mis hijos son bien caseros, ni siquiera les gusta salir a carretear" cuenta Nelly. "El mayor, por ejemplo, cuando entró a la universidad me dijo que no podía pololear y estudiar, porque si no se iba a desconcentrar y a sacar malas notas. Tenemos un compromiso: él sabe que no puede echarse ningún ramo, no puede darse ese gusto, porque nos ha costado mucho sacrificio lograr que él pueda estudiar en la universidad".
¿No será que les correteas a las pololas?
Un poco también (ríe con ganas). Los molesto y les digo que no voy a aceptar pololas. Pero igual han tenido sus pinchazos por ahí.
No debe ser fácil tener de suegra a Nelly Díaz…
No soy tan dura como parezco. A mí la gente me quiere harto y soy bien querendona. Tengo sobrinas que son amigas mías, que cuando necesitan un consejo vienen adonde la tía Nelly. No soy pesada, para nada.
Convengamos que es bien distinta esa Nelly que describes con la imagen que proyectas públicamente.
Es que cuando estoy negociando, en plena movilización, no puedo andar riéndome por la vida, tengo que estar concentrada en lo que hago. Pero mis compañeros conocen otra faceta. Saben que soy bien llorona, muy sentimental.
¿Qué te hace llorar?
Es muy fácil que me quiebre, desde las injusticias que me cuesta tolerar hasta las situaciones personales de compañeros a los que se les muere la mamá o tienen un hijo gravemente enfermo; soy muy sensible frente a esos temas, pero no me ando exponiendo ni llorando con cualquier persona. Menos, cuando estoy en el rol de dirigente.
"Antes de morir mi mamá me dijo: 'la vida que tuviste era como para que estuvieras perdida, para que anduvieras con cualquier hombre, maltratada. Y, sin embargo, supiste salir adelante'".
El día en que la entrevistamos en las oficinas centrales del Registro Civil, Nelly subió con dificultades hasta el segundo piso. Venía de realizarse una batería de exámenes en la Fundación Arturo Lopez Pérez y quedó adolorida, según comentó en voz baja a sus dos colaboradoras que la acompañan a sol y a sombra. La enfermedad que la aqueja –tromboflebitis– complica sus piernas. Sabe que tiene que someterse a una cirugía pronto, pero la sigue postergando. Primero fue el paro del Registro Civil, luego el conflicto por los descuentos a los funcionarios; siempre tiene a mano una excusa. El historial médico que la precede es de cuidado: un accidente cardiovascular la dejó fuera de escena en 2012. "No me gusta dar lástima, en esa oportunidad no vine a las oficinas del servicio hasta que pude caminar sola. No quería que me vieran con bastones o silla de ruedas. Antes muerta que sencilla", afirma soltando una carcajada.
¿Te cuesta mostrar tu fragilidad?
No es eso, es que yo soy la que contiene a los colegas: ellos se afirman en mí, me vienen a contar sus problemas, entonces no me pueden ver mal. Las penas me las guardo para mi intimidad.
Pero a ti te pasó una cuenta grande ese accidente vascular que te dejó un tiempo con el lado izquierdo del cuerpo inmovilizado.
Creo que me pasó la cuenta por querer estar en todo, por creer que tengo la solución para todos los problemas. En ese momento me tocó un periodo con hartos problemas al interior del servicio, conflictos con algunos compañeros que fueron muy desgastantes para mí.
No se ve que hayas bajado la intensidad después de ese aviso.
Es que el que nace chicharra muere cantando… pero algo cambié. Antes tenía que estar todo en la casa perfecto, hasta las camas dejaba hechas antes de salir. Ahora disfruto más: me encanta estar al aire libre en la naturaleza, de camping con mi familia.
¿Y a qué hora pololeas con tu marido, Nelly?
Todo tiene su tiempo (responde con picardía). Después que pasamos un buen rato juntos los cuatro con mis hijos, mi marido les dice "ahora me toca mi espacio con la mamá". Cerramos la puerta y estamos solos.
UNA INFANCIA DIFÍCIL
Nelly es la quinta de ocho hermanos, nacida en una familia de origen humilde en Rancagua. Su papá fue obrero de Endesa y luego trabajó en el empleo mínimo del PEM y el POJH. Su mamá, dueña de casa, se las ingeniaba para vender queques o productos caseros en el barrio. Pero todo se hacía insuficiente para alimentar a ocho hijos. De su mamá, cuentan sus cercanos, heredó férreas convicciones católicas y mucho carácter "aunque ella era más calladita, no tan alegadora como yo", admite.
¿Y por qué eres tan parada en la hilacha, Nelly?
Pienso que es la vida que me tocó. Fui la única de mis hermanos que salió a los 14 años a trabajar, para que ellos pudieran estudiar. Me las arreglaba para trabajar de día y terminar mis estudios de enseñanza media en la noche. Me fui a inscribir solita al liceo. Llegaba a las doce de la noche del trabajo y a las seis ya estaba en pie. Era muy pobre y pasé cosas difíciles, pero eso queda para uno. No me gusta contar detalles, porque no es cuestión de dar lástima, pero hay episodios que me marcaron harto y que me hicieron fuerte.
En la vida te pueden marcar episodios de maltrato, de carencias materiales, de carencias de afectos, ¿qué de todo eso te marcó?
Todo. (Se queda en silencio y se emociona).
¿Y has podido cicatrizar esas heridas?
El que me ayudó a salir adelante fue un sacerdote, que me acompañó en mis tiempos de la parroquia; un cura choro, preocupado de verdad por las personas. Te cuento algo, antes de morir, mi mamá me dijo: "La vida que tuviste era como para que estuvieras perdida, para que anduvieras con cualquier hombre, maltratada. Y, sin embargo, supiste salir adelante".
De tu papá hablas muy poco, a diferencia de tu mamá. ¿Tienes temas pendientes con él?
(Hace una pausa y suspira). Bueno, él ya tiene 91 años así es que no te voy a decir… tengo un tema con él que ya superé. Ahora tengo que quererlo nomás.
¿Pudiste perdonarlo?
Sí. Tuve conflictos fuertes con mi papá hasta antes de ser mamá. Cuando nacieron mis hijos, él se convirtió en el mejor abuelo: me los cuidó cuando tenía que trabajar y fue una gran ayuda. Cuando hay cariño ¡claro que se puede! A él nadie le enseñó a ser papá e hizo lo mejor que pudo. Yo tuve muchas carencias afectivas, me casé recién a los 31, ya era vieja para esos tiempos, en los 90. Me costó mucho hacer familia.
"siempre he reclamado por el tema de los anticonceptivos. Nunca los usé, seguí métodos naturales pero lo que nunca entendí es por qué los curas condenaban por usarlos si no hacían nada por educar a los jóvenes".
PERNA
A su marido lo conoció en San Bernardo, en los tiempos en que fue monitora para cursos de confirmación en dos parroquias, con jóvenes de campamentos y universitarios. A poco andar, se fue a vivir con su entonces pololo.
¿Cómo te enamoraste de tu marido?
Me costó encontrarlo, porque era muy pava, perna, tuve pololos antes de esos bien formales, que apenas te daban la mano. Cuando decidimos irnos a vivir juntos, sin estar casados, mucha gente me dio vuelta la espalda en la Iglesia, porque en ese entonces había una visión muy moralista de todo. El sexo era malo, todo era malo. Creo que ese no es el camino, porque lo que necesitamos es un Dios acogedor, que no te condene.
¿Eres conservadora o progresista en tu forma de pensar?
No tan conservadora. Soy muy creyente, pero también creo que la Iglesia tiene que avanzar de acuerdo a los tiempos.
¿Y cuál es tu posición respecto a despenalizar el aborto?
Desde la pobreza uno piensa muy distinto, porque las realidades son fuertes. Se alzan voces a favor y en contra, pero hay que estar en el pellejo de las mujeres para opinar. Cuando trabajaba en la parroquia llegaban chiquillas abusadas por sus padres a pedir consejo. Era difícil: no teníamos muchas respuestas, y es duro porque las veías sufrir.
¿Estás abierta a las opciones que plantea el proyecto de aborto?
Puedo estar a favor o en contra pero eso no es lo importante. El gobierno y el Estado tienen que hacerse cargo de las chiquillas que no lo pasan bien en su hogar y, sobre todo, educar a los jóvenes. Por ejemplo, yo siempre he reclamado por el tema de los anticonceptivos. Nunca los usé, seguía métodos naturales pero lo que nunca entendí es por qué los curas condenaban por usar anticonceptivos si no hacían nada por educar a los jóvenes.
Si tuvieras que votar esta ley en el Congreso, ¿apoyarías alguna de las tres causales propuestas?
No estoy en ese lugar, no me toca votar.
¿Con tus hijos eres estricta en pautas de moral?
Con ellos hablamos las cosas de frente. En el tema del sexo bromeo con ellos de cuándo hay que comprar condones y nos reímos. Tuve que modernizarme porque el de ellos es un mundo muy diferente al que me tocó a mí vivir.
LÍDER AUTODIDACTA
De hablar vehemente y mirada apasionada, no duda en levantar la voz, golpear la mesa o abandonar una reunión si hay algo que le molesta. Nelly asegura que es autodidacta y que nadie la formó para convertirse en dirigente. Comenzó siendo tesorera de la directiva de la Asociación hasta que, en 2009, sus compañeros accedieron a que fuera la presidenta. "Me dijeron 'te vamos a dar la oportunidad, a ver si te la puedes'", cuenta.
Muchos se preguntan cómo has construido semejante posición de liderazgo y manejo tan mediático de los conflictos.
No tengo ninguna formación, pero soy rápida para aprender. La primera negociación en la que participé como tesorera fue en 2008. Antes de ir a las reuniones donde negociábamos, yo sentaba a los dirigentes y los tenía toda la mañana explicándome hasta el último detalle. No me sentaba a la mesa hasta no entender perfectamente los temas.
Algunos dicen que tienes un estilo de liderazgo muy autoritario y que hay gente que te tiene miedo.
No, para nada, eso no es así. Lo que trato es de guiar a los colegas y eso puede parecer autoritario. Pero llevo ocho años en esto y nunca le he fallado a la gente. He pasado episodios feos aquí dentro, con conflictos fuertes y siempre he dado la cara. Jamás he aceptado un soborno y los que lo han intentado, saben que los denuncio de inmediato. No le debo favores a nadie, me puedo plantar frente a cualquiera de igual a igual y eso la gente lo sabe.
¿Cómo sabes cuál es el momento preciso para soltar el elástico en una negociación y decir ya es suficiente?
Tienes que parar cuando estás en la cresta de la ola, no se puede parar después. En este caso, acordamos con los dirigentes que el paro terminaría el viernes. La noche anterior me di cuenta de que ese era el día y no otro. El lunes iba a ser tarde, porque se iban a descolgar algunas regiones y el movimiento se iba a debilitar.
¿Por qué usar a la gente como escudo para conseguir los objetivos gremiales?
¿Y cuál era el otro camino? El gobierno nos tuvo 30 días ignorados y resulta que en cinco días nos solucionó el problema, nos dio bono y reajuste. Y quizás les servía nuestra movilización para tapar otras cosas. O no midieron realmente la fuerza que teníamos. Pensaron que nos íbamos a aburrir rápido.
¿Te gusta el sabor del poder?
Esto no es poder.
¿No es poder tener a más de 3 mil funcionarios alineados, un servicio estratégico paralizado durante 39 días?
Los colegas me dieron su voto de confianza, porque sabían que no los iba a defraudar. Pero yo voy de salida, no me van a ver en otra parte ni defendiendo otras causas que no sean las del Registro Civil. No tengo otra aspiración.
¿Por qué tanta resistencia a definirse políticamente?
Nunca voy a tener domicilio político porque pienso que un dirigente sindical no puede estar amarrado a un partido, eso le quita toda su independencia. Pero que quede claro: voto siempre y jamás marco nulo o blanco.
¿Y votas siempre al mismo sector?
Siempre voto para el mismo lado.
Hoy debes ser el trofeo más apetecido por los partidos. ¿Solo te han tentado de la Nueva Mayoría?
Me han pololeado de todos los lados. Hasta me llamaron de una región para ofrecerme una campaña para senadora.
¿Y no te entusiasma?
Para nada, porque uno se pierde en eso del Congreso. Iría a pasar puras rabias nomás, porque son pocos los que se preocupan realmente del país.
Si tuviera que construir una dirigente sindical ideal, ¿qué elegiría de Michelle Bachelet?
Ella tiene harto carisma pero lo ha ido perdiendo, porque ha dejado de ser ella. A mí me gustaba como era antes, pero ahora está como atrapada. Por ejemplo, en mi boliche, que es harto más chico que el de ella, yo escucho y anoto todo lo que me dicen los dirigentes sobre lo que tengo que hacer, pero salgo para afuera y hago lo que quiero. ¡Eso debería hacer ella! (se ríe a carcajadas).
¿Y de Evelyn Matthei qué tomarías?
Es chora, buena para el garabato. En un paro ella nos ayudó harto con Camilo Escalona. Es un poco impulsiva, pero dice las cosas como son. Y eso nos hace falta en este país.
¿Hasta dónde resiste su escudo protector de firmeza, Nelly? ¿No hay espacio para el cansancio y la debilidad?
A mí me dijeron que nunca confesara mi talón de Aquiles, porque por ahí me iban a dar.
Son las 21:30 y el marido de Nelly espera, como todos los días, en las afueras del servicio para llevarla a casa. Su oficina es la última luz que se apaga en la sede de Huérfanos. Nelly está cansada, pero no rendida.
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