No puedo dormir
"Nunca antes una generación tuvo tantos problemas para conciliar el sueño". Esa es la opinión de los especialistas que cada día reciben en sus consultas a decenas de paciente agobiados por no poder dormir. Los malos hábitos, la falta de tiempo y el aumento de la depresión han acrecentado estos trastornos que mantienen a los chilenos en vela durante la noche.
María José Blanco (25) sabe bien lo que es no poder dormir en toda la noche: moverse de un lado de la cama hacia otro, mirar con frustración el reloj, calcular cuántas horas quedan antes de que suene el despertador y seguir sin poder conciliar el sueño. "En ese tiempo que se hacía interminable planificaba mi día, pero también me agobiaba pensando en problemas que parecían aún más graves y que difícilmente iba a poder solucionar en la soledad de mi pieza", relata. Cuando recién lograba zafar de esas preocupaciones y dejar la mente en blanco, comenzaba a sonar la alarma de su celular, anunciándole que era hora de levantarse para irse al trabajo. "Amanecía irritable y desconcentrada. Llegó un punto en el que incluso se me olvidó lo que era soñar. Tu mente nunca descansa, está siempre alerta", relata la periodista.
Su último episodio de insomnio lo experimentó hace dos meses, cuando se encontraba con licencia médica producto de una depresión. "Las noches se convirtieron en un calvario. Me generaba mucha ansiedad cuando se oscurecía porque me había pasado todo el día angustiada, y sabía que ni siquiera durante la noche iba a poder zafarme de las preocupaciones y miedos que me perseguían", explica.
María José sufre de la enfermedad de Crohn, la enfermedad mixta del tejido conectivo y también tiene fibromialgia, cuyos dolores, asegura, se acentúan aún más después de pasar toda la noche en vela. Con sus médicos tratantes buscó varias alternativas que la ayudaran a conciliar el sueño con mayor facilidad. "Lo primero que me dijeron los especialistas fue que dejara de tomar siestas o, en mi caso, que no lo siguiera intentando. También me prohibieron ocupar el celular antes de acostarme". Ella tomó al pie de letras estas recomendaciones. Tratamiento que acompañó con terapia y la ingesta de algunos medicamentos. Sin embargo, reconoce que su principal aliado a la hora de enfrentar este trastorno fue su perra Kova, una pitbull a la que adoptó hace tres años. "Sin quererlo se convirtió en un animal de servicio. Cuando no puedo dormir le empiezo a acariciar sus orejitas y su pelaje e intento imitar el ritmo de su respiración hasta que me tranquilizo", explica.
María José volvió a trabajar después de una larga licencia médica y cuenta que su sueño está más normalizado, aunque es consciente de que en el futuro podría experimentar otro episodio de insomnio, tal como le ha ocurrido en el pasado. "Es probable que este trastorno del sueño vuelva a aparecer, y sé que en cada episodio tendré que buscar una nueva estrategia para enfrentarlo", comenta con tono de resignación.
Chilenos insomnes
La última versión de la Encuesta Nacional de Salud reveló que un 5,6% de los chilenos mayores de 15 años alguna vez ha sido diagnosticado con insomnio. Esto significa que al menos 822.802 personas han padecido este trastorno, que se caracteriza por las dificultades para quedarse dormido o para mantener un sueño continuo, pero bajo dos requisitos: que exista tiempo para dormir y también un entorno adecuado, aclara la neuróloga Julia Santin del Centro del Sueño de la Red de Salud UC. Esto porque el mal dormir por sí solo no significa que una persona sea insomne. "Además tiene que provocar repercusiones diurnas con algunos síntomas como irritabilidad, fallas en la memoria, en la atención o en la concentración", explica.
El insomnio tiene una base biológica que es la hiperalerta o la hipervigilancia. Esto significa que las personas "no pueden apagar la luz de su cerebro, pensando tanto cosas buenas, como cosas malas", dice la neuróloga y agrega que a esto se suma que los pacientes frecuentemente tienen un umbral auditivo más bajo, lo que complica mucho más que puedan quedarse dormidos con facilidad. Este trastorno del sueño se manifiesta con frecuencia en mujeres y adultos mayores, según muestran las estadísticas, y tiene una estrecha relación con las enfermedades psiquiátricas, como es el caso de María José. "En Chile ha aumentado la prevalencia de trastornos de ánimo y ansiedad (según la OMS un 17,5 de la población sufre depresión), y con ello también aumenta el insomnio", dice la doctora Julia Santin.
Pese a que los fármacos son usados para enfrentar este problema -los expertos insisten en que siempre deben ser recetados por un médico- es fundamental que cualquier tratamiento vaya de la mano con la corrección o modificación de ciertas rutinas que se realizan antes de dormir, lo que se conoce como "higiene del sueño" y consiste en que el insomne evalúe y tome conciencia de aquellas conductas o hábitos que los perjudican.
Sobre esto, la neuróloga explica: "Primero hay que tener en cuenta que la habitación es solo para dormir y para la actividad sexual. Las pantallas de celulares y tablets deben apagarse máximo a las 10 de la noche y tampoco se recomienda que las personas hagan ejercicio muy tarde en la noche", enumera la neuróloga.
Santin aclara que no sirve de nada que los insomnes se acuesten temprano si van a pasarse toda la noche dándose vueltas en la cama mientras miran el reloj. "Yo le digo a mis pacientes que es mejor que realizar alguna actividad monótona hasta que les dé algo de sueño, y recién ahí entren al dormitorio, porque sino van a terminar vinculando la cama con un sentimiento de angustia lo que terminará siendo aún más perjudicial", agrega la especialista.
Los otros trastornos
Pero el insomnio no es el único trastorno que se relaciona con dificultades a la hora de dormir. La apnea, el síndrome de piernas inquietas y el trastorno de fase retrasada del sueño también provocan problemas en los pacientes a la hora de conciliar o mantener el sueño. Para la doctora Santin es importante que el diagnóstico sea correcto, porque los tratamientos no son los mismos para cada caso.
Laura Troncoso (61), dice que no recuerda cuándo fue la última vez que durmió más de cinco horas seguidas. Son las 9 de la mañana de un martes de diciembre y ya está levantada planificando las actividades que realizará con uno de los nietos que durante la semana está bajo su cuidado. El niño corre, salta, toma los juguetes y cada tanto la abraza, mientras ella se esfuerza por seguirle el ritmo. Su rostro se ve cansado. Anoche logró conciliar el sueño pasadas las 3 de la madrugada. "Quisiera quedarme acostada todo el día, pero siento que ya no estoy en edad para estar perdiendo el tiempo", dice. Los problemas de Laura a la hora de dormir comenzaron a manifestarse hace 10 años, cuando pasó por un periodo familiar difícil. "Pero esto se desencadenó después. Me acuerdo que me acostaba, apagaba la luz y me quedaba en vela hasta la madrugada. Fue como si algo se hubiese desconectado en mí y nunca más volví a dormir como antes".
La neuróloga del Centro del Sueño de la Clínica Alemana, Victoria Mery, escucha con atención lo que su paciente relata. Ella no sólo es su médico tratante, sino también su nuera. Explica que en este caso se mezclan dos trastornos: "Laura tiene una patología de base que es un síndrome de fase retrasada del sueño (un retraso estable del inicio y del final del sueño respecto a los horarios convencionales) que se manifiesta con un insomnio, porque le cuesta quedarse dormida. Pero cuando lo logra, lo hace relativamente bien, por lo que si tuviera el tiempo podría dormir hasta el mediodía, algo imposible producto de su rutina y la de la mayoría de mis pacientes, no se sentiría así de agotada".
Laura reconoce que ella sigue realizando una serie de conductas que no le ayudan. Esto provocó que hace unos años separara dormitorio con su marido porque los ronquidos de él le dificultaban aún más conciliar el sueño, pero aún así ella no sigue con rigurosidad las recomendaciones de su doctora. Antes de acostarse se expone a pantallas y comienza a realizar una serie de actividades como ordenar la casa o regar que la mantienen aún más activa. "Siempre tengo que hacer algo a la hora de dormir, no puedo llegar y apoyar la cabeza sobre la almohada. Me quedo hasta muy tarde leyendo noticias en mi tablet y viendo videos. Sé que eso me hace pésimo, pero no puedo evitarlo. Ayer, por ejemplo, me puse a ordenar mis zapatos. Es extraño, porque me siento con mucha más energía durante la noche", dice.
Por qué dormir
La dificultad para quedarse dormido es el problema más común por el que las personas consultan a los especialistas. Por eso la neuróloga aclara que es importante que los pacientes aprendan a lidiar con los mitos. "Más que la horas de sueño, uno les dice que lo importante es que lo que duerman sea continuo y reponedor", explica. En este punto la doctora Victoria Mery agrega: "Cada uno sabe cuántas horas necesita para despertar descansado. Así como hay personas que duermen doce horas, hay otros llamados "dormilones cortos" que solo necesitan de cuatro", agrega.
Sin embargo, la especialista de la Clínica Alemana reconoce que hoy el principal trastorno del sueño es la privación "porque no hay tiempo para dormir". Eso trae como consecuencias fallas en la memoria y en la concentración, y sensación de fatiga e irritabilidad. "También hay más posibilidades de tener un accidente de tránsito, porque aumenta el tiempo de reacción. Y cuando la disminución de las horas de sueño es acentuada, habría un aumento de la posibilidad de mortalidad. Claramente no dormir trae costos importantes para la salud", dice la neuróloga Julia Santin, y Victoria Mery agrega: "Nunca antes una generación tuvo tantos problemas para dormir".
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