La piedra en el zapato
Contracorriente y provocadora, la abogada Paula Vial es la Defensora Nacional. Para defender a "los malos de la película", debe mirar las cosas desde otro ángulo, como seguramente se ve la vida desde los altísimos tacos que le gusta usar. "Mi rol es ser una piedra en el zapato", dice. Y la pusimos a prueba: ¿Tiene defensa un asesino?, ¿de qué otra manera se mira a una mujer que abandona un hijo en el altiplano?
Es difícil ponerse en el lugar de un abogado defensor. Para entender –en parte– a Paula Vial, la defensora nacional, lo hago por un momento: trabajo en la Defensoría Penal Pública. Mi rol es el de defender a cualquier imputado que no tenga un abogado y, por turno, me toca ser quien lleve a cabo la defensa de, por ejemplo, el llamado violador de Mulchén. Frente a mí está el imputado. No presumo que es culpable. Busco un juicio y una pena justa. Al otro lado están los familiares de las víctimas y la Fiscalía, la que, entre otras cosas, lleva a cabo la investigación junto con las policías. Paralelamente corre el juicio público donde casi siempre –aunque no se haya dictado sentencia– mi defendido es el "malo de la película". Éste es mi trabajo y mi vocación. Defiendo a personas y principios, no delincuentes.
Éste es el mundo al que la abogada de la Universidad Católica, Paula Vial (40), le dedica doce horas diarias. Ella, además, es la jefa: de su gestión dependen más de 600 personas, de las cuales 145 son abogados defensores. Separada y madre de un niño de 6 años, asume que no ha sido una madre presente para su hijo, pero que potencia en calidad el tiempo junto a él. "Me puse como tarea que todos los días lo haría reír a carcajadas y soy una payasa total", reconoce.
Paula Vial tiene un postítulo en Criminología y es candidata a doctora en Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid. "Independiente pero simpatizante DC", como se autodefine, ejerció como defensora regional de la Sexta Región durante seis años hasta que, en julio de 2008, la Presidenta Bachelet la nombró defensora nacional a partir de una terna que le presentó el sistema de Alta Dirección Pública. Al asumir Sebastián Piñera, fue confirmada en su cargo.
Un gobierno que ha prometido endurecer la persecución de los delitos plantea un escenario difícil para una defensora nacional pero Paula Vial tiene la película clara: "Es cierto que se habla de un candado a la puerta giratoria de la delincuencia, lo que propicia que el fiscal nacional se sienta empoderado para llevar a cabo medidas mucho más intrusivas y atentatorias de derechos pero también hay un discurso potente de rehabilitación y oportunidades". Y puntualiza: "Tenemos que ser claros: en Chile no tenemos una delincuencia desatada. Un 10% de nuestros imputados son jóvenes y ese número se ha mantenido, no obstante se incluyó el tramo entre 14 y 16 años. En rigor, hubo una baja".
El próximo 28 de mayo, frente al ministro del Interior, el ministro de Justicia, el fiscal nacional, el presidente de la Corte Suprema, senadores y diputados, la defensora nacional hará su Cuenta Pública y asegura que dejará en claro que la Defensoría es un principio fundamental de la Justicia. Y arremeterá con la idea que tiene desde que tomó el cargo: la independencia. Que la Defensoría, tal como lo es hoy la Fiscalía, sea un órgano independiente del gobierno de turno.
El día que nos juntamos llovía, pero ella andaba con unas chalas altísimas de color verde –sin zapatos mide 1,70 m– y con un vestido largo hasta el suelo y sin un hombro. Su asesora de prensa comenta que es su estilo. Que Paula Vial no se cambia de ropa ni para ir a visitar a los presos de las cárceles. "No tengo temores", remata ella.
La piedrita en el zapato
Tu cargo depende del Ministerio de Justicia y, por lo tanto, del Presidente. ¿Pensaste que, con el cambio de gobierno, te mantendrías en el cargo como defensora nacional?
Siento que el trabajo que hemos hecho, y del que yo soy la cara visible, hacía razonable que una gestión como ésta siguiera. Somos una institución que puede incomodar y que muchas veces nos encontramos en una vereda distinta a la del gobierno y, por cierto, a la del Ministerio Público. El gobierno, el ministro y el Presidente sabían que yo podía ser incómoda, pero hay algo en lo que creo, no obstante estemos en un país de pitutos, y es en la excelencia.
Éste es un gobierno que se ha planteado muy duro en el combate contra la delincuencia. Y tú, en el rol de defensora, estás en el otro lado de la moneda.
Lo que pasa es que esta estructura ha sido pensada así a propósito.
¿Que seas una piedra en el zapato?
Exacto. Es mi rol como denfensora. Lo tengo claro. Y no me complica nada, porque va con mi personalidad. La única forma de hacer bien la pega es ser esa piedra en el zapato: aportar en el discurso contra corriente, catetear cuando hay excesos.
No más motes
Hablas de pararte en la otra vereda. ¿Desde dónde miras un caso como el del asesinato del hermano de la modelo de Titi Aguayo, cometido por un menor de 15 años?
Me cargan todos esos motes como "delincuencia juvenil", son lo más estigmatizantes que hay.
¿Cómo se dice entonces?
Aunque suene técnico: "menores que han cometido delito" o "adolescentes que están en conflicto con la justicia". Sobre la idea de la otra mirada, la justicia juvenil no pretende llegar a una justicia de adultos atenuada. Aspira a que pensemos que como Juan, por decir un nombre, tiene 15 años, todavía es inmaduro y tiene características propias de esa edad. Por ejemplo, que le gusta andar en grupo con sus amigos. Y, a la hora de juzgarlo, no le vamos a aplicar la agravante de realizar el delito en pandilla, porque su natural es hacerlo así. Aspira a que pensemos que los menores son a veces más agresivos debido a su desarrollo biológico. En un escáner se ve que tienen menos inhibidores frontales y, por lo tanto, son más espontáneos e impulsivos. Yo sé que existe la carrera delictual, no soy idiota, pero si Juan tuviera otras oportunidades y, además, fuera mayor, probablemente no cometería ese delito, porque su vida y su formación biológica habrían cambiado. Si lo que queremos
es rehabilitar a Juan, la sanción tiene que ir en consonancia con sus características. Entonces para muchos es brutal.
¿Qué es brutal?
Que frente a un delito tan grave como matar a otro, tengas que tener estas consideraciones y que, en consecuencia, a partir de ellas la pena sea menor.
¿Es brutal la posición de la Defensoría?
Es brutal para la sociedad entender y escuchar a alguien que diga: "Mira, como es un adolescente, no se le puede aplicar la misma pena que a un adulto", aunque haya matado a alguien. Mucha gente no va a empatizar, salvo que sea su propio hijo.
¿En esta línea, qué es lo defendible del violador de Mulchén que a poco de cumplir su condena salió y mató a dos mujeres?
No mucho. Lo que es imprescindible para una persona, para el sistema y para su buen funcionamiento es que, sea quien sea, por el delito que sea y en las circunstancias que sea, tenga defensa. No se debe decidir arbitrariamente y, a priori, en qué casos una persona necesita defensa y en qué casos no, porque me puedo equivocar. Claro, uno dice: "En este caso, el crimen es brutal, están todas las pruebas, no hay nada que discutir". Y aún eso es discutible, puedes alegar locura, demencia u otras causales de justificación que hacen que el imputado no tenga responsabilidad, a pesar de ser el causante del resultado.
En los abusos sexuales de sacerdotes, ¿qué otra mirada cabe?
Lo que ocurre en esos casos es complejo. Primero, porque los delitos sexuales son muy íntimos, con poca denuncia, muy difíciles de probar, que suelen darse en un entorno de confianza. Si es un sacerdote, un profesor o tus padres es más complejo todavía, porque hay una relación de dependencia. Yo, en ningún caso, justifico estas acciones; al contrario, pienso que podrían ser mis hijos. Pero obviamente no es la mirada del defensor, porque si lo aterrizas a lo propio, estás haciendo mal tu pega. No justificamos ese actuar ni estamos a favor de la delincuencia, nosotros cumplimos un rol para que se haga justicia de una manera equilibrada.
Referente a los saqueos posterremoto, ¿hay diferencia entre el que saqueó un plasma y el que saqueó una lata de atún?
Con el terremoto la gente salió de su normalidad en todo sentido, incluyendo para este efecto la comisión de delitos. El contexto era de anormalidad, de desinformación, desabastecimiento, temor… Que la gente actuara contra sentido era casi la normalidad.
¿El que robó un plasma no es un delincuente?
La gente que comete delitos, no por hacerlos es un delincuente. Más allá de esa precisión, no es equivalente una persona que se lleva un plasma a la que roba un tarro de atún. Para mí eso es evidente.
¿Es verdad que hay imputados por el robo de un salchichón?
No sé si por un salchichón, pero sí por comida, lo que me parece un absurdo y, en algunos sentidos, un escándalo. Pienso que está bien reaccionar ante una situación de caos y que a lo mejor se justificó mostrar dureza, pero para normalizar la situación no puedes meter en el mismo saco a gente que se roba una tele con gente que roba alimentos.
Aversión a la autoridad
¿Qué relación tienes con la autoridad?
Soy bastante aversa a la autoridad… (se ríe). Entiendo que hay que respetarla y jamás haría algo que fuera desafortunado o desatinado. Pero, independiente de que la respete cuando corresponda, soy aversa a ella, no tengo un sentido de autoridad muy disciplinado. Cuando voy a un recital y me registran la cartera… ¡me revuelve! Debo reconocer que soy estúpida en la persistencia y que reclamo. "¿Por qué usted me va a revisar mi cartera?", digo.
¿No tienen derecho a revisarte?
¡No! Sólo si hay indicio de delito.
Pero casi siempre al entrar a un recital te revisan la cartera.
Y eso no quiere decir que sea legal o que corresponda.
¿Entonces yo tengo derecho a decir que es ilegal?
Lo que pasa es que, bueno, uno termina adaptándose, porque ya, ¿qué vas a hacer?
Pero tú sigues porfiando…
Obvio, porque soy una latera.
Personalidades como la tuya en general se asocian a personas conflictivas.
Provocadora es un término que me acomoda más. Hay que pelear donde hay abuso, yo no ando peleando porque sí, o intento no hacerlo. Una persona conflictiva inventa conflictos y yo pienso que hay situaciones en las que uno tiene que reaccionar. Lo de ser provocadora es una característica súper común en la Defensoría.
Además, tienes un look distinto. Uno tiende a asociar estos cargos al traje de dos piezas.
Cero. Soy ecléctica, no me adapto completamente a la moda. Me gusta la ropa distinta.
¿Cuando te nombraron defensora nacional pensaste que tendrías que cambiar tu clóset?
Ni una posibilidad… Encuentro ridículo que para ejercer un cargo tenga que adaptarme a ese molde. Yo uso la ropa que me gusta y tengo un estilo llamativo. Uso unos tacos infinitos, el mínimo debe ser éste (muestra una chala verde turquesa altísima), que es uno de mis zapatos bajos.
¿Y le das un poco de miedo a los hombres?
Al clásico chilensis, sí. Soy súper apasionada. Soy medio, y probablemente me quede corta… avasalladora. No soy el prototipo de la abogada "normal".
¿Te ha costado encontrar pareja por eso?
Sí. El tipo de hombre que puede estar conmigo tiene que ser alguien a quien no le guste el molde. En un cargo así es mucho más complicado, porque igual pesa eso de "¡Ah! La defensora".
En la columna que tienes en el semanario The Clinic sales con una caricatura de la Mujer Maravilla.
La hicieron ellos en el diario. Me dio un poco de pudor.
¿No te han pelado por haber elegido ese medio escrito?
No, pero debe incomodar a muchos.
¿Tú ofreciste la columna?
Cuando asumí hicimos un recorrido con los editores de los medios de comunicación para dejar claro que estábamos disponibles. En la medida en que yo, o cualquier de mis defensores, se visibilizan, aparece la Defensoría. The Clinic siempre me ha encantado, tiene muchas historias serias y, con los titulares, me río a carcajadas… Me encanta estar ahí. Hubo un tiempo que sólo decía que era columnista en The Clinic, no que era la defensora pública ni abogado.
La pastora aimara
Le pregunto a la defensora por Gabriela Blas. Ella es una mujer aimara de 26 años que en abril pasado fue encontrada culpable por abandonar a su hijo de tres años en el altiplano, quien fue hallado muerto 17 meses después de su desaparición. Gabriela estaba pastoreando junto a su hijo Domingo en la estancia de Caicone, de la comuna de General Lagos en el altiplano chileno, y dejó al niño para ir a buscar a los alrededores dos llamas perdidas del rebaño. La mujer fue detenida el 30 de julio de 2007 y la justicia la condenó a una pena de 10 años de cárcel. Para el Ministerio Público la madre aimara tuvo una conducta anómala, independiente de su origen étnico. Para la Defensoría, el caso ameritaba considerar el contexto de la cultura indígena como lo establece la Ley Indígena y el convenio 169 de Chile con la Organización Internacional del Trabajo vigente desde 2009. A la defensora nacional este caso la inspiró para una de sus columnas en The Clinic.
¿Por qué escribiste una columna en The Clinic sobre el caso de la pastora aimara?
Para mí es un caso emblemático de discriminación que es nuestro tema en la Defensoría: es mujer, pobre e indígena. Nosotros asumimos que el mundo en el que nos movemos es de gente estigmatizada y discriminada, pero lo de ella es extraordinariamente difícil. Es una indígena que tiene una cultura que no es la occidental chilena, con otros códigos, y es mujer, que también es relevante para efectos del estereotipo que dice que una mujer que abandona a su hijo es mala.
Ya, pero ella debió haber cuidado a su niño.
Lo que quiero decir es que con ese estereotipo la cercanía con ella es escasa.
La madre aimara, según la sentencia, fue sancionada por abandonar al niño en un lugar solitario.
El homicidio se puede realizar por acción o por omisión. Para que pueda ser por omisión, tienes que estar en posición de garante. Si tú dejas a alguien en medio del desierto y te vas y se muere no necesariamente vas a ser autor de un homicidio. Pero si es tu hijo y tú estabas en esa posición de garante, entonces sí puede haber
un homicidio por omisión.
¿Por qué la Defensoría está en desacuerdo con la condena?
Porque no hay abandono. Es como si tú hubieras dejado a tu hijo en el jardín y éste se cae a la piscina y se ahoga. Tu jardín de la casa es el equivalente a la pampa nortina. Cuando una mujer está pastoreando y deja a su hijo ahí, ese niño se va a quedar ahí. Y no es que nosotros hayamos buscado peritos que se acomodaran a lo que nosotros queríamos escuchar. Puedes meterte a cualquier página de cultura aimara y lo que señala es que son gente sumisa, obediente. Los niños tienen esta sumisión y si tú los dejas en una piedra pueden estar horas esperando a que su mamá vuelva. Entonces, la pastora lo deja ahí, no lo abandona, porque sabe que al volver su hijo va a estar ahí.
¿Por qué usaste el ejemplo del niño que cae en la piscina? Es bastante fuerte la comparación considerando que hay casos emblemáticos de este tipo de accidentes.
Lo usé porque los padres claramente no lo hacen a propósito. Los padres pretenden tener ese cuidado permanente y el descuido no es atribuible en términos penales. Además, en esos casos la sociedad no acusa a esos padres. All contrario: encontramos horroroso, dolorosísimo lo que les ha pasado. En el caso de la pastora aimara no sólo no hay esa consternación, sino que hay una sanción penal.
Quizás los padres sí debieran ser sancionados cuando hay descuido con sus hijos.
No, porque en Derecho Penal la intención es un requisito fundamental. Se puede sancionar la culpa, que son los cuasidelitos, pero con ciertos requisitos. En el caso de un accidente no corresponde sanción, no sólo porque todos empatizamos con la situación, sino porque, además, está el escenario de pena natural, donde lo que sucedió es tan ajeno a nuestra intención que sentimos un dolor casi equivalente a una sanción. La pena no tendría ningún sentido, porque, desde ese dolor inmenso ya interiorizaste el mensaje que te podría haber entregado la pena.
Hay países donde dejar a niños menores de edad de 14 años solos puede significar una sanción.
Es que no puedes estar en todo. Vivimos en una sociedad compleja en que uno tiene que asumir una cuota de riesgo. Eso duele y preocupa, pero ¿qué vas a hacer, ¿los vas a dejar encerrados? ¿No vas a dejar que se bañen en la piscina? Pondrás una reja y estarás súper pendiente pero, desafortunadamente, los niños se ahogan en dos segundos. De verdad te descuidas un segundo y te puede pasar. ¿Los vas a responsabilizar por eso?
Hay legislaciones que sí lo hacen.
Acá, según el nivel de descuido, también puede haber sanción. Pero hay situaciones que son accidentes. La pastora aimara no abandonó a su hijo. Ella cumplió con sus costumbres y, desafortunadamente, en ese marco de cuidado normal su hijo desapareció y murió. Si yo aplico mi normalidad, digo: "Cómo se te ocurre dejar al niñito en una piedra e irte a kilómetros a buscar un par de cabras". Pero no es mi costumbre. Incorporar otras costumbres es lo que se pidió en el juicio y lo que siento es que no se incorporó la cultura aimara en la sentencia.
¿Piensas que es injusta la condena de la pastora aimara?
Absolutamente injusta.
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