¿Qué tan normalizado tenemos el teletrabajo?
En julio del año pasado, la investigadora Clare Wenham, su hija Scarlett y la foto de un unicornio de Scarlett, se volvieron virales. Wenham investiga la política de salud global en la London School of Economics, y estaba dando una entrevista a la BBC sobre los intentos de Gran Bretaña de manejar la pandemia del Coronavirus. Pero Scarlett tenía otra cuestión apremiante en mente: En qué parte de la repisa apoyaría su unicornio para que se viera de la mejor manera.
Wenham intentó seguir adelante, pero Scarlett no estaba dispuesta a salir de esa habitación sin que su unicornio tuviera el mejor lugar, así que a su madre no le quedó otra opción que parar la entrevista, responderle a su hija y pedir las disculpas del caso. Incluso su entrevistador ofreció su opinión y le sugirió ponerlo en el estante inferior. El momento brindó un claro contraste con otro incidente ocurrido hace exactos cuatro años, también en la BBC, cuando el experto en Corea del Sur, Robert Kelly, fue interrumpido por sus hijos durante una entrevista en vivo desde su casa. En ese entonces, lo divertido del video, que se transformó en viral, fue la aparición de la esposa de Kelly, quien intentó desesperadamente salvar la fachada profesional de su esposo, corriendo a la habitación para recuperar a su hija de 4 años y su hijo de nueve meses.
Un video que dio la vuelta al mundo, porque hasta entonces, la aparición de niñas y niños en videollamadas laborales solo podrían ser vistas como un vergonzoso chascarro. ¿Quién iba a pensar que cuatro años más tarde una situación como esa iba a ser pan de cada día? Porque así como la hija de Clare Wenham y su unicornio paralizaron una entrevista en la BBC, hoy debido al teletrabajo, en todo el mundo niñas y niños interrumpen a diario las reuniones y videoconferencias de sus padres y madres. Pablo Fuenzalida es coach y socio fundador de la consultora laboral Dinámicas Humanas. Explica que esto es un cambio de paradigma, porque antes situaciones como ésta eran vistas como poco aceptables, incluso como una falta.
“Hoy es normal que alguien pare una reunión porque tiene que recibir el delivery o porque tiene que conectar a un hijo a una clase, lo que ha generado una forma de organización en donde prima la empatía y la flexibilidad. Ambas cosas tienen un valor profundo porque nos hace más cercanos con el mundo personal del otro u otra, sin necesariamente entrar en su territorio, pero sí entendiendo sus necesidades”, agrega.
Pablo aclara que en este contexto han sido los buenos equipos los que han sido capaces de conversar y llegar a acuerdos, de tal manera de normalizar esta situación con los límites que se requiera. “Por ejemplo, poder decidir no partir la reunión a las 9:00 am. porque las clases de los hijos parten a las 9:15 y entonces corren el horario a las 9:30, son decisiones que se generan solo conversando y que tienen un gran valor porque permiten generar comprensión con el otro y al mismo tiempo, no descuidar el trabajo y las metas propuestas”, dice. “De hecho lo que hemos visto mucho es que algunas veces, cuando se requiere necesariamente de una persona para una reunión, se le pide expresamente que se organice para eso y con eso se optimiza el tiempo. Conversando identificamos esas diferencias entre una reunión y otra. Porque lo que hemos visto, teniendo que enfrentarnos a este tipo de conversaciones, es que no hay una respuesta única, todas las personas y realidades son distintas y por tanto necesitan ir resolviendo y llegar a acuerdos”, agrega.
Y es que hace un año ya no existe una manera fija, establecida e inamovible de hacer las cosas en el trabajo. “Ya no hay un solo horario laboral o solo un espacio para trabajar. Incluso ahora que comenzaron las clases se tuvo que hacer un nuevo ajuste, diferente a lo que ocurrió cuando las niñas y niños estaban de vacaciones”, explica Pablo. Y por eso también es importante entender que los acuerdos son claves, porque como en todo, esta nueva realidad podría traer algunos conflictos. “Hay un movimiento muy grande desde el control hacia la responsabilidad. Los sistemas estructurados desde el control, donde tu tienes que cumplir con ciertas tareas y horarios se están trazando con esta realidad porque hoy no es posible tener una estructura así de rígida. Por tanto lo que se pide hoy es responsabilidad y que cada quien determine cuáles son los momentos en que va a desarrollar eso”.
Lo que le ocurrió a Robert Kelly hace cuatro años, cuando sus hijos irrumpieron en su habitación en medio de una conferencia, seguramente va a seguir pasando y entonces, más que intentar evitar ese tipo de “chascarros”, lo importante es entender que las cosas no van a volver atrás. “La meta más grande es lograr organizar la agenda de manera flexible sin que signifique más trabajo; ser más efectivos y así ganar más tiempo también para las cosas personales. De esa manera, al final de este aprendizaje, lograremos una vida más plena”, concluye el experto.
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