Sobrevivientes del desamor
A partir de las experiencias en que le han roto el corazón, la periodista Lorena Penjean ha hecho una investigación personal sobre la cultura del desamor. Aquí, cuenta lo que ha encontrado y observado en los sobrevientes del abandono.
Paula 1218. Sábado 28 de enero de 2017.
Voy a divagar un poquito: para un erudito el mundo se divide entre los que leen y no leen; para un chef en los que comen dulce o salado. Mientras que para mí la especie humana se clasifica, básicamente, en abandonados y abandonadores. En los que aman y en los que olvidan.
Soy del team de los abandonados y he estudiado el desamor por mi cuenta. Porque sobrevivir al desamor es un arte lleno de esplendor dramático, de ese cebollismo que emerge del corazón roto, que te hace llorar en la ducha, te deja con respiración entrecortada cada vez que te haces esas preguntas terribles que son como cuchilladas en el pecho: "¿Por qué no me ama? ¿Por qué? ¿Por quéeeeeee?".
De puro sufriente he buscado de todo para dejar el flagelo del desamor y sobrevivir. He leído los best sellers de la materia: Del amor, de Sthendal, mucho Corín Tellado, y Las mujeres que aman demasiado, entre otros textos inspiradores que incluyen estudios del desapego y del duelo, y revistas que te ayudan a olvidar a tu ex con sencillos pasos como quemar todo lo suyo y resetearte hasta escribir una carta al universo como Julia Roberts en Come, reza y ama y firmarla con nombres de personas que tú crees que apoyarían tu petición como Elvis, Mónica Lewinsky y Michelle Bachelet, entre otros.
Con respecto al consejo de hacer desaparecer todo rastro tiendo a creer que eso no funciona; es como "no pienses en un elefante"; es decir, que de solo pensar en olvidar estás blindando su recuerdo. Los pensamientos no se prohíben/suspenden, sino que se reemplazan. Entonces cada vez que alguien piense en el ser-amado-abandonador, en vez de decir "vuelve que sin ti la vida se me vaaaaaaa", yo sugiero pensar: "ojalá que le vaya mal, muy mal".
La pena no moviliza, pero el odio sí.
Siguiendo con la ruta del desamor, lloré con Contra viento y marea, Leaving Las Vegas y Ángel malo. Fui a ver a Juan Gabriel (que Diosito lo guarde en su santo reino) y sufrí mucho cuando cantó De mí enamórate.
También me gusta buscar memes en internet, frases de desamor. Y me hice parte de una comunidad en Facebook de un grupo que se llama "Sobrevivientes del desamor" (antes era mejor, ahora el tipo/a que la lleva escribe cosas así como que tienes que ser tolerante y sonreír y blablablá).
Soy solidaria con los que sufren de desamor. He llevado a varias amigas a llorar a la Virgencita de Guadalupe (así como la Lucerito iba a llorar a la virgencita en la teleserie). Las he acompañado en mandas con la promesa de vestir de celeste o café (en caso de la Virgencita de Lourdes o Santa Teresita) si su amado las vuelve a querer (gracias a diosito nunca ninguna santa ha escuchado nuestras súplicas).
Me he levantado a entregar pastillas para dormir a amigas con crisis de llanto. He sido cómplice de muchas humillaciones y actos reivindicativos de falsa dignidad.
Porque otra cosa es sufrir con internet. Cuando era chica no recuerdo cómo lo hacía. No había Instagram ni Facebook ni nada. Con suerte tenía un VHS, un diario de vida y ni siquiera consumía alcohol. Sicopatear no es buen ejercicio pero distrae. Ver qué comió, a dónde fue, qué hace, es como tener un súper poder. La clave, creo, es amarrarse los dedos para no escribir nada ni que se te escape un like mientras sicopateas.
Yo creo que sí hay que sufrir, hay que sufrir con cuática, llorando escuchando Todo me recuerda a ti, de Sheena Easton, tomando con las amigas hasta quedar con una lágrima negra de maquillaje corrido, sollozando en el auto.
Y he llegado a la conclusión que así como el amor funciona como una droga en el cerebro, sobrevivir al desamor es como la rehabilitación. El punto es que no conozco a nadie que con la ayuda del tiempo no olvide. Es como que uno se aburre; tarde o temprano se cansa de llorar. Es algo así como no hay mal que dure 100 años ni persona que lo resista.
A todos ellos les digo: siempre que llovió, paró.
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