Andrés Allamand, senador de RN: "El liderazgo de Lavín es muy potente, pero no creo que el museo de cera sirva para ganar una elección presidencial"

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El senador dice que el alcalde "debe hacer un tránsito desde los temas locales a un planteamiento de carácter nacional, que le va a exigir tomar definiciones". Además, sostiene que el caso Essal "es una prueba de fuego" para La Moneda. "Si el gobierno no caduca la concesión, pagará un alto costo político", advierte.


Esta semana, ha sido uno de los más duros al interior del oficialismo frente a la crisis que se vivió en Osorno luego del corte de agua. Y ha presionado por una drástica medida: que se le caduque la concesión a Essal. El senador Andrés Allamand (RN) así lo reafirma en esta entrevista y advierte, incluso, que esto es una "prueba de fuego para el gobierno".

Al mismo tiempo, analiza el escenario presidencial en la derecha, dice que Joaquín Lavín (UDI) debe comenzar a tomar definiciones en temas "nacionales" y plantea que el gobierno de Sebastián Piñera "no debe parecerse" al de Michelle Bachelet "y sumergirse en un frenesí legislativo que, al final del día, es muy improductivo".

En Chile Vamos advirtieron en las reuniones que tuvieron con el Presidente Piñera esta semana que las reformas institucionales producen una recarga legislativa y un riesgo de afectar acuerdos en otras materias. ¿Cómo lo ve usted?

Se ha abierto un nuevo espacio político a partir de las expresiones de los presidentes de la Cámara y del Senado en sus cuentas públicas, en orden a que este segundo semestre debe avanzarse en todas aquellas materias legislativas que tienen alto impacto ciudadano. Por lo mismo, en este segundo semestre el gobierno debiera, definitivamente, focalizar su atención en la actual agenda, que incluye los aspectos medulares de su programa. En este segundo semestre debiera terminarse la reforma previsional, la tributaria y la de salud. Al mismo tiempo, así como esta semana se generó un hito histórico con la derogación de la Ley Reservada del Cobre, también hay arriba de la mesa iniciativas muy importantes, como la ley de migración y sala cuna universal. Sobreponerle a esta agenda una batería de propuestas institucionales puede recargar el trabajo legislativo y hacer perder foco. Hay que priorizar lo que está actualmente arriba de la mesa y encontrar el tiempo político y legislativo para avanzar en las reformas institucionales.

En el último gobierno de Michelle Bachelet varios acusaban un "frenesí legislativo", que había muchas reformas. Y eso, pese a que era un gobierno que tenía mayoría en el Congreso. Esta administración no tiene ni mayoría y se ve que quiere meter más reformas de las que ya está tramitando…

Bueno, ese es otro antecedente a tener en cuenta. A diferencia del anterior gobierno, para este gobierno es mucho más difícil avanzar en sus proyectos. Espero que la apertura que se insinúa en este semestre genere el abandono de la política obstruccionista que, a veces, se visualiza en la oposición. Pero ese es otro argumento para no recargar la agenda legislativa. El actual gobierno no debe parecerse al anterior y sumergirse en un frenesí legislativo que, al final del día, es muy improductivo.

¿Cómo ve usted el escenario presidencial en la centroderecha?

A dos años y medio de la elección, el panorama es muy positivo para la centroderecha. En primer lugar, porque en la oposición hay, objetivamente, una sola candidatura viable, que es Michelle Bachelet. Eso dice mucho sobre el mal estado de la oposición y su incapacidad de generar liderazgos con perfil nacional. A la inversa, en Chile Vamos hay un abanico de candidatos que tienen perfiles muy distintos.

Usted es una de esas cartas presidenciales. ¿Mantiene su aspiración?

Por supuesto que mantengo mi voluntad de ser candidato presidencial de Chile Vamos, para lo cual el primer paso es conseguir la nominación en RN. Siento un enorme respaldo en las bases del partido, y para mí eso es un muy sólido punto de partida. En todo caso, las candidaturas presidenciales deben tener un objetivo y una finalidad política. Y advierto que entre todos los candidatos de la centroderecha no hay ninguno que haya puesto como premisa fundamental defender y proyectar la acción del actual gobierno. Los perfiles de otras candidaturas apuntan a aspectos distintos. Yo me quiero identificar como aquel capaz de defender y proyectar lo que vamos a haber hecho en este gobierno.

Joaquín Lavín es, quizás, el liderazgo más claro de la centroderecha para una candidatura presidencial según las encuestas. Sin embargo, está en una alcaldía y se mete en otro tipo de temas. ¿Cómo mira usted la forma en que él se desenvuelve?

Joaquín Lavín ha desarrollado un perfil político original y que cuenta con mucho respaldo de la ciudadanía. Sin embargo, Lavín debe hacer un tránsito desde los temas locales, muy enquistados en lo que se puede hacer en Las Condes, a un planteamiento de carácter nacional, que le va a exigir tomar un conjunto de definiciones. Dicho en simple: el liderazgo de Lavín es muy potente y cuenta con gran respaldo ciudadano, pero no creo que el museo de cera sirva para ganar una elección presidencial.

¿Qué le parece que él no fije definiciones en temas complejos?

Es parte de su estrategia y puede ser razonable, desde el punto de vista de los tiempos. Estamos en 2019, y la campaña presidencial empezará en marzo de 2021. Hay un gran espacio de tiempo, y creo que Lavín hace bien, desde su punto de vista, en aprovechar al máximo ese tiempo, insistiendo en su actual perfil o estrategia.

¿No debiera dejar la alcaldía?

No creo que deba dejar la alcaldía. Si después de la elección municipal, Lavín -como estoy seguro ocurrirá- entra al ruedo de las candidaturas presidenciales, no sería para nadie una sorpresa. Desde la centroderecha debemos apoyar y no entorpecer las distintas estrategias de nuestros candidatos.

"El caso Essal es una prueba de fuego para el gobierno"

En este momento, el gobierno enfrenta un complejo escenario con la situación de Essal y el corte de agua que se produjo en Osorno. El propio Presidente Piñera planteó que se buscarán las "mayores sanciones" para la empresa. Entonces, ¿en qué pie queda La Moneda si no se le caduca la concesión a Essal, que es, justamente, la mayor sanción posible?

Yo estoy doblemente indignado por Essal, tanto por el daño que les ha inferido a los ciudadanos de Osorno, como por el gigantesco daño que le ha hecho a la legitimidad del sistema sanitario que existe en el país. Essal, como empresa, es una vergüenza y ha demostrado un total desprecio por sus usuarios, lo que no tiene ninguna justificación. Por lo mismo, creo que lo que corresponde es, precisamente, caducar la concesión. Para el gobierno es un tema muy definitorio, ya que la señal política será muy clara: para la gente, lo que va a estar en juego es si el gobierno se pone del lado de los usuarios o de una empresa que ha actuado reiteradamente en forma inaceptable.

Ahora, pese a que el propio gobierno subió las expectativas sobre la sanción que podría recibir la empresa, también en La Moneda están complicados: dicen que no es tan simple llegar y quitarle la concesión a Essal…

Creo que hay una campaña de Essal y de su controlador, Aguas Andinas, bien orquestada, incluyendo a algunos "expertos" en el área que pretenden hacer creer que la caducidad no es viable desde el punto de vista jurídico y práctico. Esa es una campaña extraordinariamente incorrecta, ya que, en los hechos, está pretendiendo derogar la facultad de caducar la concesión por el diario.

La empresa francesa GDF Suez controla indirectamente -a través de una compañía española- a Aguas Andinas y Essal. Recordemos el episodio de Barrancones, cuando Piñera intervino personalmente en su primer gobierno y llamó por teléfono a GDF Suez para evitar la construcción de esa central termoeléctrica. ¿Ese antecedente está en juego ahora?

Bajo ninguna circunstancia el caso Barrancones o que Suez sea controlador indirecto de estas empresas debiera afectar la decisión que debe tomar el gobierno. Desde el punto de vista de la fortaleza de la institucionalidad, es igualmente importante entregar certeza jurídica a los inversionistas extranjeros como hacerles ver que, en caso de graves incumplimientos, van a sufrir las sanciones que establece la ley. No sancionar con la caducidad de la concesión sería, desde mi punto de vista, también una mala señal a los inversionistas.

¿Y qué efectos políticos le generaría al gobierno que no se aplique esa sanción?

Estoy seguro de que el informe que debe realizar la Superintendencia de Servicios Sanitarios será lapidario con Essal. ¿Cómo podría no serlo, cuando ha quedado en evidencia la precariedad irresponsable del accionar de la empresa? El gobierno debe actuar con firmeza, no tan solo pensando en Essal, sino en el impacto de esta decisión en el resto del sistema sanitario. El daño que le ha hecho Essal a la legitimidad del sistema sanitario en Chile es incalculable, entre otras cosas porque ataca al corazón de un principio que en Chile ha sido particularmente positivo: las alianzas público-privadas para satisfacer necesidades de la población. Muchas veces hay gente que reclama cuando el funcionamiento del sistema de economía social de mercado, que es el que le ha hecho progresar a Chile, exhibe falencias, pero pocos advierten que los que gatillan esos efectos son, precisamente, las empresas. En este caso, Essal afecta al conjunto del sistema sanitario, de la misma manera que las colusiones de farmacias, papel, pollos y otros tantos han afectado nuestro sistema económico.

¿Pero cuál es el efecto político de no caducar la concesión?

Con los actuales antecedentes, sería inexplicable. El caso Essal es una prueba de fuego para el gobierno. Si el gobierno no caduca la concesión a Essal, pagará un alto costo político y sería una pésima señal. Todos los gobiernos de derecha enfrentan una disyuntiva en relación al mundo empresarial. En este caso, es muy simple: o se pone a favor de los usuarios o defiende a una empresa cuya actuación ha sido una vergüenza.

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