Francisco Huenchumilla, senador DC: "Con su silencio, Eduardo Frei deja a la directiva simplemente debilitada"

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El parlamentario emplaza al expresidente por la permanencia de Luis Castillo en el gobierno. También analiza la situación de la DC y advierte que el partido "se desangra" en las luchas internas de poder.


El senador Francisco Huenchumilla no esconde su postura crítica a la actual situación de su partido, la Democracia Cristiana. Y si bien señala que no es un fenómeno nuevo, advierte que "la DC se desangra por cuotas de poder internas" y que "esa mecánica es lo que ha estado destruyendo el partido".

Además, en contraste con lo que plantea la directiva respecto de la política de alianzas, su visión es clara: sin excluir a nadie, desde la DC al Frente Amplio. Según el parlamentario, concurrir divididos a las próximas elecciones es "como una crónica de una derrota anunciada", y dice que las diferencias que hoy se manifiestan entre las colectividades de la centroizquierda "no son tan extremas".

A 30 años de la unión opositora por el No, ¿cómo ve una nueva alianza de la centroizquierda?

Una oposición fragmentada no tiene destino, y por lo tanto en algún minuto habrá que conversar. Somos muchas oposiciones, muchos partidos, y hay cosas que enfrentar en el futuro como temas electorales. Luego habrá que conversar lo programático y ver si es posible formar coaliciones. Entonces, lógicamente que esa es una tarea del presente y del futuro. El pasado nos une por la gesta del 5 de octubre, pero eso sucedió hace 30 años y no creo que el pasado nos vuelva a reunir, los desafíos son distintos. Todos valoramos la relevancia que en su momento tuvo recuperar la democracia, pero pensar que lo que pasó hace 30 años va a ser suficiente para que nos podamos unir para el futuro, creo que no.

De todas formas, hoy no se ven muchas luces de una unión de la centroizquierda.

Estamos en una etapa de un nuevo reposicionamiento en el tablero del ajedrez político del país, donde cada partido y cada sub-bloque está buscando la manera en que va a competir. Creo que va a llegar un momento, necesariamente por la situación electoral, en que va a tener que pensarse si es que ir separado va a significar un harakiri para la oposición, porque evidentemente, si hoy vamos divididos en dos o tres sub-bloques, es como una crónica de una derrota anunciada. Lo más difícil es si de ahí se puede dar un salto en materia programática y formar una coalición para enfrentar las elecciones de 2022.

¿Lo cree posible?

Pienso que muchas de las diferencias que hoy se ven no son tan extremas. Son variaciones sobre el modo de organizar la sociedad: más Estado, menos mercado, más sociedad, más regulación, menos regulación. Pero no he visto, más allá de la retórica y del entusiasmo, un proyecto alternativo revolucionario. Hoy en Chile no hay nadie que pretenda hacer la revolución. Veo proyectos reformistas, pero no veo una distancia de la A a la Z dentro de los partidos.

Entonces está abierto a la unidad con el Frente Amplio también.

Con el Frente Amplio tenemos estilos distintos, que yo comprendo porque sus líderes son una generación distinta, triunfadora hasta el momento. Pero ahora, con la guitarra en la mano, se dan cuenta de que la política es un arte muy difícil y que dos más dos no son cuatro. Probablemente eso va a significar un profundo aprendizaje de estos líderes jóvenes. Si nos sentamos a la mesa la pregunta sería ¿cuáles son las grandes diferencias que tenemos con el Frente Amplio respecto de la sociedad que queremos construir? Probablemente las diferencias no son tan grandes. Falta conducción política, liderazgos, conversar entre todos para buscar los caminos de entendimiento. Yo soy partidario de la más amplia unidad de la centroizquierda.

¿Desde el Frente Amplio a la DC?

Sí. Creo que lo demás es simplemente quedarse en su propio reducto lamiéndose las heridas, mirando para adentro y no tener una mirada amplia hacía el futuro del país que queremos construir: amplio, tolerante, abierto a las nuevas cosas, pluralista, una cosa distinta al neoliberalismo individualista que tiene la sociedad que hoy tenemos en Chile.

Lo que usted plantea es diferente de lo que busca su directiva, que ha dicho que se concentrará en retomar la identidad del partido y no en buscar alianzas.

Partamos por la identidad. Es evidente que si son partidos distintos tienen su cuento distinto. El PS, el PPD, la DC, cada uno tiene una cierta impronta propia, pero al lado de eso hay un montón de cosas en las que hay un común denominador. No hay una tremenda diferencia entre los partidos, salvo el Partido Comunista. ¿En qué sentido? Al PC yo le tengo un profundo respeto porque tiene claridad. Es el único que dice "miren, yo creo en un modelo alternativo de organizar la sociedad, no creo en el capitalismo ni en la economía de mercado". Ellos tienen una manera distinta de organizar la sociedad y están en su derecho. Otra cosa es que participen del juego democrático. En ese sentido, ese proyecto político de esta oposición es el desafío que tienen los partidos para poder enfrentar el futuro.

Su partido no quiere sentarse con el PC, pero sí con los otros partidos de la ex Nueva Mayoría.

Que la DC se junte con los radicales, bueno, eso no le quita ni le pone, qué bien que se junten, pero no están decidiendo nada para el futuro, están haciendo una suerte de amistad cívica para juntarse y ver, pero no tienen sentido político. Es un tema táctico lo que tiene la directiva que yo no comparto. La DC, con un partido que hoy podemos catalogar casi de mediano para chico, sola no tiene destino. Cualquiera puede tener una visión distinta, pero eso no significa que no podamos convivir.

¿Cree que la estrategia del presidente Fuad Chahin pueda terminar aislando a la DC?

La DC tiene un problema estructural, porque hace mucho tiempo centró sus temas políticos en la acumulación de poder interno de parte de ciertos grupos controladores. Eso hizo que distintos grupos se fueran y que el partido sacara un 5,6% en la elección presidencial. La DC se desangra por cuotas de poder internas y esa mecánica es lo que ha estado destruyendo el partido, la lucha por el poder interno. ¿Por qué no nos juntamos a debatir entonces el país que queremos? ¿Cuál es la diferencia de la DC respecto del país que queremos? No tenemos ese debate, eso es lo que yo echo de menos.

¿A su juicio, qué tiene que pasar para que se dé ese cambio?

No hemos tenido ese debate, y ese es el gran desafío de la DC. Porque si la DC no entiende que el mundo cambió, vamos a terminar en la intrascendencia, vamos a terminar ahí con el 5% o 6%, vegetando, muriéndonos de a poco y administrando esa cuotita de poder que nos permitiría tener un par de cositas.

¿Usted pensó en renunciar a la DC cuando varios reflexionaban sobre dejar el partido?

Yo he estado muchas veces en esa reflexión y mucha gente me pregunta "¿y tú qué haces ahí?". Pero la Democracia Cristiana es mi familia desde niño. Entonces, uno no renuncia a su familia, por muy afectada que esté. Pero soy crítico, porque creo que aquí hubo grandes responsables, muchos de los cuales se fueron, que crearon la fórmula del operador político que controlaba el partido. Simplemente era el poder por el poder. Cuando la nueva directiva conversó con los senadores, yo fui muy claro y les dije exactamente eso.

¿Y los temas valóricos también tienen que volver a discutirse al interior del partido? Por ejemplo, las posturas de la colectividad frente al aborto, matrimonio igualitario...

¡Pero por supuesto! Todo cambió. Hoy el referente de la DC que era el cristianismo, en concreto la Iglesia Católica, está en el suelo. El mundo cambió, esta es una Iglesia medieval, que viene de los tiempos en que la Iglesia se metía en todo, y con todo lo que ha pasado se ha golpeado la Iglesia. En la DC hay un montón de santulones que siguen pensando en el pasado, que son católicos de barrio alto. Yo contra eso me revelo. Yo soy creyente, cristiano, pero me he reciclado porque uno tiene que estudiar cómo cambia el mundo. Ese partido poderoso de los años 40-60 hoy no existe, es hoy el partido de la maquinaria.

¿Cuál es su evaluación de la nueva mesa DC?

Creo que la nueva directiva tiene fuerza, pero tiene el desafío de salir de ese esquema heredado de las directivas anteriores en que todo era la lucha por el poder interno. La directiva sigue presa de ese esquema.

La permanencia del subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo, en el gobierno sigue siendo resistida por la DC. Pero, por lo visto, el Presidente Sebastián Piñera no va a ceder. ¿En este escenario, cuál debe ser la relación de su partido con La Moneda?

La directiva ha hecho un punto respecto del subsecretario Castillo, pero creo que la debilidad del partido es que un expresidente de la República, que es hijo del presidente Frei Montalva, ha guardado silencio. Creo que el presidente Frei Ruiz-Tagle tiene que tener una opinión, es su responsabilidad política.

¿Y corresponde que se mantenga en su cargo como embajador?

Corresponde que dé a conocer su opinión, porque no es cualquier militante. El cargo es una cuestión distinta, sobre esa materia no tengo inconvenientes, pero su condición de expresidente de la República no puede llevarlo a que guarde silencio frente al tema. Con su silencio, Frei deja a la directiva simplemente debilitada. Entonces creo que Eduardo tiene la obligación de hablar.

Y los otros dirigentes, ¿en qué condiciones quedan con el gobierno?

Esto tiene que quedar en la órbita del Ministerio de Salud. Uno no puede hacer de una cuestión puntual algo extensivo a una oposición cerrada a todos los ministerios y a todos los cuentos del gobierno. Tenemos que conversar, lo que no significa que siempre va a haber acuerdos. Somos oposición, pero eso no significa que tengamos que dejar de hacer política.

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