Condenada a muerte por hacer de un banco su cajero automático personal

Truong My Lan surrounded by police at her trial. PHOTO: THANH TUNG/ASSOCIATED PRESS
Truong My Lan rodeada de policías durante su juicio. FOTO: THANH TUNG/ASSOCIATED PRESS.

El caso de la magnate inmobiliaria Truong My Lan se convirtió en uno de los más sonados de la implacable campaña anticorrupción en Vietnam, bautizada como "Blazing Furnace". Un tribunal del país condenó a muerte en abril a esta empresaria de 67 años, en el mayor escándalo financiero jamás visto en la nación del sudeste asiático.


HANOI- El plan descrito por los fiscales era descarado: comprar una participación mayoritaria en un banco, llenar sus filas de leales y pagarles para que le prestaran miles de millones de dólares para negocios inmobiliarios.

Las autoridades vietnamitas afirman que una magnate inmobiliaria llamada Truong My Lan llevó a cabo el audaz plan durante más de una década. Un tribunal del país condenó a muerte en abril a esta empresaria de 67 años, en el mayor escándalo financiero jamás visto en la nación del sudeste asiático.

El gobierno comunista de Vietnam, famoso por su secretismo, hizo un inusual alarde de castigo contra Lan. Su caso se convirtió en uno de los más sonados de una implacable campaña contra el soborno apodada “Blazing Furnace” (horno ardiente), lanzada hace una década por el líder del Partido Comunista, Nguyen Phu Trong, que ahora tiene 80 años. Miles de funcionarios han ido a la cárcel. Dos presidentes, acusados de permitir la corrupción, han sido derrocados.

La represión pretendía limpiar la imagen del país, donde la corrupción está muy arraigada, y atraer más inversión extranjera que impulse su crecimiento, sobre todo porque países como Estados Unidos miran a Vietnam como alternativa a China.

Pero la amplia campaña anticorrupción también ha provocado agitación política y ha mermado la función pública. Algunos inversores y grupos de defensa de los derechos humanos temen que los poderosos miembros del partido la utilicen para eliminar a sus rivales políticos, del mismo modo que las purgas anticorrupción a gran escala del líder chino Xi Jinping marginaron a sus oponentes.

Ambos países son Estados unipartidistas de gobierno comunista, con sistemas judiciales opacos y sin prensa libre.

“Aunque en un principio la campaña anticorrupción pretendía erradicar la corrupción y proteger al régimen, con el paso del tiempo se ha visto inevitablemente manipulada por luchas políticas internas, dada la falta de controles y equilibrios en el sistema unipartidista vietnamita”, afirmó Nguyen Khac Giang, investigador visitante especializado en Vietnam del Instituto ISEAS-Yusof Ishak, con sede en Singapur.

Durante años, la cruzada anticorrupción de Vietnam se centró en el Partido Comunista. Temerosos de encontrarse en la “caldera”, los trabajadores del gobierno renunciaron e inundaron el sector privado. Las empresas de Lan son unas de las primeras grandes empresas privadas en estar en el punto de mira del gobierno, lo que indica que el partido está dispuesto a llevar la campaña más allá de sus filas.

Lan negó todas las acusaciones contra ella, y sus abogados aseguraron que recurriría el veredicto.

La campaña ha sido buena y mala para las empresas. Adam Sitkoff, director ejecutivo de la Cámara de Comercio estadounidense en Vietnam, señaló que muchas empresas se alegran de que el gobierno esté tomando medidas para acabar con la corrupción. Pero ha infundido tanto miedo en la administración pública, que ha ralentizado procesos como la obtención de los permisos necesarios.

“Puede crear una especie de parálisis en el proceso de toma de decisiones, y este es un país de rápido crecimiento”, comentó Sitkoff. “Para que Vietnam mantenga su competitividad, las decisiones tendrán que tomarse de una manera rápida que pueda seguir el ritmo de lo rápido que está cambiando el país”, añadió.

Lan fue condenada por un fraude de dimensiones asombrosas. Según la fiscalía, sobornó a empleados bancarios, tasadores y funcionarios públicos para que aprobaran y encubrieran unos US$ 42.000 millones en préstamos fraudulentos a empresas ficticias que ella controlaba. A continuación, utilizó los fondos para crear un imperio de hoteles de lujo, apartamentos frente al mar, oficinas de primera clase y locales comerciales en ciudades emergentes. De esa suma, quedan pendientes 27.000 millones, que el Estado está intentando recuperar.

Los fiscales presentaron varios cargos contra ella, entre ellos malversación por valor de unos US$ 12.000 millones.

El caso cautivó al país, dominando los cotilleos en cafés y puestos de fideos. Los ciudadanos siguieron obsesivamente los acontecimientos y crearon memes en Internet que mostraban cómo se comparaba la riqueza de Lan con la de famosas estrellas del pop como Taylor Swift y Ariana Grande. Durante meses, las portadas de los periódicos controlados por el Estado se llenaron de fotografías inéditas del interior de un tribunal de Ciudad Ho Chi Minh, en las que se veía a Lan vestida de forma desaliñada y rodeada de un mar de policías.

La oficina de información de la ciudad tomó la inusual medida de publicar resúmenes de las vistas judiciales. Un total de 86 personas fueron condenadas en el juicio que comenzó en marzo, entre ellas el marido de Lan, el magnate inmobiliario de Hong Kong, Eric Chu Nap Kee, y 18 funcionarios del gobierno, según las actas judiciales.

Miles de personas fueron llamadas a declarar, entre ellas las que describieron la recogida de grandes sumas de dinero en efectivo en sucursales del Saigon Joint Stock Commercial Bank y su entrega en la Sherwood Residence de Ciudad Ho Chi Minh. Lan poseía una participación mayoritaria en el banco y en el hotel de cinco estrellas.

Seis toneladas de pruebas -entre ellas miles de documentos y un millón de billetes- llenaban 104 cajas presentadas por los fiscales, según los medios de comunicación estatales.

Lan fue condenada a muerte por malversación, a 20 años de prisión por soborno y a otros 20 años por violar la normativa sobre préstamos.

“La magnitud es realmente increíble”, declaró Le Hong Hiep, investigador del Instituto ISEAS-Yusof Ishak de Singapur. Según él, el carácter público del juicio y la severidad de la sentencia pretenden enviar el mensaje de que el gobierno, que tuvo que hacerse cargo del banco para estabilizarlo, no hará la vista gorda ante la corrupción en el sector privado.

“Su objetivo final es limpiar el mercado y eliminar las prácticas tóxicas”, afirmó. “Cuando los propietarios privados utilizan a los prestamistas como sus huchas personales, se crea un grave riesgo para toda la economía”, agregó.

Lan era muy conocida en la comunidad empresarial de su país por hacer negocios inmobiliarios audaces y a veces cuestionables, según los analistas políticos y económicos vietnamitas. Además de la Residencia Sherwood, también era propietaria de un rascacielos cercano llamado One Saigon, una urbanización multiusos que compró pero no terminó, según los sumarios del juicio publicados por la oficina de información de la administración municipal.

Poco se sabe sobre cómo amasó tanta riqueza e influencia. Lan declaró ante el tribunal que solía ayudar a su madre a vender productos en un puesto del mercado de Ciudad Ho Chi Minh. Según los medios de comunicación estatales, ahorró suficiente dinero vendiendo cosméticos en su tienda como para, a principios de la década de 1990, crear su propia empresa y empezar a invertir en propiedades.

Un informe oficial de 300 páginas sobre la investigación del gobierno, compartido con The Wall Street Journal por los abogados de Lan, detallaba el extenso fraude. En él se describía cómo Lan, valiéndose de sus contactos, supervisó en 2011 la fusión de tres bancos en dificultades en lo que hoy es uno de los mayores bancos del país, el Saigon Joint Stock Commercial Bank (SCB), y cómo adquirió ilegalmente una participación mayoritaria a través de docenas de apoderados.

La propia Lan poseía directamente sólo el 4,9% de las acciones, dentro del límite legal, según una copia de su acta de acusación facilitada al Journal por sus abogados. Pero los investigadores afirmaron en su informe que, en última instancia, controlaba hasta el 91,5% de las acciones, lo que la convertía en «la accionista “poderosa” de facto, que dirigía y controlaba absolutamente todas las actividades de SCB desde la fusión de los tres bancos privados, hasta el inicio de los procedimientos judiciales».

Según los investigadores, Lan creó una red de más de 1.000 entidades corporativas bajo el control de su principal conglomerado, Van Thinh Phat Group, conocido como VTP. Dio instrucciones al personal del banco, al que nombró personalmente, para que aprobara préstamos masivos a estas empresas, realizara grandes transferencias entre ellas y retirara efectivo en su nombre. Se dice que dirigió la creación de pequeñas sucursales bancarias -destinadas a evitar el control del banco central- que utilizó básicamente como sus cajeros automáticos personales.

Sus préstamos constituyen gran parte de la actividad crediticia del banco.

Lan alegó en su declaración de defensa que inyectó su propio dinero en el banco para ayudarle a superar la insolvencia en 2011, y que tenía derecho a utilizar su dinero porque, para empezar, era suyo. Negó ser la propietaria efectiva de más acciones de las que le correspondían y dijo que no ejercía control operativo sobre el banco.

Su marido, el magnate inmobiliario de Hong Kong, también negó haber actuado mal. Sostuvo que no entendía el vietnamita y que se limitaba a firmar todo lo que su mujer le pedía.

Hai Hong Nguyen, investigador honorario de la Universidad de Queensland (Australia), indicó que la dura sentencia podría no cumplirse. Dijo que el castigo podría aprovecharse para ayudar al gobierno a conseguir lo que realmente quiere: presionar a Lan para que devuelva el dinero.

“El partido quería enviar un mensaje claro de que se castigará a todo aquel que esté implicado en casos de corrupción, y que no habrá excepciones”, afirmó. “Pero uno de los principales objetivos de cualquier juicio anticorrupción es recuperar el dinero”, añadió.

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