¿Creemos en la vacuna o no?
"La gran pregunta para todos es si creemos o no en el plan de vacunación que ha sido mejor que en los países del primer mundo; o si, internamente, seguiremos siendo un país subdesarrollado para el beneficio económico y/o político de algunos pocos".
Leyendo durante enero el diario El País de España, quedé muy contento de ver cómo se informaba que varios países de Europa -como España, Francia, Portugal e Inglaterra-, relajaban sus medidas de seguridad, restricciones y limitantes de entrada frente a la variante ómicron, bastando con tener sus vacunas al día.
Asimismo, en febrero, tuve la suerte de viajar de vacaciones a un país sudamericano, que anteriormente fue muy exigente frente al virus, cerrando incluso completamente sus fronteras al turismo. Pero hoy la pandemia ya parecía parte del pasado, exigiendo solamente el certificado de vacunación y considerando al Ómicron como un equivalente a la influenza.
Sin embargo, llegué de mis vacaciones al aeropuerto en Chile y la entrada era un pandemonio. Ya me había advertido un amigo, que viajó a Estados Unidos, que entrar al país a las 8:30 am, hora-punta de vuelos, era un caos de 3 a 4 horas. En mi caso, pensé que sería más relajado porque llegaba de Latinoamérica a las 9 de la noche. Craso error. Salí cerca de medianoche.
Gente y colas por doquier de más de 2 horas de espera, sin distanciamiento y con música de rock chileno de medioambiente; más de 100 stands del Ministerio de Salud (Minsal) para mostrar papeles y declaraciones juradas, enviadas antes por internet; solicitud de tres veces de la cédula de identidad en distintas partes del aeropuerto; tomas de muestras de PCR antes de la aduana -con un laboratorio privado y tótems digitales para entrega de datos personales-; y, finalmente, correos electrónicos que se repetían por siete días, exigiendo dar cuenta del estado de salud, a pesar de salir negativo en el PCR de Chile y, además, de haber pagado con 72 horas de anticipación otro PCR exigido por la autoridad.
Me volvió a la mente el dicho que éramos un país bipolar y también, que los chilenos buscamos ganar en todo. Eso era precisamente nuestro aeropuerto: un grupo histérico y mal organizado, que, con la buena intención de la autoridad de proteger al país, generó un gran negocio de laboratorios privados, haciendo más fácil el contagio en la aduana que en el mismo viaje.
Me averigüé un poco más del porqué tanto alboroto, pensando que provenía de una regulación de la época en que no existía el éxito de la vacuna actual. Nuevo error y una gran sorpresa. Es el “Plan Fronteras Protegidas” del Minsal, modificado recién el 1 de febrero de este año, y que parece hecho por el personaje de historietas llamado Alaraco.
Peor en lo interno. Las noticias seguían destacando la cantidad de contagios, en vez de la menor proporción de utilización de la unidad de cuidados intensivos (UCI). La exposición médica, lo mismo. Y no me refiero a la exposición valiente de los médicos enfrentando al virus por más de dos años, si no que la exposición mediática de pocos doctores en los matinales, usando el miedo para no soltar su imagen pública.
Entonces, la gran pregunta para todos es si creemos o no en el plan de vacunación que ha sido mejor que en los países del primer mundo; o si, internamente, seguiremos siendo un país subdesarrollado para el beneficio económico y/o político de algunos pocos.
*El autor de la columna es director de empresas y socio en Guerrero Olivos
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.