La apuesta de la minería por la desalinización




Hace 30 años nadie preguntaba ni fiscalizaba mucho de dónde sacaban el agua las mineras para el procesamiento de su materia prima. Hoy, eso ha cambiado radicalmente.

Las normativas medioambientales, la importancia de las comunidades aledañas a las faenas y la reputación corporativa están haciendo que la industria minera mire hacia el Océano Pacífico, donde la desalinización (agua de mar) es más que una “alternativa” para seguir operando. “Muchas empresas mineras están tiendo problemas con su agua, debido a que tradicionalmente las toman de sectores donde ya se está impactando los niveles freáticos (napas subterráneas), lo que puede significar fuertes daños ambientales. Hay muchos ejemplos de compañías que han tenido que bajar el consumo de las napas y buscar proyectos de desalinización”, comenta Raymond Philippe, gerente de Desarrollo de Negocios y líder del Sector Agua de MWH Global Chile, una de las compañías de ingeniería en proyectos hidráulicos más importantes a nivel mundial, con sede en el Reino Unido.

Philippe es además coordinador técnico del 5° Congreso Latinoamericano de Desalación y Aguas Residuales (Desal 2016), que realiza en Santiago desde hoy y hasta el viernes, el que reúne cada dos años a los principales actores de este rubro a nivel mundial. “Desde 2012 la industria minera se ha estancado un poco, pero aún siguen necesitando agua y más que antes, para procesar un mineral que tiene menor ley”, agrega el ejecutivo de MWH Global.

Y que este encuentro se realice en Chile no es casualidad, tomando en cuenta que nuestro país es el principal exportador de cobre en el orbe, pero con la anecdótica contradicción de que la mayoría de los yacimientos están en el desierto más árido del planeta. Algo que hace más viable aún al mar.

Para hacerse una idea, según el estudio “Consumo de agua en la minería del cobre 2015”, realizado por la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), durante el año pasado, este sector utilizó 13,07 m3/seg de aguas continentales, ya sean provenientes de aguas superficiales, aguas subterráneas y/o adquiridas a terceros, lo que significó un aumento en un 0,93% respecto al 2014.

Sin embargo, “las aguas de mar y las aguas recirculadas, presentaron un aumento considerable en los últimos años”, concluye el informe. Concretamente, en 2015, el consumo de agua de mar presentó un aumento de un 33% respecto al año anterior, alcanzando  2,3 m3/seg, mientras que  la recirculada fue de 40,4 m3/seg. “Las soluciones de agua a largo plazo deben ser flexibles, adaptables y ambientalmente sostenibles. La diversificación de la fuente resulta esencial para la estrategia de agua, y el agua de mar es una fuente abundante”, agrega el informe de Cochilco.

Además, la investigación entrega un catastro de plantas desalinizadoras y sistemas de impulsión (SIAM) en la minería con un total de 25 proyectos, de los cuales 10 están funcionando, diez lo harían entre el próximo año y 2023, y cinco están en la categoría de “hipotéticos”.

Movimientos en el norte

Ramón Arbós, gerente de Acciona Agua Chile, indica que si bien muchos proyectos de plantas desalinizadoras se han atrasado entre 6 y 9 meses, producto de la baja de los precios de los commodities, “la industria minera tiene claro que es casi el único camino para seguir funcionando de forma eficiente y rentable. El problema es su costo en términos energéticos, por eso que se está trabajando a nivel mundial en sistemas que recuperen la energía, además de una mejora en las membranas de osmosis inversa para hacerlas más eficientes”, dice Arbós.

Acciona es uno de los jugadores más importantes a nivel mundial en cuanto a tratamiento de agua y construcción de obras de este tipo. Según Arbós, el retorno a la inversión de una planta desalinizadora se recupera en promedio 20 años e incluso, se puede perfectamente operar con energías renovables, como la solar.

De hecho, Acciona está construyendo la planta fotovoltaica más grande de Sudamérica en la comuna de Vallenar (región de Atacama). Se trata de “El Romero” y contará con una potencia máxima de 246,6 MW, con una inversión aproximada de US$343 millones de dólares. Una vez instalada e incorporada a al sistema unificado del Sistema Interconectado Central (SIC) y al Sistema Interconectado del Norte Grande (SING), podría inyectar energía para plantas desalinizadoras. “Hemos visto como en los últimos años cada vez bajan más los costos de desarrollar proyectos de desalinizadoras en Chile, lo que ayuda bastante a la operación de la minería tomando en cuenta la situación actual del sector y, claramente, Chile lleva una gran ventaja en conocimientos al respecto dentro del contexto Latinoamericano”, apunta Arbós.

Una de las plantas desalinizadoras más importantes del desierto de Atacama está en la comuna de Caldera (Región de Atacama). De propiedad de Grupo CAP y con una capacidad para generar hasta 600 litros por segundo,  comenzó a operar en 2014, con una inversión de US$395 millones, incluyendo dos acueductos (uno de 80 km y otro de 140 km).

El agua se capta mediante un ducto submarino, el cual está conectado a una estación de bombeo de agua de mar, la que impulsa el agua desde el borde costero hasta la planta desalinizadora. Luego, mediante acueductos, el agua es transportada hasta los usuarios: Mina Cerro Norte Norte (hierro), Caldera, planta de magnetita y canal Mal Paso en Tierra Amarilla. Actualmente sólo se producen en total 370 lt/seg, de los 600 autorizados.

Debido a la escasez hídrica del norte, CAP tiene además en carpeta aumentar la capacidad a 750 litros (casi 30 millones de m3 de agua), para lo cual debería realizar un nuevo trámite ambiental. “Las economías de escala de una planta desalinizadora son relevantes, dado el alto consumo energético de este proceso y el costo de construcción. Otro aspecto a considerar es la ubicación de los centros de consumo de agua, en ocasiones ubicados lejos del mar, lo que hace relevante el costo de las conducciones de agua”, explica José González, gerente de Aguas CAP.

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