La recta final de una campaña de 60 días




"Soy un DC militante, exonerado, y un cristiano de verdad, por eso voy a votar por Pablo Longueira", dice un hombre de avanzada edad al diputado UDI Arturo Squella, en su sede de Quilpué. Es miércoles, son las 15:00 horas y en la zona esperan al presidenciable para una serie de actividades: una once con adherentes en la Junta de Vecinos Manuel Rodríguez de Olmúe, una entrevista en la radio local "Latina" y otra once en el Estadio Italiano de Villa Alemana, para que al final de la jornada, el ex ministro de Economía y su equipo de campaña, vuelvan a Santiago a trabajar en la franja presidencial y coordinar la agenda del día siguiente.

Más temprano, a las 11 de la mañana, Pablo Longueira realiza un punto de prensa en la sede del partido. Se refiere a la contingencia, se manifiesta en contra de las tomas estudiantiles y aprovecha de reiterar su convocatoria a la "centroderecha popular" y "el centro social". Después parte en su 4x4 con su equipo a Recoleta para grabar la franja presidencial. Almuerza. Vuelve a transportarse. Ahora se dirige al distrito Marga Marga, zona del diputado Squella, quien, después de hablar con el DC desencantado, lo espera, conversa y come choripanes junto a Juan Pablo Longueira, hijo mayor del candidato, más un grupo de jóvenes UDI. El punto de encuentro será la entrada de Olmúe a las 16 horas. Llega el presidenciable en auto, lo escoltan Carabineros y su equipo de campaña regional. Está nublado y el ex senador viste un jeans, camisa celeste y un terno azul marino. La agenda de Longueira en la zona comienza.

Se dirige con la alcaldesa de Olmúe, Macarena Santelices, el vicepresidente regional UDI Samuel Chávez y Squella a la junta de vecinos. Cerca de 50 personas, en su mayoría mujeres de mediana edad y hombres mayores, lo esperan ansiosos. Cuatro largas mesas, en cada puesto una cartola de bingo, platos con galletas y flyers del candidato, que después serán decorados con su firma personal. Una guagua tose, otra se queja, el ringtone de un celular suena, pero todos escuchan atentos las palabras del ingeniero. Él mueve sus manos, mira a los ojos a cada uno de los asistentes, también bromea. La sonrisa y los brazos abiertos son gestos que repite seguido. "Siempre he sido parlamentario en las zonas más populares del país porque mi vocación es superar la pobreza en Chile", afirma. Agradece, abraza a los organizadores del encuentro y se retira entre aplausos y solicitudes de fotografías. Va a la entrevista de la radio local.

Ahora es el turno de quienes lo esperan en Villa Alemana: "He estado en terreno y no tienen idea de cómo quieren a Pablo", dice Squella a la concurrencia del último acto en la zona. "¡Yo lo amo!", le responde gritando una adherente. Todos ríen. Es el momento del discurso del candidato. Habla del Chile trabajador que se levanta en la madrugada, de los "compatriotas que están cansados de los encapuchados", "¡llegó la hora de que las mayorías silenciosas votemos!", afirma enérgico, y le encomienda una tarea a los asistentes: "Cada uno de nosotros debe sumar 20 personas y llamarlos a votar este domingo, si hacemos eso, ¡arrasaremos!". Suena una canción del partido y gritan varias veces "¡UDI, ahora, fuerza creadora!". El candidato termina, ve a su hijo y lo abraza. Finaliza su día en Santiago, en una reunión con su núcleo de campaña. Queda mucho por hacer: se acerca el acto masivo en La Florida de ayer y el gran día: la primaria que definirá al abanderado de la Alianza el domingo.

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