Columna de Nicolás Grau y Mario Marcel: “Dinámicas de crecimiento optimista y pesimista, ¿con cuál nos quedamos?”

Entender bien la dinámica de crecimiento de nuestra economía nos permite resaltar dos elementos relevantes. Primero, el grueso del necesario ajuste ya ocurrió, de hecho, la dinámica de crecimiento en 2023 será mejor que la de 2022. Segundo, logramos hacer el ajuste durante 2022 sin una contracción importante en el empleo e incluso con un incremento de la inversión, tanto extranjera como nacional. Así, se logró empezar a controlar la inflación, sin un impacto sustantivo en la economía real.
Cuando se trata de proyectar qué va a pasar con la dinámica de crecimiento, surgen dos aseveraciones que a simple vista parecen contradictorias. Por un lado, el primer trimestre del 2023 la economía creció un 0,8% respecto al trimestre anterior y se proyecta que la comparación entre el tercer trimestre del 2022 (que es cuando llegamos al momento más bajo) y el último trimestre del 2023, refleje un claro crecimiento del producto. Es decir, que el necesario ajuste, que partió a fines de 2021, habría terminado.
Por otro lado, se señala que, así como en 2022 el PIB se expandió un 2,4%, en 2023 el resultado sería menos satisfactorio, pues se pronostica un estancamiento o un leve crecimiento. Mientras la primera proyección presenta una visión optimista de este año, la segunda refleja una mirada sombría para igual período.
¿Son proyecciones contradictorias? No. No lo son.
Entender por qué son perfectamente compatibles es fundamental para dejar de lado el discurso catastrofista que, a pesar de la evidencia, ha dominado el debate económico público acerca de las expectativas para este año.
El gráfico que acompaña esta columna ilustra cómo ambas proyecciones pueden ocurrir simultáneamente. La línea continua muestra el nivel de actividad trimestral desde 2021 hasta el primer trimestre de 2023, y la proyección del último Informe de Finanzas Públicas para el resto del año. Se puede observar que la economía fue creciendo fuertemente trimestre a trimestre durante 2021 -a costa de fuertes desequilibrios macroeconómicos-, y registró un sustantivo proceso de ajuste durante 2022, con una clara tendencia trimestral a la baja y un leve repunte a final del año, aumento que ha sido más fuerte a comienzo del año actual, y que se proyecta seguirá una senda de crecimiento durante el resto de 2023.
¿Qué sucedería si en vez de comparar el crecimiento trimestre a trimestre, comparamos el nivel de actividad total de cada año? Para responder esa pregunta debemos comparar el nivel de actividad promedio de cada año, graficada por las líneas punteadas. En tal caso se observa que en 2022 la economía creció respecto al 2021, y que en 2023 tendremos muy bajo crecimiento respecto al 2022. Es decir, 2023 será un año en que la actividad irá al alza todo el año, pero tendrá una actividad promedio sólo levemente superior que el año pasado por base de comparación.
Habiendo entendido el origen de esta común confusión, cabe preguntarse: ¿cuál de las dos proyecciones deberíamos usar para nuestro análisis respecto a qué esperar de este año, la optimista o la pesimista? Todo depende de la pregunta que nos interese responder. Si lo que nos importa es saber si al final del año vamos a estar mejor o peor que hoy, la respuesta es muy clara: vamos a estar mejor. Será un año en que iremos creciendo. Si no nos interesa la dinámica, sino que comparar el promedio de la actividad de 2023 con 2022, la conclusión es que estaremos igual, porque, producto de los desequilibrios macroeconómicos de 2021, en la primera parte de 2022 aún el nivel de actividad era alto, lo que sube el promedio de ese año.
Dicho lo anterior, lo importante es que la proyección de cómo se comportará este 2023 depende de la pregunta que nos interesa responder y no de la postura política de quien emite el juicio.
Entender bien la dinámica de crecimiento de nuestra economía nos permite resaltar dos elementos relevantes. Primero, el grueso del necesario ajuste ya ocurrió, de hecho, la dinámica de crecimiento en 2023 será mejor que la de 2022. Segundo, logramos hacer el ajuste durante 2022 sin una contracción importante en el empleo e incluso con un incremento de la inversión, tanto extranjera como nacional. Así, se logró empezar a controlar la inflación, sin un impacto sustantivo en la economía real.
Con todo, esta mirada más optimista respecto de este año no debe ser autocomplaciente. Más allá de las dificultades propias del ciclo económico, la economía chilena tiene importantes desafíos ambientales, laborales y productivos estructurales. Por ello hemos lanzados contundentes planes de inversión y para aumentar la productividad, hemos incrementado el Presupuesto en Ciencia, Tecnología, e Innovación en más de 13% real para este año, y hemos diseñado objetivos ambiciosos de transición ecológica. Sabemos que asegurar una mejor calidad de vida en Chile requiere también de un salto productivo y aunque nos tome tiempo, es una tarea urgente.
Ministros de Economía y Hacienda

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