Columna de Óscar Landerretche: “Son empresas”

Oscar Landerretche
Óscar Landerretche, Economista.

“Sugiero estudiar si es que podemos implementar en Chile algo equivalente a lo que los gringos hicieron con la ley RICO de 1970. RICO es el acrónimo de Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act, lo que en español sería ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Mafiosos. Un punto central de esa ley fue definir la categoría de empresa criminal, como demostrar que existe y, en función de ello, habilitar a las agencias del Estado no solo para perseguir a los proveedores logísticos del crimen sino para intervenir, paralizar, congelar y expropiar fondos, activos y propiedades usadas por estas organizaciones para operar”.


Las organizaciones criminales son empresas. Hay que destruirlas como se destruye una empresa.

Toda empresa es como un avión que se sostiene sobre dos motores: la rentabilidad y la liquidez. La rentabilidad es el proyecto de negocio de mediano plazo; lo que en las escuelas de negocio se llama “propuesta de valor”. La liquidez, en cambio, es la capacidad de generar un flujo de dinero en el corto plazo que permita sostener la operación y enfrentar las contingencias de gestión; lo que la gente del mundo corporativo describe con el anglicismo “cash flow”.

Una empresa que tiene una gran propuesta de valor puede sostener un tiempo con poco cash flow si es que los mercados creen en ella. Esa credibilidad, en todo caso, tiene un límite: si pasa el tiempo y es incapaz de generar flujos a sus accionistas y acreedores, terminará quebrando, aunque su propuesta de valor sea genial. Simétricamente, una empresa que tiene mucho cash flow puede sostener un tiempo la búsqueda de una propuesta de valor, engrasando la estructura corporativa y sosteniendo a los clientes con esos fondos, pero si no la encuentra pronto, terminará evaporándose.

Si una empresa se encuentra ante un escenario en que su propuesta de valor se deteriora significativamente y, al mismo tiempo, se le seca el cash flow… muere rápido. Eso es lo que tenemos que hacer con las organizaciones criminales.

La propuesta de valor de las organizaciones criminales proviene, por cierto, de la enorme rentabilidad que tienen en el mediano y largo plazo los negocios ilícitos que controlan. Los fundamentales de esa rentabilidad provienen de la satisfacción de nuestros apetitos inconfesables, de la explotación de nuestros miedos y de la ocupación de los vacíos que deja el Estado. De ahí proviene la rentabilidad de cosas como el narcotráfico, el tráfico sexual, la extorsión, el secuestro, el robo y el contrabando. Hay un siguiente nivel de negocios constituido por la cadena logística de los negocios anteriores, el cluster de proveedores del crimen. Ejemplos de esta parte de la cadena productiva son el tráfico de armas, el tráfico de influencias políticas, judiciales y policiales, el control de cárceles, así como el lavado de dinero y activos. La rentabilidad de la cadena logística es alta, pero se sustenta en la rentabilidad de los fundamentales del negocio.

Lo primero es deteriorar esta propuesta de valor. Para eso, entre otras cosas, tenemos que dificultar al máximo la operatoria cotidiana territorial lo que requiere las ampliaciones en número y capacidades de puertos y aduanas, policías y fiscalías, que se han discutido. Pero si de veras queremos apretar, tenemos que hacer que sea catastrófico ser identificado como cliente de estas organizaciones o como parte de su cadena logística. Hoy no es tan así.

Pero como dijimos antes, un proyecto empresarial con problemas en la propuesta de valor puede sobrevivir con cash flow y aguantar hasta que pase el chaparrón. Y claro, todas estas actividades generan mucho cash flow. Tanto que en el caso de las organizaciones criminales más exitosas se vuelve un problema su administración generando una cartera de activos y fachadas empresariales que sirven para lavar esos flujos de caja y manejar la liquidez que necesitan. Es por eso que estas organizaciones sostienen su presencia en negocios informales pero de apariencia benévola (barberías, centros de eventos, comercio callejero, préstamos informales y otros) que les permiten administrar el cash flow, mantenerlo líquido y accesible sin necesidad de justificarlo.

Es por esto que una campaña frontal contra la informalidad, la evasión de impuestos, el lavado de dinero, la usura y el comercio callejero forman parte central de una estrategia en contra de las empresas criminales. Hay que secar el cash flow.

Hay un montón de cosas que hay que hacer para ganar esta guerra. Cosas legales y policiales, carcelarias y judiciales, de inteligencia y territoriales. El objetivo de esta columna es simplemente sugerir que le sumemos una mirada empresarial y entendamos que necesitamos una estrategia consistente en deteriorar, simultáneamente, cada aspecto que genera rentabilidad de largo plazo para las organizaciones criminales al mismo tiempo que les secamos su cash flow. La coordinación para hacer ésta guerra económica no se va a dar por casualidad; requiere una mirada sistémica, amplia y estratégica.

Sugiero constituir un grupo de tarea, reservado, pero operando al más alto nivel, con personas expertas en empresa, finanzas, impuestos y logística que puedan trabajar con las autoridades encargadas de la seguridad pública para ayudarlas a desplegar esta ofensiva.

Y sugiero estudiar si es que podemos implementar en Chile algo equivalente a lo que los gringos hicieron con la ley RICO de 1970. RICO es el acrónimo de Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act, lo que en español sería ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Mafiosos. Un punto central de esa ley fue definir la categoría de empresa criminal, como demostrar que existe y, en función de ello, habilitar a las agencias del Estado no solo para perseguir a los proveedores logísticos del crimen sino para intervenir, paralizar, congelar y expropiar fondos, activos y propiedades usadas por estas organizaciones para operar. Esto significa, en la práctica, un fortalecimiento sustantivo, ampliación conceptual y operativización estratégica del concepto de asociación ilícita de nuestra legislación.

Como decía: son empresas, hay que destruirlas como se destruye una empresa.