Columna de Tomás Casanegra: “Bancos fomes”
"En lo económico, mientras vimos una hecatombe bancaria mundial para la crisis subprime y otra de menor magnitud, pero igual preocupante, hace sólo un año atrás, también vimos a nuestros bancos firmes como una roca. Espero que esa visión de largo plazo de la banca chilena nunca se deje contaminar por el agente económico más cortoplacista que todo país siempre tiene, su gobierno de turno".
Coñetes, pesimistas, desactualizados, restrictivos, que juegan en contra de su propia cartera, que provisionan en exceso; bancos que no siguen el ejemplo de BancoEstado. El Presidente le ha dicho de todo a los bancos en los últimos días, por mi parte simplemente les diría bancos fomes. No me malinterprete, en mi diccionario banco fome es banco bueno.
Hay varias cosas que quiero decir sobre las palabras del Presidente hacia los bancos comerciales, y la primera es recordar que son bancos comerciales, no son bancos de inversión. No están para apostar, están primero que nada y por sobre todas las cosas para cuidar los depósitos de sus clientes (técnicamente sus acreedores); clientes que tienen nada que ganar, pero mucho que perder si los bancos dejaran de ser fomes. Como cliente (acreedor) de uno de ellos, lo único que espero de mi banco es que si giro $200 mil del cajero automático, aparezcan $200 mil ahí; y que si veo un saldo en mi cuenta en la noche, mi banco honre ese saldo por la mañana. No me interesa que mi banco haya realizado más provisiones de incobrabilidad que las que debería (desconozco qué tiene que ver eso con ser coñete) o que desaproveche “oportunidades” para prestar a largo plazo la deuda instantánea que tiene conmigo, como sí lo habría hecho BancoEstado. Lo que sí me interesa, y mucho, es que no ponga en riesgo mis depósitos.
Los bancos comerciales más que ser optimistas o pesimistas respecto del futuro, toman nota del presente y bailan la música que el país les pone. En 2023, el Banco Central de Chile, en un esfuerzo gigantesco para contener la inflación que nos hacía a todos cada día más pobres, se vio obligado a mantener la Tasa de Política Monetaria en 11,25% por más de la mitad del año. El Banco Central les pagaba a los bancos comerciales un 11,25% libre de riesgo, justamente para que no prestaran (crearan) dinero, dinero que hubiese terminado en gran parte en mayores precios. Mi banco fome bailó la música que le puso el Central, logrando rentar su patrimonio en 24%, sin hacer colocaciones riesgosas que pudieran arrojarle pérdidas futuras y, más importante, sin poner en algún tipo de riesgo mis depósitos. BancoEstado rentó 18%, aparentemente haciendo algo distinto.
Las causas de la inflación fueron múltiples y variadas. Sin embargo, nuestro país contribuyó decisivamente a ello con la colaboración leal del 100% de quienes conforman el actual gobierno y un gran porcentaje de aquellos que hoy son oposición. La nefasta idea de los retiros logró descapitalizar el ahorro de los chilenos, ahorro que terminó alimentando la lombriz solitaria de la inflación (no alimentó ningún músculo). El doble efecto de la inflación y la profundidad que se le quitaba al mercado de capitales con los retiros, nos llevó a mayores tasas tanto de corto como de largo plazo. Por lo mismo, la manera para que los bancos presten más no es poniéndoles adjetivos, sino creando las condiciones de crecimiento económico con baja inflación que hacen nacer nuevas colocaciones de manera natural. También ayudaría que el sector público apruebe a tiempo los estados de pago de las constructoras y no eternice sus permisos.
Chile vive de traumas del pasado: en lo político es el golpe militar de hace 50 años y en lo económico la crisis bancaria de hace 40 años. Ambos hechos nos han enseñado a ser cuidadosos y a no jugar con fuego nuevamente. En lo económico, mientras vimos una hecatombe bancaria mundial para la crisis subprime y otra de menor magnitud, pero igual preocupante, hace sólo un año atrás, también vimos a nuestros bancos firmes como una roca. Espero que esa visión de largo plazo de la banca chilena nunca se deje contaminar por el agente económico más cortoplacista que todo país siempre tiene, su gobierno de turno.