Covid, ¿un virus o un proceso?
Chile, a quien le ha ido bien hasta ahora en la batalla principalmente debido a su exitosa y oportuna estrategia de vacunación, deberá continuar manteniéndola activa, incorporando acceso a las terapias de punta contra las nuevas cepas que vayan apareciendo.
La semana pasada una nueva y altamente contagiante variante del Covid-19 denominada “Stealth” llevó a China a redoblar esfuerzos para frenar su transmisión. A dos años de declarada la pandemia, cientos de casos se reportan en las ciudades cercanas a las costas de ese país. La ciudad de Hong Kong contaba 26.908 en un día y el gobierno chino cerraba el importante puerto de Shenzhen, ciudad con más de 17 millones de habitantes.
Este nuevo desarrollo de la pandemia nos recuerda, sin piedad alguna, que el desafío del Covid-19 con sus distintas variantes sigue vigente tanto para la salud pública como para los cuidados personales, especialmente de los grupos de mayor riesgo. No cabe duda de que todos estamos cansados de esta lucha y queremos volver a la normalidad, a abrazar sin miedo y compartir sin mascarilla, lo que trae también muchas complejidades para las políticas sanitarias.
En un polémico libro publicado en la segunda mitad del año pasado, el escritor de ciencia británico Matt Ridley, junto a la bióloga molecular Alina Chan, emprendieron un largo camino para intentar descubrir el origen del Covid-19. Su investigación, publicada bajo el título de “Viral”, si bien no prueba nada “más allá de toda duda razonable”, los lleva a insinuar la posibilidad de que, como alternativa a la tesis de haber emergido de la naturaleza, esta pandemia tenga su origen en un virus descubierto varios años antes, y que habría sido mantenido en un laboratorio, desde donde por error se pudo haber escapado.
También sostienen que algunos virólogos creyentes de esta tesis sospechan que el virus en su estadía en laboratorio pudo haber sido modificado con una controversial técnica, actualmente en uso científico denominada “ganancia de función” (gain-of function), la que busca aumentar las tasas de contagio o virulencia para conseguir terapias más eficaces. Hasta ahora es difícil concluir si fue la naturaleza o la experimentación la que llevó al virus a adquirir su inmensa capacidad de contagio. Sea cual sea el origen, el problema es que el virus que enfrentamos pudo conseguir a través de su elevada transmisibilidad una capacidad de mutación extremadamente desafiante para la ciencia.
Con un intervalo serial de solo tres días y uno de incubación de similar duración, la variante Ómicron tiene una gran capacidad de mutación. Dada su elevadísima tasa de contagio, esta variante en pocos meses podría producir cambios que a la especie humana le podrían tardar muchos años. Es por ello que, a pesar de los inmensos progresos conseguidos en materia de vacunas, los rápidos ciclos de mutación tienen a la industria farmacéutica en puntillas para mantenerse al día con las variantes.
Lo propio ocurre con quienes desarrollan terapias de anticuerpos monoclonales. A diferencia de lo que ocurre con los antibióticos, donde las bacterias desarrollan resistencia a partir de su uso indiscriminado, en el caso del virus estas terapias usan un canal similar al del organismo para ayudar a combatirlo. Eso hace que la capacidad de generar tolerancia del virus provenga de lo que aprende de la propia defensa que el organismo receptor le presenta, más que del uso de la terapia. El problema es que los desarrollos más rápidos de terapias se consiguen experimentando in vitro. Los resultados de estas pruebas son eficaces para descartar lo que no sirve, pero para diseñar terapias que sirven es necesaria la experiencia clínica, lo que demanda más tiempo.
Esta capacidad de adaptación del Sars-Cov-2 sumada a su elevada capacidad de contagio hace pensar en que a partir del 2022 el desafío consiste en enfrentar a un patógeno que se puede transformar en endémico, pero con característica mucho más desafiantes para la salud pública.
Es por ello que Chile, a quien le ha ido bien hasta ahora en la batalla principalmente debido a su exitosa y oportuna estrategia de vacunación, deberá continuar manteniéndola activa, incorporando acceso a las terapias de punta contra las nuevas cepas que vayan apareciendo. Las nuevas autoridades de Salud tienen ahora en sus manos el aún difícil desafío de mantenernos un paso adelante en esta lucha.
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