La columna de Ornella Bono: “Cada vez más lejos de la talla única”
"Cada individuo aporta algo único, y esa mezcla de perspectivas, habilidades y experiencias es lo que fortalece y enriquece tanto a las organizaciones como a la sociedad en su conjunto".
Cada vez es más común que personas con décadas de experiencia laboral se hagan estas preguntas: ¿Cuál es mi propósito? ¿Cuál es el camino que quiero seguir? Este momento de auto cuestionamiento se ha vuelto un punto de inflexión habitual, marcando el inicio de un deseo de cambio. Inspirados por la famosa frase de Mark Zuckerberg, “el mayor riesgo es no tomar ningún riesgo”, muchos se atreven a dar un giro en sus vidas profesionales.
En su reporte Global “Human Capital Trends”, Deloitte evidencia esta tendencia de forma muy clara, mostrando que, más que una progresión ordenada y secuencial de un empleo a otro, las carreras del siglo XXI son no lineales, y pueden entenderse como una serie de experiencias de desarrollo, cada una de las cuales ofrece la oportunidad de adquirir nuevas habilidades, perspectivas y criterios.
Hoy, los trabajadores no se limitan a una organización, industria o incluso profesión, porque no ven el crecimiento vertical como el único camino posible y están abiertos a emprender por sí mismos.
Aunque es un fenómeno que ahora está más presente, es interesante entender por qué se produce. Aquí es donde cobra fuerza la resignificación del ámbito laboral. Hoy nos encontramos con personas que entienden sus trabajos como un espacio de autorrealización, en el que el propósito es un pilar fundamental. Esta forma de ver las cosas hace que las posibilidades, que antes solían ser acotadas, hoy sean múltiples. También demanda un importante nivel de autoconocimiento y de honestidad, de forma de reconocer qué quiero, pero también identificar cuáles son las habilidades y las brechas que hay que cerrar para lograr los objetivos, así como las posibles consecuencias, porque escoger trayectorias no lineales puede hacer más difícil optar por cargos de alta dirección, por un lado, y por otro, no todos los empleadores favorecen ese tipo de perfil. Tampoco podemos olvidar que, para otros, el trabajo es solo trabajo.
Para quienes estamos en el mundo organizacional, el desafío es grande, porque debemos ser capaces de entregar soluciones para profesionales con intereses casi opuestos. Podemos encontrarnos con que el ejecutivo destacado en ámbitos de ventas no quiere ser el gerente comercial y liderar a sus pares. Al mismo tiempo, está el analista que sí aspira a eso, por lo que es importante medir sus habilidades en ese ámbito y potenciarlas. Aunque parezca muy dicotómico, identificar a los especialistas de los generalistas es un primer paso para diseñar planes de desarrollo de carrera afines a los estilos de cada uno.
Otro reto es lograr equipos de alto desempeño. ¿Cómo conseguimos que los talentos nos elijan y se queden? La clave tiene que ver con comprender que, más allá de la compensación económica, debemos ser capaces de alinearnos a lo que realmente buscan. Y ahí es central tener claro que quienes disfrutan de los desafíos laborales también quieren formar parte de algo más grande. Un propósito claro. Una buena cultura organizacional. Oportunidades de desarrollo. Beneficios más creativos.
El mundo del trabajo seguirá evolucionando, y el enfoque de talla única que funcionó para generaciones anteriores ya no se ajusta a nuestros días. Cada individuo aporta algo único, y esa mezcla de perspectivas, habilidades y experiencias es lo que fortalece y enriquece tanto a las organizaciones como a la sociedad en su conjunto.
*La autor de la columna es socia fundadora y directora de Humanitas Cornerstone
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