Una hoja de ruta realista para los próximos años




Cinco años, un quinquenio o media década. Para algunos puede que sea insignificante -no por nada el célebre tango habla de que “20 años no es nada”-, pero para todos los que participamos del diario PULSO es mucho y no sólo mirado como un lapso, sino que por lo logrado en todo este período como un medio de comunicación que en noviembre de 2011 ingresó a un mercado altamente competitivo. Pero también por todo lo que han cambiado Chile y el mundo, en todas sus dimensiones.

Cinco años en que la población del mundo se disparó, haciendo aún más evidentes los problemas del hambre y la falta de agua en muchos puntos de nuestro planeta, tiempo de descontento social que llevó a la creación de distintos movimientos contrarios al establishment imperante -que afloraron a vista y paciencia de todos-, dando cuenta de que hay fenómenos que la clase política no logró entender y que todavía no se sabe si será capaz de procesar. Esto mismo ha generado una ola de rechazo a fenómenos globales, como el libre comercio, que no ha logrado imponer ante la opinión pública los beneficios que ha traído a la población en su conjunto. Son, sin duda, situaciones con las cuales tendremos que convivir todos los países del orbe. La clave será cómo abordarlos para no generar escenarios aún más complejos.

Chile no ha quedado ajeno a estos fenómenos globales y también se ha notado una fuerte desconexión entre los políticos y la ciudadanía, lo que ha generado un ambiente propicio para la aparición de señales y prácticas de populismo.

Pero ahora que la campaña presidencial está lanzada y que los distintos gremios están elaborando propuestas para los candidatos, es pertinente que las discusiones que se sigan generando de aquí en adelante aporten datos concretos, desmitificando ciertas ideas instaladas. En ese marco, si bien hay que reconocer que Chile figura entre las naciones más desiguales, también es necesario destacar que se trata de una variable que ha ido a la baja en el tiempo. Así, mientras en 1989 el índice Gini -que mide el nivel de desigualdad agregado por país- estaba en 56,2, en la última Casen bajó por primera vez de los 50 puntos, al marcar 49,5.

En ello influyeron el crecimiento económico, el boom de las materias primas que generó mayores ingresos y los avances en educación. Por tanto, cualquiera sea el candidato que gane la próxima elección presidencial, este deberá volver a poner el crecimiento en el primer lugar de su programa de gobierno. Pero junto con ello, la nueva administración tendrá que manejar una hoja de ruta realista, que priorice lo urgente y no quiera hacer todo al mismo tiempo. En ese contexto, será vital relevar el esfuerzo personal, para terminar con la sensación que se ha generado de que el Estado puede solucionar todo, lo que no es así. Se requiere un Estado fuerte, no grande, que haga cumplir las reglas para que todos puedan competir en igualdad de condiciones.

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