El día en el que el coronavirus se salió de control

Declaraciones de expertos que ponían en duda evidencia científica, la omisión de un grupo infeccioso clave en la trazabilidad y el desconocimiento en la forma de contagio permitió que la actual pandemia no fuera contenida a tiempo, propagándose por todo el mundo.


En enero se marca el primer aniversario de un documento que daba luces de lo que hoy afecta a todo el planeta: un artículo publicado en la revista The Lancet informaba sobre un brote de neumonía asociado a un nuevo tipo de coronavirus en Wuhan, siendo su probable fuente un mercado local húmedo.

La publicación dio a conocer por primera vez que los asintomáticos también podían ser un agente infeccioso a pesar de no presentar síntomas. La pronta confirmación de la potencial peligrosidad de este grupo que no presentaba señales de la enfermedad debería haber despertado las alarmas en las autoridades para prepararse para un virus que podría infectar sin ser percibido, lo cual permitiría contagiar a más personas y haría su contención mucho más difícil. A pesar de esta latente amenaza, los expertos en un principio, lo ignoraron.

Las opiniones de los expertos sobre la escasa probabilidad de contagios por causa de los asintomáticos permitieron que no se incluyeran en un principio en la trazabilidad de este nuevo patógeno.

A finales de enero de 2020, Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y actual asesor médico del Presidente de Estados Unidos señaló que “en toda la historia de los virus de transmisión respiratoria de cualquier tipo, la transmisión asintomática nunca ha sido la causa de los brotes. Incluso si hay una rara persona asintomática que pueda transmitir, una epidemia no es impulsada por portadores asintomáticos”, restándole importancia a este grupo infeccioso.

Cinco meses después de la publicación del artículo y de las declaraciones de Fauci, la doctora María Van Kerhove, integrante del equipo técnico de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que la transmisión asintomática era “muy rara”.

El mismo mes, el sitio web especializado en salud Stat News, publicó un informe explicando que existía una proporción considerable de pacientes sin señales visibles del nuevo virus, y que podían desempeñar un papel importante en la progresión de la pandemia, información duramente criticada por investigadores.

Hoy la evidencia es tajante. Los asintomáticos no solo son un agente clave en la propagación de los contagios, sino que también al menos la mitad de las personas infectadas con Covid-19 no presentan síntomas, estadísticas similares encontradas en enfermedades como la poliomielitis o la influenza.

A pesar de no mostrar padecimientos a raíz de la enfermedad, ese grupo no está ajeno a las consecuencias de enfermedad. Varios estudios han informado claras secuelas en el tejido pulmonar en personas infectadas sin síntomas o de miocarditis, una inflamación de la capa media de la pared del corazón, parte de los efectos posteriores que deben acarrear los contagiados, con o sin síntomas.

La trazabilidad sigue siendo un tema pendiente. Ante el inicio del verano y la salida masiva de personas por el país, las autoridades han hecho visible su preocupación por la contención del virus, ya que parte importante del proceso de investigación de la propagación depende de los datos que entreguen los contagiados, y si estos no presentan síntomas, su ubicación se hace más difícil.

Métodos como pulseras y aplicaciones móviles han sido parte de los innovadores métodos de rastreo que se han aplicado en otros países para contener la propagación. Según el experto en enfermedades infecciosas del Big Data Institute de la Universidad de Oxford, Christopher Fraser, si un poco más del 10% de la población usara un sistema inteligente de monitoreo, se podría lograr una reducción significativa de las infecciones.

La subsecretaria de salud, Paula Daza indicó que la pesquisa epidemiológica se quiere expandir, haciéndola más activa, con cruces de información y expandiéndola a los lugares de trabajo, posibles eventos sociales asistidos y contactos cercanos, cambiando la estrategia para así tratar de frenar la potencial segunda ola.

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